Martes, Enero 14

Hasta el 68% de las cuentas en ciertas redes sociales como X (antes Twitter) podrían ser automatizadas, o sea, intervenidas por ‘bots’, según un estudio independiente de la Universidad de Washington. De la misma manera, se estima que casi la mitad del tráfico en internet es generado por ‘bots’. Mi manera de definir un ‘bot’ no es otra que un impostor, solo en lo que se refiere a este tipo de casos. Programas o ‘robots’ que actúan como humanos y se esconden detrás de un perfil en plataformas sociales.

¿Para qué existen? Pues su uso suele ser comercial, ayudan a “inflar” de manera inmediata números y cifras online. Con ellos se puede lograr millones de likes en el post de lanzamiento de un producto, lanzar a la fama a un cantante que hasta ayer era desconocido o hasta hacer presidente de un país a un candidato cuestionable. El método logístico es extremadamente sencillo y se llama “granja de bots”. En lugares desconocidos, con buena conexión a internet, se conectan cientos o miles de celulares, cada uno con sus respectivas cuentas activas en todas las redes sociales. Estos celulares están encendidos 24/7 y se van programando para dar likes, generar comentarios entre otros.

Si bien esta práctica tiene años existiendo, lo complejo es que con la inteligencia artificial, la evolución de los ‘bots’ ha llegado a tal punto que cada uno de ellos puede tener hoy además una personalidad definida. De esta manera, los ‘bots’ actúan de manera más efectiva y natural con la gente, pero al mismo tiempo a las personas no les es posible detectar si hablan con otro ser humano o no. Según Databridge Market Research, se espera que el tamaño del mercado global de ‘chatbots’ alcance los US$ 26.370 millones para 2031, con una tasa de crecimiento anual compuesta del 22,10% durante el período 2024 a 2031.

Nos toca recordar que si bien desde el lado comercial, los ‘bots’ están generando ingresos importantes, hay un cariz ético y legal que no se está contemplando, que resulta fundamental. Las grandes corporaciones, en lugar de combatirlos los han empezado a empedrar: para los consumidores, son prácticamente imposibles de detectar. La legislación todavía está muy por detrás de seguirle los pasos a la tecnología, dejando enormes vacíos legales, y lamentablemente vivimos en una sociedad con cuestionable ética en gran parte. Pensemos hacia dónde rebota todo esto.

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