lunes, diciembre 15

El ultraconservador, hijo de una familia de migrantes alemanes, obtuvo el 58,1% de los votos frente al 41,8% de la candidata de la coalición de centroizquierda, Jeannette Jara, en un proceso marcado por el sufragio obligatorio —aplicado por primera vez en una elección presidencial— y por un aumento significativo del voto blanco y nulo respecto de la primera vuelta de estos comicios.

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El candidato a la Presidencia de Chile por el Partido Republicano y Social Cristiano, José Antonio Kast, muestra su voto este domingo. (Foto: EFE)

¿Cómo se explica una victoria tan amplia y qué escenario se abre para el próximo gobierno chileno? Para responder a una serie de interrogantes, los analistas políticos Gilberto Aranda, doctor en Estudios Latinoamericanos y académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, y Paulina Astroza, doctora en Ciencias Políticas y Sociales y académica en la Universidad de Concepción, examinan las claves del triunfo de Kast y los eventuales efectos de este giro político en Chile y la región.

¿Cuáles son las claves que explican la holgada victoria de José Antonio Kast?

Paulina Astroza [PA]: El gobierno de Gabriel Boric generó expectativas muy altas que no logró satisfacer. Cometió errores relevantes, mantiene niveles elevados de desaprobación y, además, el rechazo a la nueva Constitución —a la que la administración se amarró fuertemente— hoy le pasa la cuenta. En ese contexto, un sector importante del electorado vio en Kast a alguien capaz de cumplir expectativas postergadas, especialmente en materias como orden, seguridad, control migratorio y crecimiento económico. Son temas que él viene instalando desde hace tiempo. No ganó en elecciones anteriores, pero esta vez el escenario nacional, regional e internacional se alineó a su favor. Hay un rechazo al gobierno de turno y, al mismo tiempo, una fuerte demanda por resultados. El desafío para Kast, como lo fue para Boric en su momento, es enorme, porque las expectativas que se están levantando con una votación tan contundente también son muy altas.

Gilberto Aranda [GA]: Hay una convergencia de factores. Por un lado, existe un voto de castigo o protesta contra la actual administración. Pero también pesa una crisis más profunda de expectativas y de demandas irresueltas, que se combina con el hecho de que la candidata en competencia [Jeannette Jara] provenía de un partido que genera desconfianza en ciertos sectores. La diferencia fue de casi 17 puntos. En cualquier caso, se trata del segundo balotaje más abultado de la historia reciente, solo superado por el del 2013, cuando Michelle Bachelet se impuso por 62% frente al 37% de Evelyn Matthei.

¿En qué medida este resultado responde a una adhesión al proyecto de Kast?

PA: Es una combinación de ambos factores. Hay rechazo al gobierno y a la izquierda, pero también una profunda desafección con la centroizquierda, que durante años dio gobernabilidad y crecimiento al país, pero que se fue alejando de la ciudadanía. Los partidos que hoy están en el gobierno no son los mismos de hace una década: se fragmentaron, entraron en crisis y deben preguntarse por qué la gente dejó de votar por ellos. El electorado no vota necesariamente por xenofobia o nacionalismo, sino porque busca soluciones concretas a sus problemas. Hoy esa esperanza se la está entregando a José Antonio Kast. Además, se supera el antiguo clivaje del “sí” y el “no” a Pinochet: muchos jóvenes votan por Kast sin una referencia directa a ese pasado. El nuevo eje es octubrismo versus orden.

GA: Existe un elemento clave: Kast supo interpretar al electorado, conectando con miedos sedimentados y expectativas no satisfechas. Es la articulación de esos elementos lo que explica el resultado.

¿Qué rol jugaron temas como la inseguridad, la inmigración y la situación económica en la definición del voto?

PA: Fueron los ejes centrales de la campaña. La última encuesta del Centro de Estudios Públicos, realizada en terreno en octubre de 2025, mostró que la principal preocupación ciudadana es la seguridad, seguida por la inmigración. También existe una fuerte inquietud por la expansión del crimen organizado y el narcotráfico, fenómenos que antes no estaban presentes en Chile. Aunque algunos delitos tradicionales han disminuido, la percepción de inseguridad sigue alta porque han surgido delitos más graves. Eso se reflejó claramente en la votación. Kast logró capitalizar ese temor desde una posición más securitaria y soberanista, característica de la ultraderecha.

GA: Kast instaló en el centro de su campaña la seguridad y la inmigración irregular, y muy rápidamente también la economía. No aborda estos fenómenos como un problema multidimensional —como solemos hacerlo desde la academia—, sino que los presenta como síntomas del deterioro del Estado y de la debilidad institucional para responder a estos desafíos. En coherencia con esa lectura, concentró su campaña en los temas que le dieron réditos electorales y eso se tradujo en una ventaja amplia.

¿La derrota de Jeannette Jara supone el cierre de un ciclo para la izquierda chilena o el inicio de una reconfiguración?

PA: Creo que es el cierre de un ciclo, sobre todo por la magnitud de la derrota. El escenario más adverso ya era un 58%-42%, que varias encuestas anticiparon con bastante precisión. El resultado refleja que la izquierda no logró movilizar ni siquiera a los jóvenes ni a los sectores populares que dice representar. Un porcentaje importante de esos votantes optó por Kast. Esto obliga a la izquierda a replantearse sus valores, el funcionamiento de sus partidos y el modelo de sociedad que propone. Durante la campaña, ese proyecto no quedó claro y la ciudadanía no confió en él.

GA: No lo veo como un cierre, sino como la consolidación de un nuevo ciclo político. Ese ciclo tiene un hito muy relevante en el 2019 —aunque se venía gestando antes— y confirma que no solo las nuevas fuerzas de izquierda desplazaron a las tradicionales, sino que hoy ocurre algo similar en la derecha. La derecha hiperconservadora —o radical, como algunos la llaman— relega a un segundo plano a la derecha tradicional, que no ha logrado decodificar la crisis del orden ni otras dimensiones del malestar. Los electores, primero por la izquierda y ahora por la derecha, han optado por nuevos partidos.

¿Qué significado político tiene el reconocimiento inmediato de la derrota por parte de Jara?

PA: Es una señal importante de responsabilidad política e institucional. Pero el trasfondo es más profundo: han pesado los casos de corrupción, el amiguismo, el nepotismo y la sensación de ineficiencia. Muchas de las prioridades que el gobierno instaló no coincidieron con las urgencias más básicas de la ciudadanía. La centroizquierda y la izquierda deben hacer una reflexión profunda. El poder no puede ser solo una lógica pendular; debe estar orientado al bien común, no simplemente a recuperar el gobierno en el próximo ciclo.

GA: Refuerza la predictibilidad del sistema y el respeto por las reglas institucionales. El mensaje de reconocimiento de la candidata derrotada hacia el ganador anticipa una transición ordenada, y sugiere que el proceso seguirá cauces institucionales, incluido un eventual encuentro entre el presidente electo, José Antonio Kast, y el mandatario en ejercicio, Gabriel Boric.

¿Con qué márgenes de gobernabilidad contará Kast en el Congreso para llevar adelante su programa?

PA: Los márgenes son muy estrechos. No tiene mayoría. En Diputados, el Partido de la Gente [Franco Parisi], que no apoyó a Kast en segunda vuelta, tiene 14 escaños y será clave para cualquier proyecto. Además, el fenómeno del discolaje —la indisciplina partidaria— se ha vuelto frecuente, incluso dentro de las propias coaliciones. Eso también podría afectar a la derecha. Por eso era tan importante una legitimidad popular amplia. Será clave cómo arme su gabinete y, en particular, quién asuma la Secretaría General de la Presidencia, encargada del vínculo con el Congreso. Todo indica que la “luna de miel” será corta.

GA: El resultado es un mandato popular inequívoco, pero se enfrenta a un Congreso fragmentado. En la Cámara de Diputados existe una mayoría relativa favorable a Kast, mientras que el Partido de la Gente, de Franco Parisi, será clave como fuerza bisagra para aprobar leyes. En el Senado, en cambio, la correlación es adversa. Por eso, la capacidad de generar acuerdos será central: primero dentro de su propio sector, articulando con la derecha tradicional, y luego en áreas sensibles, como política exterior, donde será necesario un diálogo fluido con el mundo. La votación fue contundente, pero la fragmentación legislativa obliga a la cautela.

¿Se podría hablar de tensiones institucionales o sociales que podrían emerger durante su mandato?

PA: Sí, especialmente si no aborda rápidamente la seguridad y el control migratorio, que fueron sus principales banderas. Hoy la fidelidad electoral no responde a identidades ideológicas estables, sino a la capacidad de los gobiernos para resolver problemas inmediatos. Si no se implementa pronto un plan de crecimiento económico, o si se aplica un ajuste fiscal que termine afectando beneficios sociales, habrá tensiones. Los primeros 100 días serán clave para ver si logra avances concretos en seguridad, fronteras y economía.

GA: Es esperable que se active un nuevo ciclo de movilizaciones, cuya intensidad dependerá en gran medida del tono y las respuestas del gobierno, especialmente en los primeros tres meses. El “movimientismo” de izquierda se ha ido acotando con los años, pero los primeros 100 días serán decisivos. Si hay respuestas rápidas y resultados concretos, la conflictividad podría contenerse. Sin embargo, Kast ha planteado un ajuste fiscal de US$6.000 millones en 18 meses, lo que es complejo y podría reactivar protestas. No hablo necesariamente de un estallido social, pero sí de un escenario en el que vuelvan manifestaciones que en los últimos años habían sido escasas.

Entonces, ¿qué señales iniciales debería dar Kast para tranquilizar a los sectores que observan con preocupación a la ultraderecha?

PA: Debería conformar un gobierno sin los sectores más extremos, como los libertarios encabezados por Johannes Kaiser. Un gabinete más cercano a la derecha tradicional y al centro permitiría construir un gobierno más convocante, incluyendo a la UDI, Renovación Nacional e incluso Evópoli. También es clave evitar vetos internos y las disputas históricas entre las derechas, que en el pasado terminaron debilitándolas desde dentro. Esas señales serían fundamentales para dar estabilidad.

GA: La principal señal es confirmar el diálogo. Kast ganó con una votación enorme, pero no controla el Congreso, especialmente el Senado. Tiene mayor margen en la Cámara de Diputados, pero aun así necesita acuerdos. Debe afirmar el diálogo primero con las derechas tradicionales y los sectores de centro, y luego con parte de la oposición. Reconocer esa realidad institucional puede generar tranquilidad. Ignorar las variables legislativas y sobrerinterpretar el mandato popular iría contra la tradición chilena de respeto institucional. En este país solamente dos veces tuvimos en el siglo XX quiebres institucionales. No es lo común.

¿Qué implicancias podría tener para el Perú y para la relación bilateral el anuncio de endurecer la política migratoria y promover deportaciones masivas?

PA: Es un tema complejo que requerirá diálogo político de alto nivel. Sin cooperación entre Chile, Perú, Bolivia y Argentina, es imposible enfrentar problemas como la inmigración irregular, el narcotráfico o la trata de personas. Si cada país adopta medidas unilaterales y se encuentra con una “muralla” al otro lado de la frontera, los problemas se agravan. Además, la crisis venezolana seguirá generando desplazamientos y mayor presión migratoria. Sin coordinación regional, la situación será inmanejable para todos.

GA: El Perú también está entrando en un ciclo electoral, y probablemente habrá sintonía en el plano económico. En materia migratoria, cualquier endurecimiento requiere cooperación internacional: no solo entre Chile y Perú, sino también con Bolivia. Kast ha hablado de deportaciones e incluso de “invitaciones” a abandonar el país, pero eso es inviable sin diálogo con los países vecinos, especialmente en la frontera norte. Lo mismo ocurre con Venezuela y la idea de vuelos de deportación masivos. Hay una cuota de efectismo en esos anuncios; habrá que ver cómo se traducen en políticas concretas.

Finalmente, ¿puede el triunfo de Kast tener un efecto demostración en otros países de América Latina?

PA: Sí, en un contexto regional donde el péndulo político se está moviendo hacia una derecha más radical. Ya lo vimos con Javier Milei en Argentina y con liderazgos como Bukele, que gozan de alta aprobación por sus políticas de seguridad. En ese marco, Chile —un país que históricamente evitó los extremos— podría convertirse en un caso observado con atención. El efecto contagio existe, pero dependerá del éxito del gobierno: si fracasa, el péndulo volverá a girar. América Latina ha oscilado históricamente entre extremos, y hoy, en una sociedad cada vez más líquida, los votantes cambian de opción con mayor facilidad y sin lealtades ideológicas rígidas.

GA: Kast combina un hiperconservadurismo con elementos de derecha radical, incluyendo rasgos nacionalistas. Propone un Estado más fuerte en materia de seguridad y control fronterizo, pero un Estado reducido en lo económico, bajo la lógica del Estado subsidiario, una tradición arraigada en la derecha chilena desde fines de la dictadura. Es decir, un Estado muy activo en lo securitario y limitado en la economía, salvo cuando el mercado no responde. En términos regionales, esto parece confirmar una tendencia: América Latina podría estar ingresando en una nueva ola de derechas, con distintas tonalidades y matices.

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