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La salud mental en el Perú enfrenta retos estructurales y profundos que se han intensificado tras la pandemia. A pesar de los esfuerzos por cerrar brechas de atención, la falta de profesionales y el estigma social siguen limitando el acceso a un tratamiento integral y oportuno para millones de peruanos.
En entrevista con El Comercio, Horacio Vargas, psiquiatra y director de la Escuela de Medicina de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, analizó la situación actual del sistema de salud e hizo foco en cómo la formación de los psiquiatras y personal de salud mental enfrenta un nuevo paradigma, por ejemplo, respecto a la inclusión de la inteligencia artificial (IA) como herramienta emergente en la práctica clínica.
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El entrenamiento de aplicaciones de la IA y el algoritmo cada vez más preciso, apuntan a entregar diagnósticos y tratamientos, basados en bases de datos e investigaciones, sostiene el especialista. No obstante, para Vargas es poco probable remplazar a psicólogos y psiquiatras, debido al imprescindible componente humano necesario pare este espacio de la salud mental.
Además, reflexiona sobre la necesidad urgente de formar más profesionales en salud mental y de reforzar el enfoque preventivo, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y adolescentes.
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¿Cuáles son los retos que enfrenta la salud mental y la psiquiatría en el Perú?
Ahí hay varios retos. El primero es poder atender las necesidades y demandas de la población. Los problemas de salud mental han sido bastantes frecuentes en la población y siempre ha sido difícil darse a basto con los profesionales que se tienen, sobre todo en el caso de la psiquiatría. Esto ha aumentado luego de la pandemia. No solamente en el Perú, sino en el mundo. Los retos se han duplicado o triplicado por el impacto que ha generado la pandemia. Un segundo reto es cómo poder manejar la tecnología y la virtualidad. Ahora, que ha aparecido la inteligencia artificial, por ejemplo, en la psicoterapia, hay corrientes que postulan que la IA puede ofrecer diagnósticos y tratamientos. Una idea de que en algún momento se va a poder remplazar a psicólogos y psiquiatras
¿Es posible entrenar a una IA para que entregue este tipo de respuestas?
Una de las cosas que ha desarrollado la inteligencia artificial no solo es la búsqueda de la información, sino que hasta puedan conversar con la persona. Son IA preparadas para responder preguntas clínicas, hacer un diagnóstico y dar un tratamiento. Entonces hay una expectativa de que podría desplazar a un profesional.
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¿Y su posición particular de qué lado está?
Particularmente, creo no va a reemplazar al ser humano, al profesional, porque tiene sus limitaciones. También hay aspectos éticos de por medio. Si bien la inteligencia artificial maneja mucha información necesita de un humano que guíe sus trabajos. Tiene un buen componente estadístico con síntesis de publicaciones, que podrían brindar, por ejemplo, diagnósticos, respecto a la información que brinda, pero al mismo tiempo mantiene el riesgo de las alucinaciones. No todo lo que produce es fidedigno, puede reproducir información falsa, incorrecta.
Usted ha dicho que luego de la pandemia hubo un cambio de dinámica, quizás hasta un cambio de paradigma en la salud mental. En base a ello, ¿Cuáles son estos criterios que se están incorporando en la formación de profesionales?
Antes de la pandemia hubo un primer cambio. Porque una de las cosas que se discutió a nivel nacional era el hecho de que debería haber una reforma de la salud mental y que implicara poder dar una mayor cobertura a la población y que la atención no se limitara a diagnósticos y tratamientos específicos, especialmente farmacológicos, sino que en general el enfoque de la salud mental debía ser comunitario, lo cual implica la rehabilitación social e incluir a las familias. También que se ampliara a todos los niveles de atención. Entonces, por eso, hace 15 años se empezó una reforma en salud mental, dando un enfoque comunitario a la psiquiatría, con los centros de salud mental comunitarios y los hogares protegidos, además se ha potenciado la atención en los hospitales generales.
Y dentro de lo que es la formación, la ley de salud mental estableció que todos los médicos de todas las especialidades llevarán un curso de salud mental dentro de los programas de formación, que es un cambio importantísimo. Con la pandemia, se impulsó la telesalud y los medios virtuales tanto en la parte pública y privada. Entonces esos recursos se siguen usando, para personas que no pueden ir a las instituciones.
Existe una brecha importante de profesionales de salud para cubrir la demanda de la población ¿Cuán lejos estamos de poder cubrirla?
Es una brecha enorme y a pesar de los esfuerzos que ha venido desarrollando el Estado, en los diferentes gobiernos que hemos tenido, ha sido difícil de cubrir. Hubo iniciativas interesantes cuando se abrieron las vacantes para los residentes de psiquiatría, incluso en algunos casos se ha duplicado, pero eso ha tenido un límite porque los campus clínicos tienen un tope de hasta cuántos psiquiatras se pueden formar en cada sede, no son ilimitados. Ahora que tenemos más centros de salud mental comunitarios, quizás lo que convendría es trasladar una buena parte de la formación a esos centros. El problema ha sido la estabilidad de estos locales comunitarios. No todos cuentan con psiquiatras y terminan siendo incompletos.
Es usted un especialista en la salud mental en niños y adolescentes, quizá una de las poblaciones más vulnerables y que enfrenta muchos retos
Hay todo un trabajo preventivo en temas de salud mental en niños y adolescentes y que todavía está incompleto. Si se pudiera trabajar a nivel preventivo se podrían disminuir muchos problemas futuros. Los niños y adolescentes a diferenciales de década atrás están sometidos al avance de la tecnología, acceden a información con mucho más posibilidades negativas. Antes se veían a niños en las calles jugando, ahora la mayoría están con una tablet o un aparato de videojuego, chateando. Otro aspecto es que son más frágiles y tienen poca capacidad para tolerar la frustración. Al estar en situaciones, digamos, de estilos autoritarios, tanto en la formación y el trato, tienden a ser más sensibles y hacer reacciones más intensas.
¿Una estrategia importante sería, por ejemplo, que los colegios o las escuelas jueguen un rol mucho más preponderante en la identificación de algunos síntomas?
Sí, el colegio puede ayudar bastante, pudiendo detectar señales, pero para esto es bueno que los colegios estén informados, que estén preparados. Por ejemplo, cuando apareció el tema del bullying, muchos colegios no querían aceptar la situación. Entonces, es importante que los especialistas en los colegios conozcan de salud mental. A veces pueden confundir las cosas: una indisciplina, una malacrianza cuando en realidad puede ser una expresión de problemas de salud mental.
¿Cuánto ha avanzado Perú en la lucha contra el estigma que pesa sobre la salud mental?
Ha habido un cambio en la percepción de las personas, pero todavía sigue siendo algo parcial. Todavía en un sector de la población persisten los estereotipos. A veces pueden primar las creencias propias, personales, familiares, generacionales, a pesar de la información que se pueda transmitir. Entonces, si bien cada vez se está dando más interés en la salud mental y se está informando a las personas, hay una cierta resistencia.
En consulta vemos con frecuencia que a una persona que esta medicada, los familiares le piden que no siga tomando pastillas como si estar bien fuera un tema de voluntad. Le dicen “Deja ya de tomar esas medicaciones que te enferman más, es cuestión de que tú tomes decisión, de que tengas valentía”. Entonces, hay esos prejuicios todavía.
¿Cree usted que se sigue menospreciando la salud mental?
Solo cuando son síntomas físicos, se asume de que hay una enfermedad de por medio. En cambio, cuando hay manifestaciones que comprometen las emociones, la conducta, el pensamiento, se asume de que es algo que debe controlar la persona. Es decir que es un compromiso de la salud que no requiere, digamos, atención. Es por la forma de cómo se observa el problema, cómo se conceptualiza.
Hay situaciones donde un paciente, por ejemplo, tiene una depresión y como parte de su depresión hace síntomas físicos. Solo así van a una consulta, pero no busca un área de salud mental, sino a tratar sus síntomas físicos, lo cual retrasa la atención.