
LEE TAMBIÉN: La tragedia aérea de Lima que opacó la visita de la realeza japonesa y del presidente de la Liga de Naciones
MIRA ADEMÁS: ¡Tragedia en el aire!: el terrible accidente de un alférez FAP que murió carbonizado cuando manejaba un avión supersónico en 1956
El Comandante FAP Winston San Martín Canales y el Capitán FAP Mauricio Pérez Velarde estaban en un vuelo de preparación a las afueras de Lima, aquella tarde del viernes 17 de diciembre del 2004, al lado de otras dos SU-22. Los expertos pilotos practicaban para intervenir en un “festival aeronáutico” que se realizaría el miércoles 22 de ese mismo mes, en la base Las Palmas, en Surco, como actividad de fin de año.
SEPA TAMBIÉN: El día que dos aviones de la FAP chocaron en Pisco al intentar una maniobra acrobática
Según los testigos de esa agonía en el aire, los hechos acontecieron aproximadamente a las 3 y 15 de la tarde, y en esas circunstancias los militares de la FAP salvaron de una tragedia mayúscula a unos 500 estudiantes del “Centro Educativo 6023”, la mayoría de los cuales estaba en pleno recreo. Allí, cerca del río Lurín, todos fueron testigos de su último acto heroico.
LEE ADEMÁS: A 50 años del trágico accidente aéreo de Lansa que enlutó al Perú y Estados Unidos
LA DESGRACIA DE LOS PILOTOS FAP EN EL CIELO DE LURÍN
Los FAP San Martín y Pérez habían despegado de la base Las Palmas a las 3 de la tarde. El SU-22 que pilotaban comenzó con un sobrevuelo por la ciudad de Lima, al lado de los otros dos aviones similares. Los vieron en los distritos de Santiago de Surco, Miraflores, San Isidro y San Miguel, en esa línea.
Quince minutos después, el trío aéreo ya estaba en la zona sur de Lima, por sobre las cabezas de los vecinos del AA.HH. “Julio C. Tello”, a la altura del Km. 28.5 de la Carretera Panamericana Sur. Desde el aire se veía a una joven población surcada por numerosas torres de alta tensión y telefonía, así como postes de alumbrado público y algunas casas de material noble.
Desde tierra, los testigos indicaron que, primero, vieron que las tres aeronaves se separaban: dos de ellas se alejaron y una de ellas se retrasó extrañamente. Entonces vieron fuego en la parte trasera del SU-22 de San Martín y Pérez, y cómo el piloto (San Martín) bajó la nariz del avión. En tanto, el copiloto (Pérez) hacía señales de advertencia a la población con dos pequeñas banderas rojas.
Esa agitación de Pérez hizo que un grupo de niños que jugaban en la pampa del sector 28 del “Julio C. Tello” corriera a sus casas, asustados. Los hombres de la FAP hicieron todo tipo de maniobras para impedir que su avión se estrellara contra las viviendas.
Ese fue el motivo por el que la aeronave, envuelta en fuego, cayó milagrosamente a 20 metros de la zona habitable, donde vivían unas 20 mil personas. Igual, no se pudo evitar que los fragmentos del fuselaje que salieron disparados dañaran una decena de sencillo hogares.
MIRA TAMBIÉN: El impactante caso del niño que sobrevivió tres días atrapado en un desagüe y fue lanzado al río Rímac en 1978
LAS VOCES DE LOS VECINOS DE LURÍN
La Policía y los bomberos recogieron desgarradores testimonios: en uno de ellos se señalaba claramente que el copiloto trató de activar su paracaídas, pero fue muy tarde. El impacto lo sorprendió en el intento. En otro relato se indicaba que el piloto sobrevivió unos segundos, pero las intensas llamas que envolvieron al SU-22 acabaron con su vida.
Las autoridades comprobaron que solo hubo daños materiales en las casas, y daños personales mínimos como heridas y cortes entre los vecinos. El escenario, con el fuselaje a la vista de todos, causaba tristeza y miedo al mismo tiempo por lo que habría ocurrido si el SU-22 impactaba en las habitaciones, salas o baños de los lurinenses.
SEPA ADEMÁS: Las sorprendentes reflexiones del mejor cronista de los años 20 en El Comercio sobre el periodismo
Ese 17 de diciembre del 2004, poco antes de las 3 y 15 de la tarde, Nelly Azabache conversaba con su familia cuando escuchó la explosión de un avión en el cielo. Al buscar a su hijo Aldair, una turbina cayó en su casa, pero su familia estuvo a salvo.
Otras piezas del SU-22 cayeron en viviendas cercanas, como un ala que destruyó el techo de la casa de Soledad Conde, aunque ella y su familia estaban lejos. Robin Pérez, quien también sufrió la explosión, describió la experiencia como un “infierno” mientras corría con sus hijos para escapar del fuego que consumió su hogar.
¿QUIÉNES ERAN EL COMANDANTE SAN MARTÍN CANALES Y EL CAPITÁN PÉREZ VELARDE?
San Martín tenía una larga experiencia en el manejo de diversas aeronaves, incluso, cuando poseía el grado de capitán, había participado en la “Guerra del Cenepa” y llegó a realizar varios sobrevuelos en campo enemigo. El comandante formaba parte del Escuadrón 111 de la FAP.
MÁS INFORMACIÓN: Francisco Graña: el brutal asesinato del director de “La Prensa” en Pueblo Libre que conmocionó al Perú en 1947
A su copiloto, Pérez, también lo respaldaba su manejo del SU-22 porque al ser piloto de este tipo de aeronave se había desempeñado, al igual que San Martín, como instructor en unidades como EM B-312 Tucano del Grupo 51 o Cessna A-37B Dragonfly del Grupo 7.
Ambos pilotos formaban parte del grupo de aviadores que una vez al año viajaba a Rusia para recibir instrucción en el simulador de vuelo en la ciudad de Krasnodar, a orillas del Mar Negro. Allí, junto a experimentados pilotos de Angola, Uzbekistán y Tayikistán, eran instruidos por veteranos soviéticos.
¿CÓMO ACABÓ EL CASO?
La FAP demoraría en revelar las causas del accidente de Lurín; pero ya para entonces se reconocía que la flota de aviones SU-22 era antigua. Semanas después llegaron a la conclusión de que todo sobrevino por “fallas técnicas” y “mantenimiento” de la unidad SU-22 que pilotaron los oficiales del aire San Martín y Pérez.
A raíz de esa lamentable tragedia, se firmaría en abril del 2004, al mes siguiente, el convenio de cooperación técnica y militar entre el Perú y la Federación Rusa, para reparar y dar mantenimiento a los helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas.
VIDEO RECOMENDADO
Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.
En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.
Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.