
En los años 80, el artista plástico Bernardo Barreto alquiló un cuarto en La Casona Parra del Riego de Barranco, era entonces un lugar deshabitado, cuidado por guardias. Convirtió a este en su primer taller y en el punto de encuentro de memorables artistas. No lo sabía entonces, pero estaba abriendo una puerta que muchos otros cruzarían. Quienes también pululaban ahí eran Augusta Sarria y Rhony Alhalel, y una legión de artistas que convirtieron los muros silenciosos en testigos de encuentros, sueños, debates y efervescencia creativa. Hoy, ese mismo lugar acoge Impulsos vitales, una exposición colectiva que reúne a 24 representantes de la misma generación, y que, más que una muestra, es un acto de memoria.
“Somos un grupo de artistas y amigos que hemos compartido muchas experiencias, desde distintas disciplinas, a lo largo del tiempo. Vivimos la dictadura de Velasco, el paquetazo de Fujimori, crisis internacionales… y, para rematar, la pandemia del Covid, que nos tocó a todos. Han sido etapas intensas que atravesamos juntos, y por eso nos pareció una gran idea reunirnos ahora, en este espacio de gente amiga. No es fácil coincidir, cada uno está en lo suyo, en diferentes disciplinas, pero esta muestra nos ha permitido reencontrarnos sin protagonismos”, explica Sarria Larco.
Rhony Alhalel, uno de los participantes y gestores de esta iniciativa, explica el origen del título: “En la historia del arte limeño, pocas veces se ha visto a un grupo tan grande de artistas contemporáneos, de la misma generación, que ha compartido tantas experiencias intensas y transformadoras. Desde la llegada del hombre a la Luna hasta el Covid, desde los gobiernos autoritarios hasta los estallidos sociales. Esa fricción, ese roce con una realidad compleja —local y global— ha sido el punto de partida para nuestra creación. Es como si el arte funcionara como un sismógrafo: registramos lo vivido y lo convertimos en obra”, reflexiona.
A lo largo de las salas, el espectador podrá reconocer ecos de épocas convulsas, pero también de profundas búsquedas personales. “Lo nuestro fue otra forma de hacer arte, más introspectiva, más reservada”, agrega Augusta.
Barreto recuerda esos años de efervescencia y también de aislamiento comunicacional.
“Ahora todo está globalizado, pero antes, hacer una llamada internacional era una odisea. Vivíamos mucho hacia adentro, no teníamos WhatsApp ni redes. Eso nos obligaba a mirar más, a sentir más, a contemplar”, dice.

“La tecnología y las redes sociales nos han impactado. Venimos de un mundo donde lo privado se valoraba, donde cuidábamos nuestra intimidad, nuestros talleres, nuestros procesos. Hoy, todo se ha vuelto público. Ese cambio ha sido un verdadero choque para nosotros. Y, además, hemos vivido eventos que nos han remecido profundamente”, destaca Sarria con honestidad.
La muestra busca precisamente reconectar con lo esencial, con la experiencia profunda y vital que da origen al arte.
“No se trata solo de exponer, sino de volver a tocar ese vínculo espiritual con la vida”, dice Rhony. La obra que no nace de esa conexión genuina se vuelve desechable. Hoy todo es tan inmediato, tan visualmente impactante, que se pierde la capacidad de contemplar. Impulsos vitales es un recordatorio de que el arte también necesita silencio, tiempo y alma.
La exposición se inaugura este 24 de abril y se extenderá hasta el 9 de mayo. A lo largo de esas dos semanas, los artistas estarán presentes con diversas actividades, conversatorios y encuentros abiertos al público. El ingreso es gratuito.
“Queremos que los colegios traigan a sus alumnos para que vivan la experiencia de estar frente al arte en su origen. Que vean cómo trabaja un artista, cómo nace una obra, qué la inspira. Que escuchen de primera mano el proceso creativo, que comprendan que el arte no es solo el resultado, sino el camino”, señala Augusta Sarria con entusiasmo.
“Lo hermoso de esta muestra —agrega— es que nadie busca el protagonismo. Cada uno aporta desde su lenguaje, desde su historia. Y eso, en estos tiempos, también es un acto de resistencia”.