
Para ser un buen escritor hay que ser un buen lector. Así opinaba Mario Vargas Llosa a poco más de dos décadas de su debut como novelista. Era 1987 y el escritor acababa de viajar a Europa cuando dialogó con El Comercio sobre el proceso que seguía para poner una palabra delante de la otra y que, al final, todo tenga sentido.
Para los entendidos no existe una fórmula para ser escritor. No obstante, alguien con el orden y disciplina de Mario Vargas Llosa ―atribuido no en poca medida a su formación en el Colegio Militar Leoncio Prado―, sí existía un método, o por lo menos unas pautas sin las que su trabajo no hubiese avanzado al ritmo al que estaba acostumbrado, ni publicado obras como “La ciudad y los perros”, “Pantaleón y las visitadoras”, “Historia de Mayta” o “La fiesta del Chivo”. Él expuso sus “secretos” en repetidas ocasiones, sea en entrevistas, sea en libros; para muestra queda “Cartas a un joven novelista”, título que hace referencia a la seminal “Cartas a un joven poeta” de Rainer Maria Rilke, por lo didáctico.
A continuación, algunas claves sobre el oficio de escribir dichas por Mario Vargas Llosa:
El narrador y el diálogo
“Es raro, casi imposible, que una novela tenga un narrador. Lo común es que tenga varios, una serie de narradores que se van turnando unos a otros para contarnos la historia. (…) En todo dialogo entre personajes privado de acotaciones, hay una muda espacial, un cambio de narrador. Si, en una novela en que hablan Pedro y Maria, narrada hasta este momento por un narrador omnisciente, excéntrico a la historia, se inserta de pronto este intercambio:
—Te amo, Maria.
—Yo te amo también, Pedro.
por el brevísimo instante de proferir aquella declaración de amor, el narrador de la historia ha mudado de un narrador-omnisciente (que narra desde un él) a un narrador-personaje, un implicado en la narración (Pedro y Maria), y ha habido luego, dentro de ese punto de vista espacial de narrador-personaje, otra muda entre dos personajes (de Pedro a Maria), para retornar luego el relato al punto de vista espacial del narrador-omnisciente”. [Cartas a un joven novelista”, 1997.]
“Un autor es un personaje de carne y hueso y un narrador es solo un personaje de palabras que solo existe mientras dura esa historia que cuenta”. [El Comercio, 9 de marzo del 2008.]
Entre la memoria y la ficción
“Lo característico de una novela es que al final el escritor no puede discernir entre aquello que procede exclusivamente de la imaginación y lo que [es de la] memoria. Y eso es porque en el proceso de escribir ambas cosas se van fundiendo hasta formar algo completamente distinto”. [El Comercio, 2 de agosto de 1987.]
“La raíz de todas las historias es la experiencia de quienes inventan lo vivido. No hay excepciones a esta regla y que por lo tanto la invención químicamente pura no existe en el dominio literario, [porque todas las ficciones] son arquitecturas levantadas por la fantasía y la artesanía sobre ciertos hechos, personas circunstancias que marcaron la memoria del escritor y pusieron en movimiento su fantasía”. [El Comercio, 14 de noviembre de 1997.]
“Sé que la realidad en la literatura es una ficción, pero para mí es imposible concebir una historia que no me remita, al menos en la memoria, a un modelo vivo. Por eso hago un trabajo de documentación tan amplio. Necesito cierta seguridad para poder inventar”. [El Comercio, 21 de noviembre del 2001.]
Motivación y rutina
“Cuando tú estás obsesionado con una historia escribes igual, sea cual sea el entorno. Un ambiente agradable, como este por ejemplo [su casa en Barranco], que es un paisaje cambiante y bonito, porque ver el mar en la mañana no es lo mismo que verlo a la hora del crepúsculo, no es lo mismo que verlo con sol o nublado, a mí me resulta no solo grato sino también estimulante.”.
“Mis rutinas son las mismas, trabajo mañana y tarde, comienzo en las mañanas, y esto no ha cambiado desde hace muchísimo tiempo. La verdad es que cuando, además de escribir, tenía trabajos alimenticios, era distinto, pero desde que pude dedicarme fundamentalmente a escribir mi rutina es la misma.” [El Comercio, 6 de marzo del 2005.]

Plan y disciplina
“He seguido una pauta, prácticamente desde el primer cuento que escribí: tomo muchas notas, hago fichas, hago unos esquemas antes de empezar a redactar. Para poder comenzar a escribir necesito por lo menos una estructura aunque sea muy general de la historia. Y luego, pues comienzo a trabajar. Hago primero un borrador, que es lo que más trabajo me cuesta. Una vez que lo tengo, para mí el trabajo es mucho más agradable, ya escribo de una manera más confiada, más segura, porque sé que la historia está allí”. [El Comercio, 6 de marzo del 2005.]
“Un escritor tiene la obligación de escribir con autenticidad, volcar lo que lleva dentro, aquello por lo que es escritor. Pero sin disciplina esa autenticidad por sí sola no vale.” [El Comercio. 11 de marzo del 2006.]