Jueves, Enero 16

MIRA: Fossati, Reynoso, 896 días, dos goles y un triunfo: ¿Qué planea la FPF, quién tomará el mando y por qué hemos vuelto a fracasar?

Los resultados cambiaron, pero no transformaron: la selección peruana siguió siendo un equipo que no se impone, sin gol y con ningún futbolista en estado de gracia. Fossati dirigió 6 partidos en Eliminatorias e hizo 5 puntos. Tres en Copa América y sumó 1. Cuatro amistosos y ganó 3, empató 1. Esos mismos que lo postularon, como si la receta de cortar a medio camino no haya sido ya suficiente en tiempos pasados (Uribe por Maturana, Ternero por Autuori) hoy se afectan por su “soberbia” con la prensa y no entienden “su sistema” ni su distancia con aquel “fútbol chocolate” que, en otros tiempos y con jugadores más concentrados en la cancha que en un concierto, tan feliz nos hizo.

Yo, por supuesto, estoy entre esta legión de desconsolados. También, en el grupo de los sorprendidos: más allá de los resultados, ¿qué ocurrió al interior de la selección para que no pueda convertirse, por lo menos a partir de ciertos indicios, en un grupo sólido? ¿No era acaso el líder espiritual que vino y cambió a la U en tres días?

No hay, por supuesto, ninguna explicación científica. Quizá estadística: Perú es el colero de la Eliminatoria, tiene apenas dos jugadores en las 5 ligas top de mundo (Italia y España) y llega al final de año con el peor registro goleador desde los tiempos de Francia 98. Cuando grabábamos los partidos en VHS. Estos números generan desconfianza y dejan ver las costuras de cualquier proceso. “La credibilidad ahorra las palabras”, dice Jorge Valdano en Los 11 poderes del líder, uno de los sus últimos libros. No son suficientes largas charlas de 30 minutos para sostener un plan que, en la cancha, no tiene signos de mejora. No se hacen jugadores a los 30 años, sino a los 12.

Claro, “este” Fossati no era “ese Fossati”. Hace casi un año, cuando el ciclo Reynoso cayó, el técnico uruguayo tenía un modelo diario que se sostenía cada domingo, jugadores reconvertidos sin ego de mundialistas y su estilo, más paternalista que estratégico, más seductor que pragmático, parecía lo urgente en un plantel golpeado desde el ánimo. Eso se sabía y se sabe hoy, que acaba de firmar la rescisión de su contrato, según fuentes a las que accedió de DT. La U funcionó por plantel con brío y por tiempo de trabajo, eso que en la selección no tuvo. No fue magia.

“Su estilo de conducción no caló en los jugadores”, dice una fuente muy cercana a Videna, que pide mantener la reserva. Jugadores con un apellido “difícil de manejar” (Oblitas dixit): mundialistas. La primera derrota no fue solo futbolística: la reconstrucción de Christian Cueva, destruido por una lesión y por sus públicos excesos, era una de las piedras fundamentales donde iba a construirse “la nueva selección”. Eran polémicos, pero argumentos al fin: 1. Cueva necesitaba un entrenador guardaespaldas, y Fossati quería serlo. 2. La selección necesitaba un futbolista que lidere en el campo, dada la carencia. 3. El diagnóstico médico del 10, entregado en Videna, decía que estaba apto para jugar “20 minutos” pero, con las semanas, el entrenamiento diario en un equipo, podía ir mejorando. Nada de eso pasó. El día en que se puso la primera piedra de la nueva Videna, los periodistas pudimos ver la muy cercaba relación entre el técnico y el mediocampista, los mimos, la complicidad. Se dejaron grabar videos, donde Lozano luego apareció para decir que “aquí lo vamos a cuidar a Christian”. Y a un mes de la Copa América, xxx días sin tener equipo, algunos reporteros se llevaron a casa una teoría masticando: Cueva irá a la Copa América. Y al FPF iba a pagarle el seguro. Cueva devolvió el respaldo con chispazos, 60 días posteriores sin tener club, un escándalo mediático con su esposa y un hit que ya tiene 2.5M de reproducciones en YouTube.

La segunda derrota sí fue futbolística: su inflexible 3-5-2 que obligó, entre otras cosas, a que los futbolistas jóvenes con mejor presente en el extranjero no tengan sitio -Grimaldo o Reyna, que nunca alcanzaron los estándares de su gps-, o que la búsqueda en ese páramo que es la Liga 1 obligue a utilizar a Luis Advíncula como extremo por izquierda, o que el minucioso conocimiento del plantel de la U campeón 2023 lo encadene a convocatorias polémicas que, comparadas con otras posiciones, contradigan su propio filtro.

En el medio, la relación con Renato Tapia, el capitán sin cinta, quedó dañada desde el viaje a la Copa América. Una fuente al interior de Videna explica que “nunca se recompuso del todo”. El entorno del futbolista, el único crack peruano con regularidad en España desde los tiempos de Santiago Acasiete, suele decir que Fossati “no debió llegar a la seleccion”, pues su juego “no guarda relación con el histórico fútbol peruano”. Solo hubo diplomacia entre ellos, post episodio del seguro. Y allí, también se rompió una parte del grupo.

Fossati se irá al final de la Eliminatoria, pensábamos, pero ni siquiera llegó al verano del 2025: en estos días se despedirá del plantel y nada más. Solo dejará, acaso, la tesis renovada de que los procesos necesitan mayor respeto y, sobre todo, un ecosistema que forme futbolistas que hoy, salvo excepciones, la Liga 1 no tiene. Lo peor es que, ya sin Oblitas -gerencia-, ya sin Chemo -Unidad Técnica-, ya sin Paolo -la capitanía- y ya sin Fossati -el entrenador-, no solo estamos coleros: es el subsuelo.

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