
Estaba feliz en su nuevo barrio. Apenas hace unos meses, recién mudada a un edificio cerca al Campo de Marte, Élida Román se paseaba por las mesocráticas calles de Jesús María, fascinada por sus quintas, sus jardines y otros detalles. Caminaba con la energía de una persona que no aparenta sus 83 años de edad, y compartía su alegría por esta nueva etapa de su vida sentada en un café del mismo distrito, repartiendo anécdotas y recuerdos con la habilidad de los mejores conversadores.
Argentina de nacimiento, socióloga de formación, Román llegó al Perú cuando tenía apenas 25 años y –salvo cortas temporadas– no se movió más de aquí. A fines de los años 60 comenzó su vínculo con el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima (IAC), ente al que permaneció vinculada hasta su transformación en el actual MAC de Barranco. También fue directora cultural de la Municipalidad de Miraflores, directora de la galería del INC, y del Museo de Arte Italiano. Curó innumerables muestras, fue comisaria en bienales, cultivó la crítica y, en general, fue una incansable promotora del arte en nuestro país.
“Es, sin duda, una figura clave de los últimos 60 años del arte en el Perú –afirma Jorge Villacorta, curador también, que colaboró con ella en más de una ocasión–. Con el tiempo, Élida pasaría a ser la más destacada galerista limeña, en la Galería 9, ubicada en la avenida Benavides. Durante los 12 o 14 años de existencia de dicho espacio, podría decirse que modeló cierto coleccionismo limeño. Hay que recordar que, probablemente, la figura más importante de la Galería 9 era Fernando de Szyszlo. Y ser galerista de Fernando en los años 80 era tener un rol muy importante”.
Villacorta también la recuerda por su faceta crítica en diferentes medios, incluidas las páginas de El Comercio, en donde escribió por años. “Élida entregó un número muy grande de textos que revelan una vastedad de intereses propios, y de recursos en la construcción de un texto crítico siempre muy legible, que también reconocía las interrogantes que toda obra de arte plantea. Su escritura era muy cuidadosa y fina al evaluar lo que un artista entrega en una determinada exposición, siempre dejando abierta la posibilidad del desarrollo futuro de la obra artística”.
En defensa de la memoria
A lo largo de su trayectoria, Román mostró un riquísimo conocimiento sobre la historia del arte, pero también sobre otras disciplinas (era gran conocedora sobre música, literatura, cine); les prestó atención a diferentes manifestaciones del arte popular en épocas en que se las solía marginar; y destacó también por su singular mirada a tópicos específicos, como su interés en el bodegón. “El hombre necesita ordenar el mundo para manejarlo”, decía sobre este tipo de obras, que ella detectaba en los promontorios de cacaos en la cerámica norteña, y en los puestos de frutas y verduras de los mercados. “Ahí están los grandes bodegones de la actualidad”, resaltaba con ingeniosa agudeza.
Pero por sobre todas las cosas, Román expresó siempre su preocupación por reivindicar a artistas que fueron diluyéndose en el tiempo y que ella se encargó de rescatar. “Una grave carencia actualmente es el olvido y el desentendimiento”, repetía como un mantra sobre la necesidad de recordar a nuestros artistas, de sacarlos a la luz frente a la desidia de un sistema muchas veces amnésico, displicente y mezquino.
Inteligentísima, memoriosa y mordaz, Élida fue una presencia constante en los diferentes espacios artísticos de la capital hasta hace solo unas semanas. Vivía sola, y una enfermedad deterioró su salud de manera fulminante al punto de que, en febrero pasado, tuvo que ser internada en el hospital Santa Rosa, en Pueblo Libre. Lamentablemente, y pese al apoyo solidario de sus allegados, Román falleció la mañana del martes en el mencionado centro de salud. La comunidad artística peruana le debe muchísimo, y es por eso que su ausencia se sentirá incluso entre generaciones venideras. Que descanse en paz.
Sepa más
El velatorio de Élida Román se llevará a cabo este martes 18 de marzo, a partir de las 5:30 p.m., en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima (Malecón de la Reserva 924, Miraflores).