
La reciente amenaza del presidente estadounidense Donald Trump de imponer un arancel punitivo de 25% contra cualquier país que le compre petróleo a Venezuela pareciera el último paso en un plan maestro para terminar de ahogar al régimen de Nicolás Maduro y causar su implosión, o intervenir militarmente.
Los indicios comenzaron desde antes de la inauguración de Trump cuando prometió designar al Tren de Aragua como organización terrorista, lo cual cumplió. El presidente luego invitó a Edmundo González a la ceremonia como presidente electo de Venezuela, tras lo cual anunció US$25 millones de recompensa por la cabeza de Maduro y Diosdado Cabello. Acto seguido vino la orden a la petrolera Chevron de detener sus actividades en este país, con lo cual el régimen pierde una de sus principales fuentes de dólares.
Pero la señal más grande de este gran plan vino con la deportación fugaz de más de 200 supuestos miembros del Tren de Aragua al CECOT de Nayib Bukele en El Salvador, sin juicio previo ni orden judicial. Para esto, usaron la Ley de Enemigos Foráneos de 1798, que permite deportar a ciudadanos de países que están en guerra con EE.UU. Ante las constantes preguntas de diversos periodistas, diversos peces gordos de la administración Trump han afirmado públicamente que el Tren de Aragua es un brazo operativo del régimen venezolano, el cual ha enviado adrede a esta mafia a causar estragos y por lo tanto, EE.UU. está legalmente bajo invasión venezolana. No existe un ‘casus belli’ más claro.
Y ahora caen estos nuevos aranceles. ¿Es Venezuela realmente una prioridad tan alta para la administración Trump? Tomemos en cuenta que solo hay dos países que representan más del 70% de las compras de petróleo venezolano: EE.UU. y la China con 55% del total.
En los pasillos de Washington, la 1ra, 2da y 3ra prioridad en política exterior es cómo parar el surgimiento de la China. El objetivo real de detener a Chevron y de imponer estos aranceles es aislar a la relación petrolera China-Venezuela para, primero, lograr concesiones de China a cambio de levantar dichos aranceles; segundo, disminuir la influencia de la China en Sudamérica a través de un gobernó títere; y tercero, negar a China el acceso a un petróleo muy barato, causar disrupción en sus cadenas logísticas y, por ende, debilitar su economía.
Recordemos que China ya está en una guerra comercial con EE.UU. y estos aranceles se les están imponiendo por encima de los otros. No es tan fácil ni conveniente para China cambiar de proveedor, pues Maduro les vende el petróleo muy barato, en parte porque es de ínfima calidad y se usa mayormente para hacer brea para asfaltar pistas.
Con respecto al argumento de que Venezuela está llevando a cabo una invasión, recordemos que la popularidad de Trump frente a sus votantes es aún importante. Existe mucha presión para que Trump cumpla sus promesas de campaña, y no le está yendo bien en las encuestas con respecto al manejo de la economía, ni a la reducción de gastos del gobierno. Lo único que tiene para demostrar y para distraer de los problemas de la economía, son resultados en el tema de inmigración.
Aquellas imágenes virales de pandilleros siendo arrastrados hacia una mazmorra de la que nunca van a salir, es la principal razón por la que Trump armó todo este plan de deportación fugaz. Es posible que nunca más lo pueda hacer porque la Corte Suprema podría bloquearlo, pero sus 300 millones de ciudadanos ya vieron los videos y eso es todo lo que cuenta. Y buscan también que China presione a Maduro para que no ponga más trabas a recibir deportados venezolanos. Acusar a Maduro de invasión es tan solo un recurso, por más de que parcialmente no les falte razón al decirlo.
Venezuela no es el fin de este plan maestro, sino tan solo un medio, un juguete para debilitar a China, y para distraer al público estadounidense de los hasta ahora malos resultados de la administración, y así mejorar la imagen del presidente Trump.
Habiendo dicho esto, sí se ha creado con todos estos elementos un caso contra Venezuela. Si esto eventualmente se cristalizara en algún tipo de presión brutal que ocasione la caída del régimen, va a depender mucho de la influencia que pueda lograr el secretario de Estado, Marco Rubio, enemigo jurado del régimen de Maduro.
Lamentablemente, Rubio no es una de las voces que Trump más escucha. Qué tan prominentes sean sus opiniones en el futuro cercano va a depender mucho del resultado de las negociaciones con Putin.
La caída de Maduro podría terminar siendo un efecto colateral de todo esto. Ojalá sea así, ojalá este análisis esté totalmente equivocado y ojalá, Rubio logre imponerse, porque el pueblo venezolano no se merece seguir ni un día más en esta pesadilla.