
En días recientes, el Congreso peruano ha propuesto que el Banco Central de Reserva (BCR) adquiera oro procedente de la pequeña minería informal. Según sus promotores, el objetivo es “incrementar las reservas internacionales y preservar la estabilidad monetaria”. Para analizar los efectos de esta propuesta, es indispensable comprender qué son las reservas internacionales y cuál es la función del banco central.
El BCR funciona como un “banco de bancos”. De forma similar a como usamos bancos comerciales para hacer pagos diarios, los bancos utilizan al BCR para realizar pagos entre ellos, así como transacciones internacionales. Al igual que nosotros exigimos que los bancos realicen pagos de inmediato, los bancos comerciales requieren lo mismo del BCR. La clave fundamental aquí es la liquidez: los activos con los que opera el BCR deben poder trasladarse rápidamente a las principales plazas financieras internacionales.
Por dicho motivo, el BCR mantiene las reservas en depósitos en instituciones financieras internacionales altamente confiables, así como en bonos y otros instrumentos líquidos. Por esta razón, el oro generalmente no es un activo preferido para los bancos centrales modernos, que suelen mantenerlo en sus reservas como una herencia histórica de épocas en que las monedas nacionales estaban respaldadas directamente en oro.
Surge un problema adicional con la propuesta legislativa: El oro de la minería informal carece de estandarización y trazabilidad, características indispensables para su aceptación en mercados internacionales. Como ha señalado Julio Velarde, presidente del ente emisor: “Si fuera legal, no habría necesidad de que una institución pública lo compre”. En este punto se revela la verdadera intención detrás de esta propuesta: convertir al BCR en un comprador garantizado para un producto cuya calidad y procedencia son cuestionables.
Es importante además aclarar una confusión habitual: las reservas internacionales del BCR no constituyen un fondo soberano diseñado para generar rentabilidad financiera o estratégica, como los que poseen países escandinavos o árabes. Su función esencial no es obtener ganancias a largo plazo, y mucho menos asumir posiciones especulativas, sino garantizar la liquidez inmediata para enfrentar crisis financieras, corridas bancarias o choques externos. Obligar al BCR a comprar activos poco líquidos o de alto riesgo, como el oro informal, compromete directamente esta función crítica y la independencia institucional del BCR, pilar fundamental de la duradera estabilidad de nuestra moneda.
Resolver los problemas de la pequeña minería informal requiere políticas integrales que incluyan medidas efectivas en formalización, certificación y asistencia técnica. Pretender que el BCR asuma estas responsabilidades no solo demuestra un profundo desconocimiento de su rol, sino que también pone en riesgo la estabilidad monetaria y económica del país. En definitiva, el oro informal y el BCR son una mala aleación.