sábado, diciembre 6

Cuatro años después de abandonar la Casa Blanca, Jared Kushner ha vuelto a ocupar un lugar central en la diplomacia estadounidense. Su presencia en Egipto, como parte de la delegación que ha negociado la tregua en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes cautivos en el enclave palestino por parte de Hamás, marca el retorno del yerno de Donald Trump a un tablero que conoce bien: el de la geopolítica del Medio Oriente.

Kushner no ocupa ningún cargo formal en la administración Trump, pero ha actuado como asesor cercano al presidente republicano desde su regreso al poder el pasado 20 de enero. Su viaje a territorio egipcio a inicios de este mes ha sido interpretado como señal de una reaparición en el centro de la estrategia estadounidense. La Casa Blanca lo avala, pese a las críticas sobre un posible conflicto de intereses entre sus negocios en la región árabe y su papel como mediador.

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A sus 44 años, Kushner ha forjado una relación directa con varios de los líderes árabes más poderosos —en especial en Arabia Saudita, Qatar, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos— gracias a su rol en los Acuerdos de Abraham en el 2020, que normalizaron las relaciones diplomáticas entre Israel y diversos países del Golfo. Aquella experiencia, que le otorgó un acceso privilegiado a los centros de poder de las naciones árabes, es la que hoy en día lo devuelve a la primera línea.

Steve Witkoff y Jared Kushner, los hombres de máxima confianza del mandatario y arquitectos del plan negociado en Egipto (FOTO: AP)

Durante la última semana, el exasesor presidencial ha permanecido entre El Cairo y la joya del mar Rojo, Sharm el-Sheij, donde se desarrollan las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás, coordinadas por Egipto, Qatar y Estados Unidos. El sábado, Kushner se desplazó a Tel Aviv junto a su esposa Ivanka Trump y Steve Witkoff, el magnate inmobiliario y enviado especial de Trump en Medio Oriente, con quien ha compartido un esquema de trabajo diplomático, pero basado también en sus experiencias empresariales.

Ambos también visitaron el sur de Israel, donde se reunieron con autoridades militares y humanitarias para evaluar las zonas donde se realizará la entrega de los rehenes y las condiciones de seguridad en torno a la franja de Gaza.

Este lunes, Donald Trump arribará a Jerusalén, donde hablará en la Knéset (Parlamento) y, posteriormente, viajará a Sharm el-Sheij, donde acudirán más de 20 importantes dirigentes del mundo a fin de apoyar la puesta en marcha del principio de acuerdo entre Israel y Hamás.

Doha, un punto de quiebre

El proceso de negociación en busca de la paz para Gaza tiene un origen en setiembre, luego del bombardeo israelí en Doha que estuvo cerca de acabar con una delegación del movimiento islamista palestino Hamás reunida para diálogos estancados con mediadores de otras naciones árabes. El incidente desató la indignación en la región y obligó a Trump a ordenar a su delegación a acelerar la redacción de un plan para dar fin a la guerra.

Fue en ese momento que Jared Kushner y Steve Witkoff reactivaron sus canales de contactos en el mundo árabe y dieron inicio al desarrollo del plan de 20 puntos que serviría de base para el acuerdo que hoy se viene implementando.

La agencia de noticias EFE reveló que el plan fue elaborado en Nueva York, en un hotel próximo a la residencia de Kushner, y luego sometido a revisión por líderes de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Qatar, Jordania y Turquía durante la Asamblea General de la ONU, que inició el 9 de setiembre. Las negociaciones posteriores con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, fueron bastantes complejas, pero, finalmente, el borrador llegó a ser aprobado a finales del mes pasado.

El documento incluye el alto el fuego inmediato, que ya entró en vigor, la liberación de los 48 rehenes, vivos y muertos, en manos de Hamás y la excarcelación por el Estado hebreo de 2.000 prisioneros palestinos. También está contemplada una retirada parcial del Ejército israelí del devastado enclave. Asimismo, en una segunda fase se debe abordar la desmilitarización de la franja de Gaza y la creación de una fuerza internacional de estabilización con apoyo árabe y supervisión estadounidense.

Cabe destacar que el punto de inflexión llegó en Egipto. Durante la madrugada del miércoles 9 de octubre, luego de aproximadamente veinte horas de negociaciones ininterrumpidas en Sharm el-Sjeij, las delegaciones israelíes y de la agrupación islamista palestina empezaron a ceder terreno.

Kushner y Witkoff, presentes en la sala, contactaron rápidamente a Trump para que interviniera telefónicamente y presionara para el cierre del trato. “Estar allí fue clave. Por Zoom nunca lo habríamos logrado”, sostuvo una fuente cercana a la delegación estadounidense a la agencia EFE.

Horas después, el presidente estadounidense anunció el acuerdo a través de su red Truth Social, presentándolo como “el primer paso hacia una paz duradera en Medio Oriente”. Su discurso, más político que diplomático, subrayó la idea de que el presidente buscaba no solo detener la guerra, sino consolidarse como “pacificador global”, incluso con la vista puesta en el Premio Nobel de la Paz, que al final el Comité Noruego del Nobel entregó el viernes a la lideresa de la oposición venezolana, María Corina Machado.

Entre la diplomacía y los negocios

La reaparición de Jared Kushner no ha estado exenta de polémica. La cadena de televisión France24 y el diario “The New York Times” subrayan que su rol plantea interrogantes sobre los límites entre el servicio público y los intereses privados. Desde que dejó la Casa Blanca en el 2021, Kushner fundó Affinity Partners, un fondo de inversión respaldado con más de 2.500 millones de dólares provenientes de fondos soberanos de Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, desestimó las críticas y defendió su labor como “un acto noble”, al señalar que el yerno de Donald Trump “dona su tiempo y energía para asegurar la paz mundial”. Sin embargo, la ambigüedad de su posición —sin un cargo oficial, pero con acceso directo al presidente republicano y a los líderes árabes más influyentes— alimenta el debate sobre su verdadera repercusión y sobre los intereses económicos que podrían derivarse en la reconstrucción de la franja de Gaza.

Durante una conferencia en Harvard en el 2024, Kushner manifestó que “las propiedades frente al mar en Gaza podrían ser muy valiosas algún día”, una frase que actualmente resuena con fuerza frente a los planes de reconstrucción para el enclave palestino que estudia Washington junto a aliados del Golfo.

Para sus críticos, su visión de la región está guiada más por una lógica de negocio, de forma empresarial, que por una comprensión de lo que ha vivido el pueblo palestino. En tanto, para sus defensores, representa el pragmatismo necesario para romper décadas de estancadas relaciones diplomáticas.

La apuesta de Washington, con Kushner como pieza visible, combina diplomacia y cercanía empresarial con las naciones árabes. Si el acuerdo se consolida, frente a una segunda fase que el mismo Hamás ha adelantado que será “difícil” de superar, Trump podrá presentarse en un futuro cercano como el presidente que logró detener la guerra más sangrienta de Medio Oriente en décadas; si fracasa, quedará la imagen de un intento arriesgado liderado por un equipo más cercano al mundo de los negocios que al de la diplomacia tradicional.

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