Lunes, Octubre 21

Un ganadero de Montana, Arthur “Jack” Schubarth, ha sido condenado a seis meses de prisión por intentar crear ovejas híbridas gigantes para la caza en cautiverio, tras declararse culpable de violar leyes medioambientales federales en Estados Unidos. Schubarth, de 80 años, fue acusado de conspirar para clonar y hibridar una especie protegida, lo que ha generado indignación entre las autoridades.

El plan del ganadero comenzó con la importación de material genético del argalí, una subespecie de oveja conocida como carnero de Marco Polo, que habita en las montañas asiáticas y es la oveja más grande del mundo. Esta especie está protegida por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) y por la legislación estadounidense.

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Schubarth envió el material genético a un laboratorio especializado en clonación, donde se crearon embriones de carnero. Con el material obtenido, el ganadero inseminó ovejas en su rancho en Montana para producir híbridos destinados a la venta en cotos de caza, una práctica ilegal en ese estado.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos explicó que Schubarth y sus colaboradores falsificaron documentos sanitarios para facilitar la distribución de estos híbridos a distintos compradores en otros estados. Además, vendieron muestras del esperma del carnero clonado para maximizar sus ganancias.

Pese a la gravedad de los delitos, la sentencia de seis meses de prisión fue influida por la avanzada edad del acusado y su falta de antecedentes penales, según detalla la agencia AP. Además, el ganadero deberá pagar 24.000 dólares en multas a diversas instituciones medioambientales, entre ellas la National Fish and Wildlife Foundation.

La ley Lacey, que regula la importación de especies protegidas, fue la base legal para la condena de Schubarth. Aunque su plan implicaba la clonación e hibridación de especies, la acusación se centró en el tráfico de vida silvestre y la falsificación de documentos.

Las autoridades han expresado su rechazo a la creación de híbridos, calificando estas prácticas de “antinaturales”. El juez que dictó la sentencia subrayó la necesidad de disuadir a otras personas de “alterar genéticamente a los animales”, mientras que el fiscal del caso sostuvo que las acciones de Schubarth no solo eran ilegales, sino contrarias a la ética ambiental.

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