
La avanzada edad del monje es motivo de preocupación por el futuro de la institución del dalái lama, de 600 años de antigüedad. Según la tradición budista, el líder religioso puede elegir el cuerpo en el que renacerá y solo tras su fallecimiento empezará la búsqueda de su reencarnación, un proceso que puede tardar años y que se logra interpretando pistas y visiones que guíen a los monjes de mayor rango a un infante con características sagradas.
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Tenzin Gyatso fue elegido cuando tenía 2 años y tras una ardua preparación espiritual se convirtió en la reencarnación número 14 del dalái lama en 1940. La incertidumbre sobre su sucesor aumentó en los últimos años porque el monje había deslizado que podría ser la última persona en ocupar el cargo. Era una forma de evitar que el Partido Comunista Chino, que gobierna en el gigante asiático, adquiriera el control del budismo tibetano y manipulara políticamente la institución.

Pero esta semana, durante los actos por su cumpleaños 90, el líder espiritual y premio Nobel de la Paz anunció en una grabación en video que no romperá la tradición y que habrá un nuevo dalái lama tras su muerte, decisión que, aseguró, responde a la demanda de los budistas tibetanos en la región del Himalaya, Mongolia, India y partes de Rusia y China.
En un mensaje desde su residencia en McLeod Ganj, un suburbio de Dharamshala y el corazón de su gobierno en el exilio, el dalái lama afirmó que la “autoridad exclusiva” para reconocer a su reencarnación recae en Gaden Phodrang Trust, la organización que gestiona su autoridad, y que China debe mantenerse al margen del proceso.
Lucha geopolítica
Como muchas disputas en el mundo, esta tiene un componente territorial. La región autónoma del Tíbet, históricamente un centro de espiritualidad budista y hogar del grupo étnico de los tibetanos, fue anexionada en 1950 por el Partido Comunista Chino, que sigue controlando ese territorio en la ladera norte del Himalaya. El actual dalái lama, que nació ahí, huyó a Dharamshala en 1959, cuando las tropas chinas aplastaron un levantamiento en la capital tibetana, Lhasa.
Desde entonces, él lidera a los budistas tibetanos desde el exilio y ha afirmado que su sucesor nacería fuera de China. Del otro lado, el gigante asiático considera a Gyatso un “lobo vestido de monje” y un rebelde separatista que busca la independencia del Tíbet, donde viven más de seis millones de personas, y reitera que la reencarnación del dalái lama debe adherirse a los principios de “búsqueda doméstica en China” y “ser aprobada por el Gobierno Central”.
El economista Marco Carrasco, profesor de Desarrollo y Estudios de Asia Oriental de la Universidad San Marcos, señala que desde que el dalái lama se exilió, siempre ha habido visiones distintas en ambos lados. Por ejemplo, la diáspora tibetana dice que ha sufrido una invasión china, mientras que para China fue básicamente una suerte de liberación social.
“Es previsible que China busque elegir dalái lama a alguien que luego pueda orientar para que esté totalmente de acuerdo con la postura del Partido Comunista respecto a la región del Tíbet, lo que sin duda cambiaría totalmente el panorama para los tibetanos en el exilio”, dice el experto a El Comercio.
¿Dos líderes?
Que China intente decidir quién será la reencarnación de una gran figura budista no es nuevo. Cuando el décimo panchen lama, el segundo líder espiritual más importante del budismo tibetano, murió en 1989, el dalái lama nombró como su sucesor a un niño de 5 años llamado Gedhun Choekyi. El menor fue secuestrado por China y puesto en una ubicación desconocida antes de ser reemplazado por otro niño de 6 años, Gyancain Norbu, elegido por Beijing.
Carrasco explica que esa acción podría rendirle frutos a China en el escenario actual, pues el panchen lama es una figura clave para reconocer al futuro dalái lama, algo que, considera, alimenta las posibilidades de que eventualmente existan dos dalái lamas rivales.
“Si hoy existen, de facto, dos figuras de panchen lama que son los encargados de identificar a la reencarnación del dalái lama vigente, es natural suponer que ante una situación de contrariedad en la que ninguna de las partes reconozca a la autoridad designada por la otra, esto termine en una sucesión que se bifurque. Y por más que no sea el escenario idóneo para el Partido Comunista, igual debilitaría la figura del dalái lama para el budismo tibetano y acabaría beneficiando a China”, señala.
Con la ruta trazada por el dalái lama, la tensión por el liderazgo de la institución seguirá al alza bajo la mirada de la comunidad internacional. India, el hogar del líder religioso y de decenas de miles de tibetanos, ya adelantó que no tomará ninguna posición sobre lo que califica un tema religioso. Quien prevalezca tendrá amplia influencia espiritual, pero también política y social.
Su visita a Lima y una charla con El Comercio
El dalái lama llegó por primera y única vez al Perú en mayo del 2006, durante una gira por Latinoamérica. En nuestro país, visitó Cusco y Lima, donde conversó con El Comercio, como está registrado en el Archivo Histórico de este Diario.
El líder espiritual, entonces de 71 años, llegó a la capital peruana invitado por la PUCP para dar conferencias, asistir a reuniones con distintas personalidades e incluso encontrarse con seguidores budistas.
En una de sus charlas llamada “El poder, la tolerancia y la compasión”, dijo ante más de 3.000 personas que la felicidad dependía de la paz interior, no de las cosas materiales. Por ello, afirmó, el ego es el peor enemigo de la felicidad.
El 9 de mayo del 2006, el último día del dalái lama en el Perú, el religioso se presentó en la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), donde dio la conferencia: “Ética para el nuevo milenio”.
En medio de encuentros y saludos con representantes de 11 cultos del Perú y otras personalidades, Tenzin Gyatso tuvo una charla exclusiva para El Comercio con el doctor Francisco Miró Quesada Cantuarias, con quien intercambió ideas y gestos de humildad.
En la entrevista, el dalái lama afirmó que no es un buda y que el nirvana, es decir, el estado iluminado, “es cuando las emociones no dominan ni influyen en nada”.
También destacó que la compasión, la tolerancia, el amor, la autodisciplina y el perdón son conceptos presentes en el budismo, catolicismo e islamismo.