lunes, diciembre 29

La geografía, para Jorge Lescano Sandoval, nunca fue una ciencia fría de mapas y coordenadas, sino el estudio del hogar que compartimos. Como decano de la Facultad de Ingeniería Geográfica, Ambiental y Ecoturismo de la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), formó generaciones bajo la premisa de que el territorio es un reflejo de nuestra propia espiritualidad. En las páginas de este Diario, sus reflexiones fueron siempre un llamado a la cordura frente al deterioro ambiental que asedia al país.

El 23 de diciembre, el calendario marcó una pérdida sensible para la academia peruana: el fallecimiento de un referente en gestión ambiental y ordenamiento territorial. Lescano Sandoval no solo fue un ingeniero geógrafo de prestigio, sino un humanista que entendió, antes que muchos, los desafíos críticos del desarrollo sostenible. Su trayectoria docente fue un apostolado dedicado a la formación de especialistas comprometidos con la protección del medio ambiente y la realidad social.

Desde su decanato impulsó una visión integral de la ciencia. Sus columnas, constantes y pedagógicas en El Comercio, permitió que el debate académico dialogara con las políticas públicas y la sociedad civil. Sus escritos eran, en esencia, una hoja de ruta para un país que a menudo camina a ciegas sobre su propio territorio.

LESCANO SANDOVAL: UN ORGANISMO CON ALMA

En sus textos, Lescano evocaba a menudo la figura de “Gaia”, el supraorganismo vivo que los antiguos griegos y también los pueblos andinos veneraban. Para él, la celebración del Día de la Tierra no era una efeméride vacía, sino una reflexión espiritual necesaria sobre nuestra casa viva. “No la poseemos, nosotros pertenecemos a ella”, solía repetir, recordando la dimensión sagrada de la Pachamama.

Criticaba con agudeza la ceguera de nuestra especie, comparándonos con los pasajeros del Titanic, incapaces de percibir la deriva del entorno global. Sostenía que la crisis ambiental era técnica, pero también el resultado de no haber variado los patrones básicos de comportamiento productivo. Para Lescano, el asalto al entorno global ponía en peligro no solo la economía, sino la paz y la seguridad internacional.

Columna de opinión del doctor Lescano en El Comercio, el 2 de junio de 2009. (Foto: Archivo de El Comercio)

Rescataba el espíritu del Informe Brundtland de 1987, el cual enfrentaba la postura del desarrollo económico actual con la de la sostenibilidad ambiental; pero además le añadía una capa de profundidad humana: la ética de la sostenibilidad. Afirmaba que el desarrollo sostenible no era un simple concepto sino una forma de vida fundada en el bien común de la humanidad. “Necesitamos una revolución espiritual y mental si realmente deseamos conservar la vida”, escribió con la urgencia de quien veía el tiempo agotarse.

En su visión, la familia era la primera y fundamental estructura de la ecología humana, donde se aprende a amar y a crecer como persona. Para Lescano, el crecimiento material debía estar en un delicado balance con el crecimiento espiritual, pues de nada servía la riqueza sin verdad. Fue un defensor de los valores universales: la gratitud, la humildad y el aprecio por la belleza de lo vivo.

LESCANO SANDOVAL: LA LECCIÓN DE LAS CENIZAS

Su preocupación por el territorio no era abstracta; se volcaba sobre los problemas concretos que desgarran la ciudad. Tras la tragedia de Mesa Redonda, el 29 de diciembre de 2001, sus análisis instaron a las autoridades a no buscar soluciones “facilistas” o meramente impositivas. Advirtió que el Centro Histórico de Lima se había convertido en una “bomba de tiempo” por la saturación e inseguridad.

Exigía planes de emergencia que incluyeran la renovación urbana, la reubicación de mercados y la demolición de fincas ruinosas. Para Lescano, no actuar preventivamente ante el riesgo de incendios o sismos era una necedad que el país pagaría muy caro. Su enfoque urbanístico buscaba restaurar la dignidad de los espacios públicos, hoy perdidos bajo el comercio desordenado.

El doctor Lescano lamentaba que no existiera un plan real de recuperación urbana que detuviera la consolidación de actividades inapropiadas en zonas de alto riesgo. Consideraba que la seguridad física debía ser la prioridad absoluta en la intervención de sectores declarados en emergencia. Su voz fue una de las más firmes en demandar que el Centro de Lima fuera tratado con el rigor técnico que su historia y su gente merecen.

El riesgo, para él, era una variable estadística y a la vez una responsabilidad ética frente a la vida de los ciudadanos. Sus propuestas buscaban que el Estado asumiera su papel de administrador eficiente de los recursos públicos, renunciando a vicios postergados. Fue, en ese sentido, un geógrafo que también se ocupó de la arquitectura social de nuestras ciudades.

LESCANO: MINERÍA Y LICENCIA SOCIAL. EL LEGADO DE LA SELVA

Frente a la escalada de conflictos mineros en el país, el ex decano de la Villarreal propuso un cambio de paradigma urgente y necesario. Planteó la pregunta de si era posible en el Perú una extracción “verde”, que respetara el medio ambiente y a las comunidades. Sostenía que la minería debía actuar como catalizador de un cambio socioeconómico positivo y de beneficio mutuo.

Fue un defensor acérrimo de la “licencia social”, entendiéndola no como un frío procedimiento administrativo sino como un proceso de diálogo. Advertía que documentos como el Estudio de Impacto Ambiental habían perdido credibilidad por ser vistos como meras formalidades. Sin transparencia empresarial y un esfuerzo real por entender las cosmovisiones locales, los proyectos carecerían de viabilidad, pensaba.

La mirada estratégica de Lescano exigía que la sostenibilidad de la comunidad se planificara desde el inicio de las operaciones extractivas. No se trataba solo de dejar un tajo abierto sino de restituir el paisaje a su estado natural o incluso mejorarlo. Instaba a las empresas a crear vínculos sólidos de confianza y a desarrollar fuentes de ingresos no mineras para el futuro.

Para el doctor Lescano, la minería responsable debía garantizar recursos hídricos y suelos para la agricultura, evitando la desconfianza campesina. Su defensa de la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) buscaba superar las limitaciones de los estudios locales y mirar el territorio de forma integral. Creía firmemente en el poder del diálogo para alcanzar la paz social y el progreso para todos los peruanos.

Sobre la Amazonía, Lescano fue un crítico agudo de los modelos importados que ignoraban la realidad de nuestros suelos. “El reconocimiento de nuestras limitaciones es la base del desarrollo sostenible”, afirmaba con su habitual sensatez. Y sostenía que la selva no debía competir en tecnología o servicios bancarios sino en lo que le es propio: su inmensa biodiversidad.

Por eso proponía centrar el desarrollo en servicios recreativos y fitomedicamentos de alta demanda en el mercado global. Para él, los bosques debían ser manejados con sabiduría, evitando los monocultivos que solo traen plagas y destrucción.

EL DOCTOR LESCANO: UN ADIÓS CON ESPERANZA

Sus colegas y alumnos de la Universidad Villarreal siempre destacaron su rigor intelectual, pero, sobre todo, su vocación docente y empatía humana. Fue un maestro que alentaba a los jóvenes a vincular la investigación con los problemas ambientales más concretos del país. Su legado vive hoy en cada especialista formado bajo su mirada ética y profesional.

Jorge Lescano Sandoval nos dejó hace una semana, aquel 23 de diciembre, pero sus ideas sobre la “Gran Madre Tierra” permanecen vigentes. Nos recordó que somos hijos e hijas de la Tierra, y que nuestra misión es ser su expresión de conciencia, libertad y amor. En un mundo que a menudo olvida lo esencial, su voz seguirá siendo un faro de integridad y esperanza.

Somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino en común”, fue una de sus frases. Al despedirlo, honramos al geógrafo y al hombre que nos enseñó a sentir el pulso del planeta como propio… ¡Descase en paz, maestro!

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