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El técnico que convirtió un equipo golpeado en un conjunto con olor a historia, y el rol de su representante que ha sabido tensar negociaciones antes. Todo eso sucede mientras el universo crema observa, desde la tribuna imaginaria del verano, cómo el 2026 se vuelve un año donde la planificación no puede fallar.
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El nombre que vuelve una y otra vez es el de Pablo Betancourt, agente del entrenador. Su presencia no es un detalle menor ni un apellido más en la prensa: ya tuvo antecedentes de negociaciones largas y tensas con la FPF en procesos pasados y, en la ‘U’, recuerdan con claridad que un tema mal manejado puede costar tiempo, energía y, sobre todo, decisiones que después ya no se pueden reparar.

Betancourt busca una renovación con mejores condiciones económicas para Fossati, cuyo contrato actual lo liga al club pero no blinda un proyecto que, por los resultados deportivos, ha crecido más rápido de lo que las cuentas internas pueden medir. Hay una sensación instalada: la “U” quiere que Fossati siga, pero el ajuste tiene que ser realista y coherente con la salud financiera que han intentado recuperar.
Franco Velazco, administrador de Universitario, lo resumió al paso en el Aeropuerto Jorge Chávez antes de tomar un avión con una frase que lleva la carga de estos días. “Con el profesor ya estamos llegando al tramo final de este proceso de negociación, así que las cosas creo van bien, pero finalmente depende de una reunión final que se va a dar este miércoles (10 de diciembre)”. Un tramo final que, en realidad, es el inicio de todo lo demás. Porque el proyecto deportivo 2026, el que debería abrigar la ilusión crema para una Libertadores de mayor ambición, está detenido en un punto: nadie quiere firmar sin saber quién será su entrenador.
¿Los refuerzos?
Ese freno explica por qué los refuerzos todavía no se anuncian. La dirigencia lo tiene claro: la planificación no puede construirse sin el arquitecto principal. El club eligió cuidar el orden. Decidió esperar. Y en esa decisión hay tensión, pero también respeto. No es poca cosa que un plantel campeón esté dispuesto a postergar incorporaciones para no improvisar.

Mientras la renovación se discute en oficinas donde cada palabra se mide como si fuera un pase filtrado, en la agenda también aparece el tema de Campomar. Aunque desde Uruguay, Fossati habría desmentido el rumor, un sector de la prensa que cubre el día a día de Universitario pudo conocer que el técnico charrúa deslizó la idea de cambiar de sede de entrenamiento. Por supuesto, la dirigencia no se estaría planteando ningún escenario de cambio, y en esta decisión uno de los que más participaría es Álvaro Barco, director deportivo del club.
Pero mientras la mayoría mira a Campomar o a Ate, la lista de nombres propios se mueve en paralelo, como si siguiera respirando a la espera de una señal verde. Los refuerzos podrían anunciarse la próxima semana y ya hay negociaciones avanzadas para hacer oficial una camada con acento uruguayo, chileno y argentino. La mezcla perfecta para un plantel que, tras tres títulos consecutivos, ya no puede contratar para completar, sino para elevar su techo.
El primero es Abel Hernández, delantero uruguayo que comparte agencia con Fossati y que ha sido evaluado por su experiencia, su jerarquía y su capacidad para asumir el peso de un estadio como el Monumental, que no perdona delanteros tibios. Su potencial llegada genera lecturas dobles: es el refuerzo que Fossati valora y, a la vez, un jugador que solo se moverá cuando la situación del técnico quede resuelta.
Luego aparecen José Neris, del Montevideo City Torque, también está Gonzalo Mastriani, de Botafogo, un nombre que despierta más de una conversación, sobre todo por su impacto en la fase ofensiva; Agustín Rodríguez, de CA Juventud, delantero joven que combina potencia y movilidad; Gonzalo Napoli, volante de Liverpool FC en Uruguay, una carta para darle pausa, distribución y cambio de ritmo a un mediocampo donde Ureña ha impuesto una cultura de esfuerzo y precisión; y Matías Palavecino, de Coquimbo Unido, talentoso, capaz de leer los espacios como quien abre un libro ya conocido.

Todos ellos conforman una carpeta que no es improvisada. Universitario quiere armar un equipo más largo y más competitivo: uno que no solo pelee la Liga 1, sino que tenga una identidad internacional capaz de resistir en Brasil, Argentina o Paraguay. Pero la llave sigue siendo la misma: Fossati. Si continúa, las piezas encajan. Si no, habrá que rehacer parte del tablero.
La ‘U’ vive la semana donde las decisiones se convierten en rutas. Hoy miércoles será un punto de quiebre. Con Fossati o sin él, la institución deberá sostener un proyecto que ya no admite retrocesos. Y, como siempre, lo hará bajo la mirada paciente y exigente de un hincha que aprendió a leer entre líneas. Sabe cuándo una negociación se enfría, cuándo una renovación se empantana y cuándo, a pesar de todo, el club comienza a construir un destino que solo puede explicarse con la palabra que más se repite en la historia crema: convicción.













