Lunes, Mayo 20

MIRA: “Los jugadores que pide Chemo para la Sub 20 ni siquiera son considerados en la Liga 1, así no puede realizar un trabajo adecuado” | OPINIÓN

El siglo veinte del fútbol no podría explicarse sin el legado de los tres. Decir que solo fueron personajes sería simplificar la complejidad de sus miradas, de su forma de interpretar un deporte que para la gran mayoría de técnicos se rige principalmente bajo las leyes pragmáticas del resultado obtenido. Tal vez ninguno de los tres inventó nada, pero cada uno fundó un sello, una perspectiva, un estilo. Y así alcanzaron el éxito. El Lobo era personalista, frontal («si quieres que algo te salga bien, llama a Zagallo); el Kaiser, metódico, meritocrático («nosotros no hemos inventado la magia, el alemán tiene que trabajar si quiere triunfar»); el Flaco, romántico, lírico, rebelde («el fútbol es espacio, tiempo y engaño»). Incluso sus atuendos en el banco parecían definir una actitud moral hacia la vida: el Lobo salía siempre con buzo deportivo, el Kaiser se disfrazaba de catedrático; y Menotti, con cigarro y chaqueta larga, parecía un bohemio salido del último café abierto.

Zagallo, que fue delantero de joven, supo inculcarle apetito ofensivo a la ‘Canarinha’, sin que por ello renuncie a su vistosidad inherente; en México 70, a pesar de disponer de un vasto número de habilidosos defendió a ultranza la idea de un conjunto solidario en constante movimiento. Menotti, también delantero en su día (llegó a compartir alineación con Pelé en el Santos), le inyectó a Argentina una mentalidad ofensiva que no tenía, pero además una serie de conceptos que se volvieron la base de su predicamento (como ‘el achique’, ‘las pequeñas sociedades’, o ‘la motivación y la dignidad’). Por su parte, Beckenbauer, que había sido un líbero cabal, dominador del espacio, guerrero y elegante, hizo que la Alemania campeona en Italia 90 fuese un equipo de principios: ordenado, no más contundente al atacar que al defender.

¿O deberíamos pensar que Didí fue nuestro Zagallo, Oblitas nuestro Beckenbauer y Gareca nuestro Menotti?

Quizá en países como el Perú profesionales como ellos resultan aún más admirables por la ausencia clamorosa de referentes locales. Nunca hemos tenido un técnico de jerarquía similar, ni por cosecha propia ni por importación del extranjero. ¿O deberímos pensar que Didí fue nuestro Zagallo, Oblitas nuestro Beckenbauer y Gareca nuestro Menotti? La analogía, lo sé, es temeraria.

Si algo añade grandeza a la memoria del Lobo, el Kaiser y el Flaco es que los tres fueron campeones mundiales representando a sus países, países cuyas federaciones jamás se plantearían contratar un técnico con otro pasaporte que no sea el de ese territorio. Es decir que estuvieron a la altura de un sueño conjunto, un proyecto nacional que disfrutaron a plenitud. También por eso la inmortalidad les está garantizada.

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