El Perú nunca deja de sorprender al mundo con sus fenómenos políticos quinquenales y su sociedad no democrática cargada más de demonios que de exorcismos.
Desde el 2021 hasta hace un mes tuvimos al abortado régimen de Pedro Castillo, con un pie de Sendero Luminoso metido en el poder y con una masa de votantes detrás que ahora quisiera negarse a sí misma; y a Dina Boluarte, como expresión total de vacío de poder, llenado, desde el Congreso, por los liderazgos de César Acuña (APP) y Keiko Fujimori (Fuerza Popular), que la Encuesta del Poder del 2024 y 2025 colocó como la trilogía del poder en un empate técnico, precisamente con Boluarte.
De pronto, un nuevo fenómeno político y social se instala en el corazón de la vida peruana.
José Jerí, el primer presidente de transición de la historia que rompe los esquemas de su propio poder, enfrenta una titánica vida a plazos de ocho meses para sacar a medio país de las manos del crimen organizado y saltar la valla de aprobación del 58%, con la que la ciudadanía lo premia.
José Jerí no es un ‘outsider’; es decir, alguien venido de fuera del ‘establishment’ de la política. Es, más bien, un ‘insider’, alguien de dentro del sistema. No se parece al ‘outsider’ Alberto Fujimori en campaña por la conquista del poder (1990) ni al formalísimo presidente de transición Valentín Paniagua (2000-2001) con su 80% de aprobación. Lo que demuestra es ser un ‘outsider’ del poder presidencial tradicional, un ‘outsider’ de la investidura formal y constitucional del cargo. Alguien que entra sin permiso donde tiene que entrar, que no tiene temor de convocar a los demás poderes del Estado y que está dispuesto a armonizar las diferencias ideológicas y políticas que nos dividen, atrofian y polarizan radicalmente.
Sin embargo, un ‘outsider’ del poder presidencial, como él, sabe de sus posibilidades, límites y neutralidades. Su entrega a la acción lo acerca a lo que le gusta a la gente. Se le ve y se le siente como jefe del Gobierno y jefe del Estado a la vez. Reúne en un puño estos dos mandatos más la jefatura de las Fuerzas Armadas y Policiales y la personificación de la nación. ¿Dónde queda, entonces, el presidente del Consejo de Ministros, al que se le llama “primer ministro” sin serlo? Sencillamente coordinando, como debe ser, el trabajo del Ejecutivo.
En un mejor diseño del poder en el Perú lo ideal sería tener a Ernesto Álvarez en la jefatura del Gobierno y a Jerí en la jefatura del Estado. En torno a Álvarez, el país podría desunirse, como es lo típico en la política. En torno a Jerí, el país podría unirse, como ocurre en las monarquías constitucionales europeas.
No sabemos lo que vaya a venir en los ocho meses siguientes. Jerí tendrá que hacer una vida de resultados a plazos, mes a mes, sin que el 58% de aprobación le produzca el menor mareo ni la menor tentación autoritaria.




