domingo, diciembre 14

Quiso ser irónico, pero disparó una pachotada. El ministro del Interior, Carlos Malaver, lanzó esta semana una frase a la altura de las expresiones desatinadas que cotidianamente suelen obsequiarnos los integrantes de este Gobierno. Ha demostrado que tiene un lugar bien ganado en el séquito de la presidenta.

Al referirse a la violencia desatada por los delincuentes extranjeros que “ahora te matan y luego te roban”, el ministro expresó con nostalgia: “Quizás ahora extrañamos a nuestros delincuentes”. Una sola frase que resume la frivolidad, desconexión con la realidad y falta de sensibilidad de un funcionario público. ¿A quién nos recuerda?

Días después, intentó corregir el desatino señalando que había empleado “una metáfora inadecuada”. Definitivamente, la expresión no fue adecuada. Y tampoco fue una metáfora. La ironía barata y las bromas de mal gusto en boca del funcionario que debe velar por la seguridad en el país representan una ofensa a las familias que día a día lloran a sus seres queridos asesinados en las calles por extorsionadores, sicarios y asaltantes. A los deudos de los fallecidos poco o nada les importa la nacionalidad del asesino. Incidir en ese aspecto no es más que trivializar el sufrimiento ciudadano.

Las expresiones de Malaver fueron dichas a pocos días de su presentación ante el Congreso para responder un pliego interrogatorio. En épocas normales, estas hubieran generado rechazo e indignación entre las bancadas parlamentarias. Podrían incluso haberle costado el puesto. Pero vivimos tiempos atípicos en los que un ministro del Interior expone, en plena crisis de inseguridad, ante un hemiciclo semivacío y cualquier moción de censura que se promueva será acogida con tibieza por las bancadas.

Mientras el ministro Malaver utiliza “metáforas”, en las calles la violencia es crudamente literal. Mientras él extraña a los delincuentes de antaño, las familias de las víctimas de la delincuencia extrañan a los que ya no están.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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