El embarazo es una etapa de profunda transformación, no solo para la mujer, sino también para el bebé en desarrollo. Si bien es un período lleno de expectativas y esperanzas, también puede convertirse en un tiempo de desafíos emocionales y psicológicos, ya que cada experiencia de la madre parece vibrar en sintonía con el nuevo ser que crece en su vientre. Sin duda, las preocupaciones sobre la salud del bebé, los cambios físicos, así como las demandas sociales y laborales pueden generar niveles de estrés en las futuras madres, por lo que esta respuesta natural se convierte en un factor omnipresente, cuyo impacto podría ser significativo y duradero, influyendo directamente en el desarrollo neurológico del feto.
Un estudio pionero publicado en la revista Plos One ha identificado una inquietante conexión: las mujeres que experimentan estrés crónico o severo durante el embarazo tienen un mayor riesgo de que sus hijos desarrollen trastornos como la epilepsia en sus primeros años de vida. En definitiva, este hallazgo no solo reafirma la vulnerabilidad del cerebro en formación, sino que también subraya la importancia de entender cómo el entorno emocional materno durante la gestación puede moldear la salud futura del bebé.
La investigación titulada “The impact of maternal prenatal psychological distress on the development of epilepsy in offspring: The Japan Environment and Children’s Study”, analizó los datos de más de 97,000 niños y el bienestar psicológico de la madre, evaluado mediante la Escala de Malestar Psicológico de Kessler (K6) en dos momentos del embarazo: el primer trimestre (semana 15.1) y segundo trimestre (semana 27.4), lo que reveló que el impacto del estrés no es solo cuestión de intensidad, sino también de duración.
Básicamente, los resultados indicaron que el estrés psicológico materno moderado y continuo durante ambos trimestres de la gestación está significativamente asociado con un aumento en el diagnóstico de epilepsia en niños de 1 a 3 años. Ciertamente, este hallazgo respalda la teoría del “programming fetal”, que sugiere que el ambiente intrauterino tiene un impacto profundo y duradero en el desarrollo neurológico del feto, por lo que esta publicación liderada por Yuto Arai de la Universidad de Tottori de Japón, ofrece una nueva perspectiva sobre la conexión entre la mente de la madre y el desarrollo del cerebro infantil, abriendo la puerta a debates cruciales sobre la prevención, el apoyo emocional y las estrategias de salud pública.
¿Cómo impacta el estrés prenatal en el desarrollo neurológico del feto?
Durante el período perinatal, el cerebro experimenta numerosos cambios en su estructura y funcionalidad. Como explicó Pamela Muñoz, neuróloga pediatra de la Clínica Ricardo Palma a Hogar y Familia, en los tres primeros meses de embarazo, el foco principal está en el desarrollo estructural. Entre el tercer y el sexto mes, ocurre la diferenciación neuronal, y a partir del sexto mes se inicia el desarrollo de las sinapsis, las cuales son fundamentales para las funciones ejecutivas, el lenguaje, los patrones de comportamiento y otros aspectos esenciales del funcionamiento cerebral.
Otro concepto clave es el papel de la genética, ya que los genes son los responsables de asegurar que el cerebro se forme correctamente, que la diferenciación neuronal sea adecuada y que las sinapsis se desarrollen de manera óptima. Sin embargo, estos genes pueden ser heredados o modificados por factores ambientales. En este contexto, el estrés materno -asociado al aumento del cortisol y otros neurotransmisores excitatorios- puede provocar alteraciones durante cada una de estas etapas de la gestación, por lo que exponer al cerebro fetal a situaciones de estrés, ansiedad, depresión, ideación suicida o consumo de sustancias genera cambios significativos.
“La epilepsia es un ejemplo de las posibles consecuencias, pero también se ha observado que los hijos de madres con depresión o ansiedad tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos, como déficit de atención, trastorno del espectro autista, ansiedad o problemas conductuales a largo plazo. Este fenómeno se explica mediante la epigenética, que muestra cómo los factores ambientales pueden modificar la expresión genética y, en consecuencia, influir en el desarrollo y salud mental del niño”, agregó.
Por su parte, Salena Zanotti, ginecóloga de Cleveland Clinic señaló que el estrés durante el embarazo puede influir significativamente en el desarrollo cerebral del feto, puesto que activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), lo que provoca un aumento en la producción de cortisol. En concreto, esta hormona del estrés atraviesa la barrera placentaria y puede afecta la formación y la maduración de las neuronas fetales, por que las alteraciones en la neurogénesis y la plasticidad cerebral pueden derivar en cambios en la estructura y función cerebral del bebé, incrementando así el riesgo de epilepsia.
El estudio reportó que los niños cuyas madres experimentaron niveles moderados de estrés psicológico durante el embarazo (medido con un puntaje de 5 o más en la escala K6) tienen un 70% más de probabilidades de desarrollar epilepsia en comparación con los hijos de madres con niveles más bajos de estrés.
Además, el impacto es significativo cuando el estrés ocurre durante ambos trimestres iniciales (semanas 12-30), que coinciden con etapas críticas de la formación de órganos y la mielinización cerebral. No obstante, como recalcó la doctora Muñoz, el desarrollo del cerebro no se limita a estos períodos ni al proceso de gestación, ya que este continúa, sobre todo, en los primeros cinco años de vida.
¿Cuáles son los factores que incrementan el riesgo de epilepsia?
Por supuesto, condiciones maternas previas como la ansiedad o la depresión están asociadas con niveles elevados de cortisol y mediadores inflamatorios, lo cual puede amplificar el impacto del estrés durante el embarazo, afectando así el entorno intrauterino. Según la doctora Zanotti, los cambios hormonales y químicos relacionados pueden interferir con el desarrollo del cerebro del feto y aumentar el riesgo de problemas emociones, cognitivos y neurológicos en general.
La investigación publicada el 13 de noviembre también identificó que factores como las anomalías cromosómicas junto con el estrés prenatal incrementan la probabilidad de desarrollar epilepsia a cualquier edad, mientras que, el bajo peso al nacer aumentó el riesgo en el primer año de vida y la nutrición con leche artificial a los 2 años.
De igual manera, el neurólogo de la Clínica Internacional, Abelardo Cavero mencionó que diversos estudios han demostrado que hay ciertos aspectos que contribuyen al riesgo de epilepsia en la infancia, tales como la prematuridad, las infecciones maternas en el embarazo, el sufrimiento fetal durante el parto, la exposición a toxinas, hipoxia intrauterina, la predisposición genética y la desnutrición de la madre.
Asimismo, factores más determinantes del estrés que impactan en el desarrollo neurológico del bebé durante el embarazo incluyen: la intensidad, pues el estrés severo o traumático activa de manera excesiva el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Del mismo modo, la ginecóloga refirió que, la duración es clave, pues el estrés sostenido en el tiempo mantiene elevados los niveles de cortisol y otros mediadores inflamatorios, lo que puede interrumpir procesos críticos en el desarrollo neurológico, como la neurogénesis, la migración neuronal y la mielinización.
“El tipo de estrés es fundamental, dado que el estrés emocional (ansiedad o depresión) y físico (enfermedades maternas o exposición a condiciones ambientales adversas) pueden tener efectos negativos. Sin embargo, en especial, el de carácter emocional, está relacionado con niveles altos de cortisol y cambios en el comportamiento materno, lo que podría amplificar los riesgos para el desarrollo neurológico y, por ende, la posibilidad de epilepsia en el niño”.
¿Qué otros trastornos neurológicos se asocian con el estrés durante el embarazo?
De acuerdo con el estudio realizado en Japón, el estrés crónico prolongado estaría asociado condiciones neurológicas y cognitivas como, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ansiedad, depresión infantil y retrasos en el desarrollo motor y cognitivo. Igualmente, a trastornos de socialización, psicopatías, trastorno del espectro autista, así como también problemas en el desarrollo del lenguaje, aprendizaje y memoria, aseguró la especialista de la Clínica Ricardo Palma.
“El estrés prenatal también puede exacerbar otras condiciones preexistentes en el desarrollo del sistema nervioso del bebé, ya que puede interactuar con otras factores genéticos o ambientales para aumentar el riesgo y la gravedad de los trastornos neurológicos. Asimismo, puede influir en la metilación del ADN – que es la modificación química del ADN y otras moléculas- y la modificación de las histonas- que son cambios químicos de los aminoácidos-, alterando la expresión génica y afectando el desarrollo neuronal. Estas alteraciones epigenéticas pueden hacer al cerebro más vulnerable a disfunciones neurológicas si ya hay una predisposición genética o factores ambientales adversos”, afirmó el neurólogo.
¿Qué estrategias preventivas pueden reducir el estrés materno y el riesgo de epilepsia?
Una de las principales recomendaciones para minimizar el desarrollo de trastornos neurológicos como la epilepsia es, sin duda, la lactancia materna, ya que se asocia con beneficios generales para el desarrollo neurológico infantil. Según Salena Zanotti, esta contiene ácidos grasos esenciales, como DHA, que son cruciales para el desarrollo del cerebro, al igual que, refuerza el sistema inmunológico del bebé, ayudando a prevenir infecciones que podrían contribuir al riesgo de esta condición.
“La lactancia materna también fortalece el vínculo emocional madre-hijo, lo que puede tener un impacto positivo en la regulación del estrés del bebé, un factor protector indirecto contra posibles alteraciones neurológicas”.
De igual forma, como el bajo peso al nacer (<2500 g) se asocia con alteraciones en el desarrollo cerebral, incluyendo anomalías estructurales como dilatación ventricular o reducción de la superficie cortical. Para prevenir esto, se deben fortalecer las consultas prenatales con un enfoque integral en la salud materna. Por lo tanto, los autores sugirieron el monitoreo nutricional, el cual permite asegurar que las mujeres embarazadas tengan acceso a dietas equilibradas que contengan micronutrientes esenciales, como ácido fólico, hierro, zinc y calcio, que son claves para el crecimiento fetal.
Igualmente, recalcó la importancia de poder identificar y tratar condiciones de riesgo como hipertensión, diabetes gestacional o infecciones, así como también evitar hábitos nocivos, como el tabaquismo y el consumo de alcohol, vinculados con este factor tan significativo.
Es vital realizar un seguimiento, especialmente a los embarazos de alto riesgo, como las mujeres con embarazos múltiples, antecedentes de partos prematuros o condiciones de salud crónicas (como epilepsia o enfermedades cardiovasculares) para detectar complicaciones a tiempo.
De igual forma, es importante que las futuras madres apliquen una serie de estrategias para manejar y reducir el estrés psicológico durante la gestación, enfocándose en mejorar tanto su bienestar como el de sus bebés:
- Terapia psicológica: Terapias como la cognitivo-conductual pueden ayudar a las mujeres embarazadas a manejar pensamientos negativos, reducir la ansiedad y controlar el estrés.
- Ejercicio moderado: Actividades como yoga prenatal, caminatas y ejercicios de bajo impacto pueden liberar endorfinas, que son hormonas que mejoran el estado de ánimo, al tiempo que promueven la relajación.
- Técnicas de relajación: Prácticas como la meditación, la respiración profunda y la atención plena (mindfulness) son efectivas para reducir el estrés y mejorar la respuesta emocional.
- Red de apoyo: Tener una red de familiares y amigos que brinden apoyo emocional puede ayudar a aliviar el estrés. Participar en grupos de apoyo para embarazadas también puede ser útil.
- Autocuidado: Dormir lo suficiente, mantener una dieta equilibrada y evitar el consumo de sustancias como la cafeína en exceso son formas de apoyar el bienestar físico y emocional.