Sábado, Febrero 22

Cuando pensamos en el calor, solemos asociarlo con días soleados, vacaciones y tardes junto al mar. Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado cómo las altas temperaturas pueden influir en tu mente y emociones? La realidad es que, cuando el termómetro sube, no solo el cuerpo siente el impacto, sino que nuestra mente también se ve profundamente afectada. No es casualidad que durante una ola de calor nos sintamos más irritables, ansiosos o cansados, o que tareas simples nos cuesten más trabajo. Sin duda, estos cambios no son simples “días malos”, sino una respuesta directa de nuestro cerebro al estrés térmico.

El calor, más allá de hacernos sudar y recordarnos la necesidad de mantenernos hidratados, tiene un impacto directo en nuestra química cerebral y en cómo percibimos el mundo a nuestro alrededor. Según explicó el doctor Thomas Waters, médico de urgencias de Cleveland Clinic a Bienestar, el calor extremo puede provocar una disfunción cerebral o encefalopatía, lo que resulta en una serie de cambios significativos en el pensamiento y en el comportamiento. Por ello, estos efectos no solo repercuten en el bienestar físico, sino también en el emocional, al incrementar la sensación de estrés y malestar general.

“Cuando las temperaturas son muy altas, el cuerpo trabaja intensamente para mantener la temperatura interna equilibrada. Este esfuerzo adicional puede causar cansancio mental, dificultar la concentración y aumentar los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esto puede hacernos sentir más irritados y ansiosos, afectando directamente nuestro bienestar emocional. Además, diversos estudios han demostrado que las olas de calor están asociadas con un aumento de problemas, como insomnio y cambios de humor, lo que impacta negativamente en nuestra salud mental”, expresó Vanessa Román Garcilazo, psicóloga del Centro Psicológico SANA.

¿Cómo afecta el calor a nuestra mente y emociones?

De acuerdo a Fernando Lizárraga, neurólogo de la Clínica Internacional, el cerebro, como órgano vital, requiere de una gran cantidad de glucosa y oxígeno para funcionar adecuadamente, además de una temperatura corporal estable, generalmente entre 36.5°C y 37°C. Básicamente, este equilibrio es mantenido por un centro regulador ubicado en el hipotálamo, encargado de ajustar la temperatura corporal en respuesta a los diversos cambios en el ambiente.

Por lo tanto, cuando la temperatura aumenta, como en el verano o durante las olas de calor extremo, el hipotálamo activa diversos mecanismos de termorregulación para evitar el sobrecalentamiento, como la vasodilatación, en la cual los vasos sanguíneos se dilatan para disipar el calor a través de la sudoración. Sin embargo, este proceso puede reducir la presión arterial, disminuyendo el flujo del oxígeno y la glucosa hacia el cerebro, lo que genera varios efectos adversos: dolor de cabeza, mareos y vértigos, náuseas y vómitos, debilidad y fatiga y disminución del rendimiento cognitivo.

“El esfuerzo del hipotálamo por mantener la homeostasis puede llevar a una sobrecarga en sus funciones. Durante episodios de calor extremo, el cerebro concentra gran parte de sus recursos en regular la temperatura corporal, lo que puede ocasionar que otras áreas, como las responsables del pensamiento, la cognición y la regulación emocional, disminuyan su actividad. Esto puede traducirse en alteraciones en la capacidad para regular las emociones y en el procesamiento de información, lo que aumenta la vulnerabilidad a problemas como irritabilidad, ansiedad y, en casos extremos, golpes de calor”, aseguró la neuróloga de la Clínica Ricardo Palma, Carol Oses.

Asimismo, como señaló Román, cuando la temperatura aumenta, nuestro organismo entra en un estado de estrés térmico que activa el sistema nervioso simpático y eleva la producción de cortisol, lo genera sensaciones de hiperactividad, ansiedad, nerviosismo e incluso dificultades para relajarse. El aumento de esta hormona también afecta el funcionamiento de la corteza prefrontal, el área encargada de tomar decisiones y mantener la concentración, por lo que este desbalance puede dificultar la capacidad de enfocarse y llevar a cabo tareas programadas.

“Básicamente, el calor extremo puede causar disfunción cerebral, lo que afecta directamente las funciones cognitivas. Cambios como la confusión, la agitación y la agresión son signos de que las capacidades cognitivas están comprometidas. La encefalopatía inducida por el calor interfiere en el pensamiento lógico, la memoria y la capacidad para tomar decisiones claras. Esto ocurre porque el cerebro no puede autorregularse de manera efectiva cuando las temperaturas corporales son extremadamente altas. Por ejemplo, la disminución de la memoria se debe a que, el calor puede generar deshidratación y falta de buena oxigenación en el cerebro, motivo por el cual, se dificulta la posibilidad de recordar la información”, afirmó el doctor Waters.

Por otro lado, el estrés térmico también interfiere con la producción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, fundamentales para el estado de ánimo, el sueño, el apetito y la motivación. Por esta razón, como mencionó la psicóloga, un desequilibrio en estos neurotransmisores puede provocar emociones más intensas, como tristeza, irritabilidad y ansiedad, así como dificultades para manejar el estrés de manera efectiva,

Desde luego, esto puede traer consigo una serie de repercusiones en el bienestar, ya que influye significativamente en nuestras relaciones interpersonales o en la forma en que socializamos, disminuyendo así nuestro nivel de tolerancia emocional y aumentando la irritabilidad. Por lo tanto, como resultado es más probable que surjan conflictos y alteraciones en nuestras interacciones actuando menos pacientes y más impulsivos.

“El calor extremo también dificulta el sueño al elevar la temperatura del cuerpo, interrumpiendo así los procesos naturales de relajación, lo que a su vez aumenta los niveles de irritabilidad, ansiedad y estrés. En concreto, la alteración del ciclo del sueño tiene un impacto significativo en la regulación emocional, por lo que la falta de descanso adecuado puede agravar problemas emocionales y físicos. En el caso de personas con TDAH, la dificultad para dormir puede intensificar los síntomas, afectando aún más su capacidad para gestionar sus emociones y mantener un buen funcionamiento diario”.

¿Quiénes son más propensos a sufrir alteraciones emocionales por el calor?

El calor extremo puede afectar de manera diferente a las personas según la edad, el género y el estado de salud, siendo más vulnerables los adultos mayores, los niños pequeños y aquellos con enfermedades preexistentes. Según Lizárraga, los adultos mayores tienen mayor riesgo debido a una capacidad reducida para regular la temperatura corporal y la prevalencia de enfermedades crónicas. Mientras que, los niños pequeños son más susceptibles porque sus sistemas de termorregulación aún están en desarrollo.

Además, las personas con condiciones de salud preexistentes, como enfermedades cardiovasculares, respiratorias, neurológicas o metabólicas, por ejemplo, diabetes, tienen mayor probabilidad de sufrir complicaciones graves.

Por su parte, la psicoterapeuta, Liliana Tuñoque refirió que, las altas temperaturas pueden agravar trastornos mentales, como la ansiedad, la depresión y el estrés postraumático, así como enfermedades neurológicas preexistentes, como la esclerosis múltiple y la epilepsia. Esto se debe a que el calor puede aumentar la inflamación cerebral y alterar la actividad neuronal, empeorando así los síntomas de estas enfermedades, agregó el doctor Waters.

“Por ejemplo, las personas que padecen de demencia, incluyendo el Alzheimer, también pueden verse comprometidas por las olas de calor, ya que las altas temperaturas pueden aumentar la confusión y la desorientación en estos pacientes, al igual que puede ser perjudicial para aquellos con algún trastorno del sueño, como el insomnio. La razón principal es que el calor incrementa el estrés fisiológico, lo que pone una mayor carga sobre el sistema nervioso central, que ya está afectado por la enfermedad preexistente”, sostuvo el neurólogo de la Clínica Internacional.

¿Cómo saber si el calor está afectando nuestra salud mental?

El calor extremo puede afectar negativamente tanto la salud física como la mental. Por ello, es crucial estar atentos a ciertos signos de alerta que podrían indicar que el calor está afectando nuestra salud mental y emocional. Entre ellos se incluyen:

Cambios en el estado de ánimo y comportamiento:

  • Irritabilidad extrema, ansiedad intensa o agitación.
  • Depresión, aislamiento social o agresividad.
  • Insomnio o dificultad para relajarse.

Dificultades cognitivas:

  • Confusión o problemas para concentrarse.
  • Dificultad para pensar con claridad.

Fatiga y agotamiento físico:

  • Fatiga constante, mareos o desmayos.
  • Náuseas, vómitos o debilidad extrema.

Síntomas específicos en niños:

  • Aburrimiento, sofoco, cansancio extremo o dificultad para sentirse tranquilos.

Otros indicadores físicos:

  • Aumento de la frecuencia cardíaca.

“Es importante estar atentos a estos cambios y tomar medidas para proteger nuestra salud mental, ya sea buscando espacios frescos y mantenernos hidratados. En casos graves, como confusión, comportamiento agresivo o debilidad extrema, se requiere atención médica inmediata, ya que podrían ser señales de disfunción cerebral causada por el calor”, añadió el experto de Cleveland Clinic.

¿Cómo proteger nuestra salud emocional durante el calor extremo?

Durante las épocas de calor extremo, implementar estrategias efectivas para proteger nuestra salud física y emocional es clave. Por ello, mantener el cuerpo fresco y protegido incluye hidratarse con regularidad, evitar actividades extenuantes en las horas más calurosas, usar ropa ligera de colores claros, buscar espacios frescos y limitar la exposición al sol.

“Es fundamental tomar medidas específicas para grupos vulnerables, como los niños, los adultos mayores y las personas con enfermedades neurológicas. Los niños deben evitar jugar al aire libre durante las horas más calurosas, y los adultos mayores deben tener acceso a ambientes frescos y estar bajo supervisión para garantizar su hidratación. Además, las personas con condiciones preexistentes deben ser vigiladas para prevenir deshidratación o complicaciones”, recalcó el doctor Waters.

Por su parte, Lizárraga destacó la importancia de dormir bien en un ambiente fresco y oscuro para mantener el cerebro en óptimas condiciones. Además, resaltó el beneficio de una dieta equilibrada, el uso de ventiladores o sombra, y la moderación en el ejercicio físico como formas de mitigar el impacto del calor.

Mientras que, desde una perspectiva emocional, Vanessa Román recomendó tomar descansos regulares y practicar técnicas como mindfulness o yoga para reducir el estrés asociado al calor extremo. También enfatizó la importancia de mantener rutinas de sueño saludables y de ser consciente de cómo el calor afecta el estado de ánimo, evitando decisiones impulsivas o situaciones conflictivas en momentos de irritabilidad.

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