Viernes, Septiembre 27

El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) enciende las alarmas en cada una de sus reuniones debido a la cada vez más preocupante crisis de biodiversidad que enfrenta el planeta. En la última de ellas, la COP15 de Montreal, se fijaron 23 metas para hacerle frente a esta crisis y una de ellas está dedicada a la prevención, manejo y control de las especies exóticas invasoras.

Las razones para incluir este tema como prioridad son de peso. En septiembre de 2023, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) publicó un informe donde reveló la gravedad de las invasiones biológicas: poco más de 3500 animales, plantas y microorganismos son considerados invasores debido a las consecuencias negativas que tienen sobre especies nativas y ecosistemas en diferentes regiones del mundo. Además, el continente americano es uno de los más vulnerables a estas especies, pues en su territorio se concentra el 34 % de los impactos que se han documentado.

Es por eso que la meta 6 del Marco Global Kunming Montreal plantea eliminar, reducir al mínimo las especies exóticas invasoras o mitigar sus efectos en la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas. Para ello se plantea detectar y gestionar sus vías de introducción, “reduciendo en un 50 % para 2030 las tasas de introducción y el establecimiento de otras especies invasoras potenciales o conocidas, erradicando o controlando las especies exóticas invasoras, en especial en sitios prioritarios, como las islas”.

Las especies invasoras en la COP16 de biodiversidad

Las especies exóticas invasoras son un problema mundial y en eso existe consenso dentro del mundo científico. Germán Jiménez, doctor en Ciencias Biológicas y profesor de la Universidad Javeriana en Colombia, comenta que cuando las especies foráneas llegan a un territorio, se convierten en competidoras muy fuertes para las especies nativas. “Comienzan a invadir los espacios y a quitarles recursos a las locales, incluso las desplazan de sus hábitats. Uno de los primeros problemas que se evidencia es la pérdida de poblaciones de las especies nativas. Si ese proceso persiste, es decir, si la invasora sigue creciendo en población, las especies nativas con las que compite directamente van a empezar a desaparecer. Se van a extinguir”.

IPBES advirtió el año pasado que las perspectivas respecto a las invasiones biológicas no son muy alentadoras, ya que aumentarán en un 36 % para 2050, en comparación con el 2005, si no se toman acciones. Es más, los científicos estiman que la cifra podría ser mayor pues el cambio climático, la contaminación y los cambios de uso del suelo y el agua podrían facilitar la aparición de nuevas especies invasoras.

Otro dato preocupante del informe IPBES de 2023 es que las especies exóticas invasoras han sido un factor determinante en el 60 % de las extinciones mundiales de animales y plantas y el único impulsor en el 16 % de los casos. Al menos 218 especies exóticas invasoras (32,4 % invertebrados, 50,9 % vertebrados, 15,4 % plantas y 1,2 % microorganismos) han sido responsables de más de 1200 extinciones locales. De hecho, los científicos han encontrado que el 85 % de los efectos de las invasiones biológicas sobre las especies nativas son negativos.

Para Aníbal Pauchard, profesor del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Concepción en Chile y copresidente del informe de evaluación sobre especies exóticas invasoras y su control presentado por IPBES en el 2023, la COP16 representa una oportunidad de avance en enfrentar el problema de las especies invasoras y comenta que IPBES tendrá un evento sobre el tema durante la COP.

“La idea es tratar de mover esta meta 6 durante las negociaciones y que se tenga en cuenta la hoja de ruta que se planteó en el informe IPBES sobre especies invasoras. En nuestro informe tenemos una especie de instrucciones sencillas de cómo los países pueden encaminarse hacia esa meta”, dice Pauchard.

Esas instrucciones fueron formuladas como siete acciones estratégicas: mejorar la coordinación y colaboración internacional, desarrollar estrategias de implementación, que todos los actores que trabajan alrededor de las invasiones biológicas tengan sus roles claros, mejorar la coherencia de las políticas que involucran a la biodiversidad, involucrar a todos los actores sociales en la toma de decisiones respecto a especies invasoras, definir el financiamiento para abordar la problemática y, finalmente, compartir y organizar la información.

Respecto a esas acciones, Pauchard considera que la COP16 es clave para avanzar en las estrategias de implementación porque cada país deberá presentar su plan nacional de acción para la biodiversidad. Además, destaca la acción estratégica para compartir y organizar la información sobre especies invasoras: “Ahí también nos falta avanzar porque muchas veces hay datos científicos que no se comparten, las distintas agencias de gobierno tampoco lo hacen. Avanzar en esto es clave”.

Aunque los expertos esperan que las especies invasoras estén presentes en las negociaciones, también hay escepticismo en algunos de ellos.

“Tengo la tentación de pensar que las especies invasoras no están dentro de las cosas que se van a discutir a profundidad, aunque esperaría equivocarme. Lo digo porque, entre comillas, hay compromisos más urgentes como el de la década de la restauración que finaliza en 2030 (en la que se pretende restaurar 350 millones de hectáreas a nivel mundial), nos faltan sólo seis años”, dice Germán Jiménez.

Ileana Herrera, profesora en la Universidad Espíritu Santo en Ecuador, investigadora asociada del Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO) y autora en el informe IPBES 2023, considera que es muy importante que en el Marco Global Kunming Montreal se haya fijado una meta para las especies invasoras. Sin embargo, considera que debe haber algo más allá de esto porque “en Latinoamérica hay problemas y retos muy grandes que tenemos que superar y a veces todos los temas que tienen que ver con biodiversidad quedan un poco rezagados en la realidad abrumadora que vive la región”.

Herrera también cree que se necesitan recursos económicos destinados específicamente al manejo de invasiones biológicas, “porque el control y manejo de especies invasoras es costoso desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de tener el personal con el conocimiento suficiente en el tema”. Para la investigadora, la cantidad de expertos latinoamericanos que trabajan en este tema “también es un recurso limitado en nuestra región”.

¿Es posible cumplir con la meta?

Más allá de que la problemática de las especies invasoras se discuta en las negociaciones de la COP16, una de las cuestiones de fondo es si se logrará cumplir con la meta de reducir en un 50 %, para 2030, las tasas de introducción y el establecimiento de especies invasoras potenciales o conocidas.

El profesor Jiménez nuevamente se siente escéptico. La historia le ha mostrado que lo común en los acuerdos y tratados internacionales sobre temas ambientales es no cumplir con las metas que se proponen. Jiménez considera que Colombia, al igual que muchos países de la región, firman acuerdos y se comprometen en muchos temas, donde se fijan unos tiempos muy difíciles de cumplir. “Es muy complicado en un país como Colombia reducir un 50 % las invasiones biológicas al 2030, es más, es difícil cumplir la meta aunque el plazo sea 2050″, asegura.

Por su parte, Herrera coincide en que se trata de una meta muy ambiciosa, pero comenta que a veces se trazan objetivos muy altos con el fin de motivar el trabajo. “Las metas se plantean para saber hacia dónde ir. Quizás no las podemos alcanzar porque no tenemos las herramientas o los recursos, pero al menos ya tenemos una dirección marcada. Creo que eso también es importante”, pero reconoce que eso no significa que hay que bajar la guardia y no poner todo el empeño posible en alcanzar los objetivos trazados.

Jiménez resalta que no se puede permitir que las COP se conviertan en “un saludo a la bandera, donde nos damos palmaditas en el hombro porque no se cumplen las metas, luego se corre el plazo para el cumplimiento, y cuando este se vence de nuevo, se repite el ciclo, porque desde un inicio sabemos que no las vamos a cumplir. Eso me preocupa fuertemente”.

Las dudas sobre la capacidad de Latinoamérica para cumplir con la meta 6 del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal no son infundadas. Por ejemplo, Aníbal Pauchard nota una lentitud respecto al manejo de las invasiones biológicas. “Si bien hay mucha más conciencia sobre la gravedad del problema que la que había años atrás, los países latinoamericanos se están demorando demasiado en asumir los compromisos. En términos de acciones concretas estamos atrasados y eso me preocupa. Hay un desfase entre la política y la acción, algo que es común que ocurra en Latinoamérica, pero que ahora es bastante notorio”.

Los avances no son suficientes

Todos los países enfrentan enormes retos en el manejo y control de especies invasoras, pero varios de los expertos consultados en este reportaje reconocen que algunos van más adelante que otros.

Para Ileana Herrera, Chile, Brasil, Uruguay y Argentina llevan un poco la delantera y menciona, por ejemplo, los avances con el manejo del castor en la Patagonia chilena y argentina, o con el retamo espinoso en Colombia. “En Ecuador los avances se han concentrado en aquellas especies que generan daños muy directos en el ámbito agrícola, es decir, las acciones se centran más en las especies que generan más impactos en el ámbito económico que en el ámbito de biodiversidad, con excepción de las islas Galápagos, donde sí hay una estrategia de manejo y control relativamente fuerte”.

Herrera comenta que hay algunos países muy rezagados, como Venezuela, Bolivia o Paraguay, donde todavía no existe ni siquiera una lista oficial de especies invasoras o que sean de prioridad de manejo. “Si no tienes la lista de las especies invasoras que están presentes, es muy difícil que puedas ir más allá, porque ese es el primer paso, la línea base”.

Para Germán Jiménez, declarar una especie como invasora y crear un plan de manejo no es suficiente. “Necesitas ver que eso se esté ejecutando y poder medir los avances”, dice y agrega que los planes de manejo deben tener unas fases, unas metas y unos compromisos por cada fase y un presupuesto, donde quede claro de dónde van a salir los recursos para ejecutar el plan.

Los expertos también consideran que para enfrentar el problema de las especies invasoras no sólo se necesita un plan enfocado en lo biológico y lo ecológico, sino también en lo socioeconómico. Jiménez pone como ejemplo uno de los casos más emblemáticos de invasión biológica: los hipopótamos en Colombia. Uno de los tantos problemas con este gran mamífero africano es que se convirtió en una atracción turística en la cuenca media del río Magdalena y genera ingresos económicos para una parte de la población de esta zona. También está el caso del pez basa (Pangasius hypophthalmus), de origen asiático pero que ya se ha convertido en una fuente alimentaria para muchas poblaciones en las riberas de los ríos en Colombia.

“A la gente hay que ofrecerle alternativas adicionales a los beneficios que puedan estar obteniendo de una especie invasora, no podemos cambiar sus formas de vida de la noche a la mañana. Las políticas ambientales tienen que permear nuestras políticas de desarrollo o difícilmente vamos a controlar especies invasoras, porque en muchos casos las invasoras han generado una dependencia económica muy fuerte”, asegura Jiménez.

María Piedad Baptiste, investigadora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt en Colombia, también considera que las invasiones biológicas no son sólo un problema ambiental. “Se necesita fortalecer la articulación intersectorial porque es un tema que compete también a otros sectores como la agricultura y la salud. No tomar acciones tiene implicaciones en la economía, en la salud pública y en los medios de vida de las comunidades locales”.

Los científicos coinciden en que la prevención, el manejo y el control de las especies invasoras es una problemática compleja. “Todavía hay una voluntad política muy débil de luchar contra las invasiones biológicas. Mientras no haya una voluntad política más fuerte de respetar los compromisos ambientales que se hacen, difícilmente vamos a poder combatir de manera mucho más efectiva y eficaz a las especies invasoras”, comenta el profesor Germán Jiménez.

Baptiste cree que otro gran reto al enfrentar el problema de las especies invasoras es trabajar en el fortalecimiento de la biodiversidad nativa, la cual se puede utilizar como una estrategia de conservación. “Se puede hacer un uso sostenible de esa biodiversidad. No necesariamente lo que nos traen de afuera es lo único que se puede usar. Hay que fortalecer esos usos que se hacían sobre nuestras especies, apropiarse de nuestra biodiversidad”.

*Imagen principal: La alimentación de un hipopótamo es un lujo para la gente de Doradal, pero lo hacen con la esperanza de vender el animal y recuperar la inversión. Foto: Diana María Pachón.

El artículo original fue publicado por Antonio José Paz en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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