
En cambio a nosotros, los fieles de la U, se nos ha borrado entera la sonrisa de payaso que nos dejó el 2024. Sí, sí, somos los bicampeones, nuestro título está vigente, tenemos el plantel más sólido del medio y todo eso, pero los amistosos de verano dejaron la sensación de que el equipo se repite demasiado, que no sorprende ni somete a sus rivales. Para colmo, el debut en la liga local (1-1 ¡ante Comerciantes!) no pudo dejarnos más frustrados, y no solo porque regalamos los puntos sino porque hicimos muy poco daño.
Alguien me dirá: esto recién empieza, hay que tener calma, paciencia, y sí, es verdad, esto recién empieza, pero no neguemos que en el fútbol también importan los momentos, los mini-ciclos, las rachas, los impulsos, los pequeños progresos, las sensaciones de una semana, los detalles de un domingo, la letra minúscula, la foto carné. Y hay que admitirlo, en esta primera coyuntura del año, Alianza ilusiona a sus hinchas más que la U a los suyos. Mientras ellos tienen la misión de olvidar su historia reciente, de hacer borrón y cuenta nueva; nuestro objetivo es el inverso: queremos repetir la historia última y, si es posible, mejorarla, pero para eso hay que meter goles, y para meter goles se necesitan delanteros, un rubro en el que la deuda no ha sido saldada: Valera sigue siendo una luz intermitente; el Oreja Flores acompaña, pero no finiquita; el Tunche pone garra, pero no puntería; Churín –salvo el zapatazo en Barranquilla– es todavía una incógnita que se resiste a ser despejada, y Ruidíaz, el querido Raúl, es una sombra amable que no se olvida ni termina de irse de los contornos de Ate.
En estos días he estado muy pendiente de Alianza, he visto el resumen de sus partidos, escuchado los análisis de su rendimiento y oído a sus principales figuras. No creo confesar gran cosa con eso: cremas y aliancistas siempre estamos vigilándonos. Podemos negarlo de la boca para afuera, pero la verdad es esa: nos interesa cómo le va al compadre. Podría decirse que la relación entre hinchas de la ‘U’ y de Alianza tiene algo de amor tóxico: nos odiamos pero nos necesitamos; no andamos nunca de la mano, pero nos espiamos de reojo. Por eso, por este 14 de febrero, le envío un abrazo cordial a mis amigos aliancistas, deseándoles que les siga yendo bien (pero no tanto), y pidiéndoles que no olviden el mantra de las últimas décadas: ustedes festejan en febrero, a nosotros nos toca en diciembre.