Lunes, Diciembre 30

Confieso que cuando como periodista de El Comercio ingresé a la inmensa redondez del mundo del fútbol peruano, encontré en Roberto Challe Olarte (1946-2024) al crack que tuvo la virtud de reunir una precisión en sus servicios qué, como mediocampista número ‘8′ único. Tenía una relación con la pelota como si se conocieran antes de nacer. Si a todo ello le agregamos la personalidad y desenfado que siempre mantuvo tanto acá como en escenarios del extranjero, entonces diremos que con él se fue una figura que tanto vamos a extraña.

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Una gran amistad nos unió y por eso que muchos episodios de su vida de futbolista y después de entrenador de la selección me fueron transmitidos en ese largo recorrido por canchas, estadios, concentraciones y viajes. Uno de ellos fue del recordado partido contra la Argentina en Lima la vez que Luis Reyna marcó a Diego A. Maradona en junio de 1985. Pasado el tiempo le pregunté cómo nació esa idea de dejar nada menos fuera del equipo titular a Julio César Uribe y poner a Reyna. “Esa tarde del jueves 20/6/1985 decidí fumar un cigarrillo en el exterior del Hotel Country Club cuando veo pasar un auto manejado con un rostro que me pareció conocido. Allí nomás me entero que quién había salido era Julio César como todas las tardes lo hacía ¡Qué cosa! dije para mis adentros.

Lo esperé y, lógicamente lo increpé:

-”Quién mierda eres tú para abandonar la concentración sin permiso de nadie y no es la primera vez que lo haces”.

Apelando a una mentira le insistí:

-”Ni entres al hotel porque adentro hay periodistas y el médico seguro que te hará un dosaje etílico con todo el escándalo que se desatará a pocos días de jugar con Argentina”.

Julio Cesar -contaba Chale- se fue en un mar de disculpas diciéndole que se había comprado un departamento en la Av. Pardo, por donde aún vive Teófilo Cubillas, y salía a ver cómo iban los trabajos y volvía de inmediato. Le replicó que mejor tomara sus pertenencias y sin mayor escándalo abandonara la concentración. No había otra. Fue aquí cuando Julio César le habló de su amistad de años, de haber jugado juntos un sinnúmero de partidos y que a esas alturas de su vida no podía hacerle esto.

Ese jueves Perú hacía partido de práctica final y dejar listo el equipo. Hubo un momento que le exclamó: ¡Julio César, cómo me vas a hacer esto a mí de dejar la concentración, de faltarme el respeto! Por dentro soy lágrima viva y me pregunto cómo puedo salvarte de esta exclusión.

Entonces le sugirió como solución de que continuar en la selección era ubicarlo como suplente en el partido de práctica haciendo las veces del ‘10′ Maradona y que Lucho Reyna, como titular al lado de Velásquez y Cueto, lo marcara. Aceptó.

Chale recordaba así el episodio: “Yo, al menos como entrenador, no veía correteando ese domingo a Diego ni a Cueto, Velázquez y menos a Uribe. Reyna era el indicado. Y había pensado antes que 15 millones de hinchas de Alianza Lima no me iban a perdonar que dejara de lado a Cueto y que optara por Uribe con sus miles de hinchas de Cristal de lado. Vieron lo que pasó: ganamos 1-0 y Reyna, quien siempre fue un sobrado, ni me abrazó y nada me dijo al finalizar el partido. Yo menos iba ir detrás del jugador. Eso es bueno siempre porque demuestra la personalidad que uno debe tener”.

Pero la vida da revancha. Esta historia tiene un segundo episodio.

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