De otra forma, quizá los hábiles veteranos hubieran ganado para sí a la mayoría de delegados. No se hubiera presentado la ocasión para que el pueblo aprista -votaron 15,919 militantes- impusiera su versión interna del ‘que se vayan todos’.
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“No necesita volver a la escuela de oratoria del partido, ni para un refuerzo. Pero lo vemos desprovisto de algún encanto o carisma especial, le falta esa chispa de humor que encendía a Alan, esa cachita belicosa de la mejor época de Mauricio Mulder”
El triunfo de Enrique, por lo tanto, es una combinación de méritos propios con el antivoto de la casta aprista que, en los últimos años, ha estado asociada al fujimorismo.
Vamos a sus méritos: Valderrama se la ha pasado disertando, escribiendo artículos, nucleando gente, cultivando contactos.
A diferencia de los partidos novatos, para ascender en el APRA hay que conocer su historia, su parafernalia y su ritualidad, hay que chancar como chancaba Alan García. Enrique, por cierto, fue uno de los jóvenes que frecuentaron a Alan antes de su muerte en el 2019, cuando este dirigía la Escuela de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres (USMP).

Los apristas que han votado por él, se presume que en buena parte jóvenes (falta un análisis cualitativo de los resultados), lo han visto, por lo tanto, como una alternativa de renovación integrada a su historia.
En cambio, todavía hay veteranos que ven con recelo a Carla García, quien recién estrechó sus lazos con el partido luego de la muerte de su padre. Enrique lleva varios años como aprista chancón con estrellita en la frente.
Valderrama no es un contestario que apueste por un giro radical en el APRA. Su ascenso, por ahora -falta oírlo como candidato presidencial-, resuelta de un recambio generacional más que de un giro radical del partido.
Hasta donde lo he oído y leído, no encarna ni la vuelta del aprismo a sus orígenes de centro izquierda ni una evolución libertaria.
Enrique define al APRA como la ‘izquierda democrática’ nacional; pero su práctica fuera del partido lo ha llevado a predios de la derecha, escribiendo en Expreso y en su propio portal Punto de Encuentro, además de haber colaborado con la Coordinadora Republicana. Es decir, Valderrama aparece ligado al panorama de la derecha que reivindica al segundo gobierno de Alan García, no al ala izquierdista del partido que clama por actualizar el lema hayista de ‘justicia social’.

Hecha la elección que puso a Enrique en el candelero, ahora los apristas se preguntan cómo diablos saltarán la valla con este desconocido.
El ‘partido del pueblo’ perdió el encanto y el rumbo tras el segundo gobierno de García, a pesar de sus logros que destacan por contraste con todo lo que vino después. Alan -a su pesar- candidateó en el 2016 en alianza de veteranía limeña con el PPC y apenas saltó la valla.
En el 2021 los apristas ni siquiera tuvieron la ocasión de saltarla con su candidata Nidia Vílchez, pues fueron excluidos de la contienda por presentar su lista a última hora. Es muy probable que, de ser incluidos, tampoco la hubieran saltado.
Mueva la cintura, señor
Así las cosas, ¿acaso el serísimo Enrique entusiasmará a los desafectos y desmelenados jóvenes del Perú cómo lo ha hecho con los politizados jóvenes del partido? Luce inteligente y muy bien articulado, respondiendo con frases cortas y contundentes cuando cabe, explayándose cuando debe.

No necesita volver a la escuela de oratoria del partido, ni para un refuerzo. Pero lo vemos desprovisto de algún encanto o carisma especial, le falta esa chispa de humor que encendía a Alan, esa cachita belicosa de la mejor época de Mauricio Mulder y que, con su variante más leguleya, también posee Jorge del Castillo.
Tampoco tiene Valderrama alguna pequeña épica personal que exhibir, ni una chapa para el autoescarnio marketero. ¿Cómo el ‘chiquiviejo’ Sr. Valderrama podría competir en viralidad con un Porky o un Muerto Fresco? Su equipo tendrá un gran reto para darle vida y personalidad más allá del discurso, para moverle la cintura. El muy correcto abogado Valderrama se ha formado en la USMP, el campus favorito del aprismo, que no se caracteriza por cultivar el gen disruptivo y contestatario que a todo candidato le viene a pelo.
Es una incógnita qué pasará cuando Enrique busque proyectarse nacionalmente. Es cierto que la campaña interna lo llevó a algunas plazas y pudo reunir recursos económicos para ello. Incluso hizo -como ninguno de los otros candidatos del partido- la presentación de su equipo técnico en San Juan de Lurigancho con alrededor de 45 profesionales.
El APRA de Valderrama sigue siendo un partido de las clases medias con educación, pero se ha difuminado su identidad y rumbo. Su candidato tendrá que reencontrarlos en la campaña.













