
Es un estante como el de cualquier casa, pero no tiene libros. Cada espacio está lleno de estuches negros de DVD, de esos que se pueden comprar en Polvos Azules y en el mercado del barrio, que estaban en todos lados antes de la proliferación del streaming. Y en cada estuche, una portada a color de calidad deteriorada. Podría hasta decirse que es un altar a la piratería, pero eso es reducir su significado. Es en realidad la pieza de una muestra de arte inspirada por la cultura popular japonesa, porque a inicios del 2000, el que no tenía una buena conexión a internet tenía que agenciarse de los discos para ver anime. Era la norma.
La pieza se exhibe en el contexto de “Esto no es fanart” (curaduría de Max Hernández), muestra colectiva de cinco artistas, Miguel Ángel Polick, Vanessa Karin, Kevin Chávez, Salima Black y Martín Tokeshi, que fueron influenciados en su adolescencia por el manga y el anime —la historieta y animación japonesa—, formas de expresión que resonaron con ellos. Artes que nacen de un sistema de producción industrial, donde los creadores tienen que cumplir cronogramas estrictos; con los años estas artes visuales han conseguido adeptos en todo el mundo, varios de los cuales dibujan a sus personajes y comparten el resultado con el mundo. Eso es el ‘fanart’.
“Normalmente se piensa que cuando a uno le gustan este tipo de cosas y hace arte, hace ‘fan art’, pero estamos explorando cosas que están más ligadas a la creación propia y original, pero que están inspiradas [en el anime]. El título de la exposición es para diferenciarlo”, contó a El Comercio Miguel Ángel Polick, el autor del mencionado estante. Él empezó a consumir anime por la televisión en los años 90, cuando llegaron al país historias como “Dragon Ball”, “Las guerreras mágicas” y “Los caballeros del zodíaco”.
Los estilos de la muestra son varios. Por ejemplo los óleos de Vanessa Karin reproducen la tonalidad de los colores de los animes, y en cuanto a forma la artista juega con los códigos del hentai, subgénero pornográfico del anime y el manga. “Me interesa el anime como una fuente de dónde sacar imaginario de mi pintura. Empieza por mi vida personal, porque iba al colegio católico, me enseñaban a seguir el dogma y ciertas costumbres, pero llegaba a mi casa y veíamos anime. De alguna manera tener esta ventana hacia ideas que no estaban influenciadas por el cristianismo me ayudó”, dijo.
Kevin Chávez apuesta por el material noble. La pieza que expone en la obra representa el vacío que deja una figura de acción al salir de su caja. Salima Black también se decanta por la pintura, aunque con elementos de ciencia ficción inspirados en la serie “Macross”. Martín Tokeshi en cambio presenta una pieza de cartón, con personajes reconocibles de múltiples series de ayer y de hoy.
La exposición no podía llegar en un momento más apropiado, ahora que el anime es tan influyente que ya no solo se hace en Japón. Netflix hace los suyos propios con talento norteamericano, como “Castlevania”. Además, que pronto llegará una nueva serie de la saga “Avatar: The Last Airbender”, otra historia con sabor japonés que no es asiática. Pareciera que el anime seguirá influenciando a creadores de todo el mundo. Esta muestra solo es el comienzo.
DATO
“Esto No es Fanart”. Del 26 de marzo al 17 de mayo.
Lugar: Alianza Francesa de Miraflores (Av. Arequipa 4595)
Entrada libre.