
Una de las principales razones de los excesos en el actual período legislativo es el descontrol que tienen los partidos sobre sus bancadas parlamentarias. Este fenómeno no es nuevo, pero estamos ante un escenario de descontrol donde vale la pena revisar la necesidad de poner el foco sobre la institución partidaria para poder pensar en reconstruir la institución parlamentaria para el próximo Congreso que se nos viene en el 2026.
Tenemos varios tipos de descontrol. El primer nivel de descontrol lo tenemos con las bancadas desconectadas como Avanza País, donde sus congresistas han demostrado un total desconocimiento a la dirigencia del partido que los llevó al Congreso en el 2021 y al que representan hasta la fecha. Aunque este descontrol es moderado, pues solo se nota en temas de posturas políticas y donde los congresistas mantienen los lineamientos técnicos del sector que representan.
El segundo nivel de descontrol apunta hacia las bancadas ‘surfistas’, de las cuales ya hemos hablado en este espacio. Acá podemos mencionar a Alianza para el Progreso (APP), cuya bancada adopta sus propias decisiones y negociaciones con el fin de tener la mejor postura posible para ellos mismos, siempre y cuando no colisione con intereses propios de su máximo líder. La dirigencia de APP –entiéndase los Acuña– solo toma el control de su bancada cuando se trata de asumir un poder de mando y luego deja a sus congresistas a la deriva sin importarles el descontrol. La dirigencia reaparece cuando se colisiona con los intereses de su máximo líder.
Un tercer nivel de descontrol –también ligado a algunas bancadas ‘surfistas’– apunta a las gobernadas por facciones que se constituyen una vez instaladas en el Parlamento y logran acumular poder por encima de los partidos. Pasó con Renovación Popular y Acción Popular (AP), aunque en ambos casos lograron recuperar el control a través de acciones concretas de sus dirigencias partidarias.
Incluso ambas bancadas repitieron estrategias de acción, cuando tuvieron que disolver sus grupos para poder recuperar sus logos partidarios, expulsar a las facciones que habían tomado el control, y poder así reconstituirse como fuerzas legislativas renovadas.
El caso más interesante es el de Acción Popular, donde, sin una cabeza partidaria, la facción de ‘Los Niños’ tomó el control del partido incluso provocando que una de sus principales figuras,María del Carmen Alva, se alejara del grupo y se autoaislara como no agrupada. Todo cambió en junio del 2024, cuando Julio Chavéz asumió la presidencia del partido y llegó con un mensaje claro: “El partido puede prescindir de la representación parlamentaria”.
Con esa advertencia, Chávez consiguió recuperar el orden en la bancada y expulsó a personajes nocivos como Darwin Espinoza y Jorge Flores Ancachi, ambos nombres claves en la trama de ‘Los Niños’. En los seis meses siguientes, la bancada de la lampa adoptó posturas más moderadas, como impulsar, desde la Comisión de Economía, la eliminación del tope a tasas de interés; o proyectos de ley como el que propone reducir el listado de feriados aprobados por este Congreso.
El caso de AP es un claro ejemplo de que el descontrol legislativo se corrige con liderazgos partidarios fuertes, y con dirigencias presentes en el día a día de la actividad parlamentaria. Esta es una lección a tomar en cuenta para el nuevo Congreso del 2026, si es que no se quieren repetir los excesos que seguimos lamentando en el actual período legislativo.