Es, sin duda, uno de los directores de fotografía más cotizados del mundo. Rodrigo Prieto (Ciudad de México, 1965) ha trabajado con directores como Oliver Stone, Pedro Almodóvar, Spike Lee, Alejandro González-Iñarritu, Ang Lee, y se ha convertido en la mano derecha de Martin Scorsese (ha colaborado con él en sus últimas cuatro películas). Pero a sus 58 años, Prieto acaba de dirigir su primera película, una ópera prima por demás desafiante.
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Se trata de la adaptación de “Pedro Páramo”, la notable novela publicada por el mexicano Juan Rulfo en 1955: un relato que sigue a Juan Preciado, hombre que llega al aislado y misterioso pueblo de Comala, en la llanura de México, para buscar a su padre, “un tal Pedro Páramo”. Allí se topará con un escenario marcado por la violencia, el abuso de poder y la soledad.
Con los años, “Pedro Páramo” se ha consolidado como una obra cumbre del realismo mágico, considerada predecesora del Boom latinoamericano, y admirada por Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, por mencionar solo a dos luminarias de la literatura en la región. Y por eso su traslado a la pantalla genera tanta expectativa como recelos. De eso conversamos con su director.
Siendo “Pedro Páramo” una novela tan rica por su lenguaje en sí mismo, ¿no fue intimidante traducirla al lenguaje audiovisual?
Pues sí. Mateo Gil ya había escrito una adaptación y luego entré yo para adaptarla a mi sensibilidad. Y una cosa en la que coincidimos es en la decisión de respetar los diálogos de Rulfo. Me parecía acertado porque son textos muy bien logrados. El único reto era que sonaran auténticos, no poéticos. Y por otra parte teníamos el texto descriptivo de Rulfo, que es bellísimo, de una evocación extraordinaria. Los sonidos también los describe de una manera increíble. En ese trabajo visual y auditivo estaba el lenguaje cinematográfico. El gran desafío era que, con el diseño de sonido, la música, la fotografía y el diseño de producción, se consiguiera una sensación similar a la que uno siente con la novela. Todo aquello que en un momento está en la imaginación del lector, que es infinito, pasa de pronto a ser algo concreto. Pero al mismo tiempo había que dejar espacio para que el espectador participe. Tal como ocurre con un lector, que quedaran cosas que el espectador tenga que resolver. Esa fue la búsqueda: un lenguaje cinematográfico paralelo pero distinto al lenguaje literario.
Rulfo también fue un gran fotógrafo. ¿Utilizaste sus fotos de la llanura mexicana, que son notables, en algún momento del proceso?
Sin duda. Yo tenía toda una carpeta de imágenes, entre ellas muchas de Rulfo mismo. Incluso hay dos o tres planos de la película que son muy similares a algunas de sus fotografías, están claramente inspirados en sus encuadres. Él viajó por toda la república y plasma su mirada en su literatura, pero también en esas imágenes. Tiene algo que me gusta mucho y que sí quise mantener. Al igual que las de otros fotógrafos como Flor Garduño, Graciela Iturbide o Manuel Álvarez Bravo. Por supuesto que la fotografía fue un referente importante para mí.
¿Es la primera vez que sientes el impulso de dirigir un largometraje? ¿O ya lo habías tenido, pero no habías podido concretarlo?
Ya tenía las ganas y la curiosidad de dirigir un largometraje. Había dirigido un par de cortos y disfruté el proceso. Pero mi necesidad creativa estaba también muy satisfecha con mi labor como fotógrafo, junto a los directores con los que trabajo. Lo que pasa es que no había el espacio para retirarme de eso por dos años para hacer una película. Pero justamente se dio la coyuntura cuando me llama Stacy Perskie [productor de “Pedro Páramo”] y yo estaba preparando “Los asesinos de la luna” de Scorsese. Yo sabía que iba a hacer esa película, luego “Barbie”, y que después tendría un espacio que podía ocupar en una película. La gran ventaja es que ya estaba la historia de “Pedro Páramo”, había una adaptación, no había que empezar un proyecto de cero. Así que aproveché eso. Es una novela que siempre quise fotografiar y más aún dirigir.
¿Estás de acuerdo con que México y toda Latinoamérica todavía están marcados por esa opresión patriarcal, dictatorial y tiránica que Rulfo plasma tan bien en su novela?
Sí, sin dudas. Es algo que vivimos días a día. Y vivimos las consecuencias de la Conquista, de ese choque de culturas, y de ese dominio que empezó también con el sistema de la encomienda. El propio Juan Rulfo es heredero de esa línea: sus antepasados habían sido encomenderos en Jalisco, y él decía que no se enorgullecía de ello, pero lo explora a través de la novela. De allí que exista aquel dicho “todos somos hijos de Pedro Páramo”, porque sí, somos hijos de ese choque y ese mestizaje. Sin embargo, para mí una parte importante de la discusión es la pregunta ¿qué es lo que destruye Comala? En efecto, es Pedro Páramo, que se cruza de brazos. Es rencor de Pedro Páramo. Pero también el rencor de todos los demás personajes. Por ejemplo, el padre Rentería, que no otorga el perdón varias veces y tampoco se perdona a sí mismo. Esa falta de perdón y ese rencor acaban siendo destructivos. El mismo Juan Preciado muere por el rencor del pueblo. “Ruega por nosotros Juan Preciado”, le dicen. Entonces, a pesar de que en la superficie podría parecer una historia de lo terrible que es el cacicazgo, o el poder dominante de los hombres, creo que si lo estudias a fondo se trata del rencor que nos pudre a todos, sus miedos. Por eso vemos que Pedro Páramo es un pobre diablo, porque es un niño herido, dolido, que busca amor y no lo encuentra jamás. Por eso decide morirse y que se mueran los demás.
El actor que interpreta a Pedro Páramo es Manuel García-Rulfo, que es algo así como sobrino nieto de Juan Rulfo. ¿La elección tuvo algo que ver con su vínculo familiar o fue una simple coincidencia?
Todo empezó cuando me lo recomendó Paco Ramos de Netflix. Él me dijo “¿Por qué no ves a esta persona?”. Yo no lo conocía y empecé a revisar material de lo que había hecho. Lo escogí porque me gustó el casting que hizo. Y lo escogí también porque es de Jalisco, creció en un rancho, entonces entiende el tema de la novela, lo ha vivido en su propia sangre. Y así como te comenté antes que Juan Rulfo venía de una familia de encomenderos, el hecho de que Manuel sea familiar de Rulfo significa que también tiene en su sangre a Pedro Páramo, a toda esa zona y más. Por eso creo que era muy adecuado. Me gustó conocerlo, es una persona que también está en contacto con su corazón y sus dolores, tiene acceso a esas emociones. Yo no quería a alguien que se viera como un cabrón nada más. Tú lo ves y, claro, parece un español o europeo, un galán, lo que sea. Podría haberme centrado por ese lado, por representar, como se dice, a este hijo de la chingada, y ya. Pero Manuel también podía darme una vulnerabilidad, porque él mismo la tiene. Me parecía muy interesante ese contraste de este hombre que puede ser un cabrón y al mismo tiempo tiene su corazoncito.
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Dónde verla
“Pedro Páramo” se estrena en Netflix este miércoles 6 de noviembre.
Además de Manuel García-Rulfo, conforman el elenco Tenoch Huerta, Mayra Batalla, Dolores Heredia, Ilse Salas, entre otros.