Domingo, Diciembre 22

Una obra de arte es algo más que un objeto bello; es la manifestación de una visión única, una expresión singular que refleja el contexto, la inspiración y el propósito de su creador. Cada pincelada, cada trazo y cada elección de color convergen para formar una pieza irrepetible, imposible de replicar en su totalidad. De igual manera, el crecimiento económico que conduce a la prosperidad puede considerarse una obra de arte. Ninguna estrategia de crecimiento es idéntica, y cada país, como un pintor, ha trazado su propio camino con las herramientas y el lienzo que le han sido otorgados. Las pinceladas del progreso reflejan su historia, sus desafíos y sus fortalezas, dando lugar a un modelo único que no se puede simplemente copiar.

El crecimiento económico sostenido es más que la acumulación de cifras impresionantes de PBI; es un proceso complejo que transforma la vida de las personas, reduce la pobreza y expande las oportunidades. Sin embargo, como en toda obra de arte, lograr este crecimiento requiere una visión clara, decisiones conscientes y una ejecución precisa. El buen Dani Rodrik lo describe como un conjunto de políticas económicas e institucionales diseñadas para alcanzar la convergencia con los estándares de vida de las economías avanzadas. Pero, como bien señala, no hay un manual universal. Cada país debe encontrar su propio equilibrio entre la innovación, la estabilidad y la capacidad de adaptación.

Otros como Douglas North y Daron Acemoglu, evidenciaron que la calidad institucional es clave porque, sin un marco sólido, el crecimiento inicial puede ser efímero. North particularmente, destaca que las instituciones exitosas son aquellas que proporcionan estabilidad, incentivos claros y capacidad de adaptación al cambio. Sin embargo, como él mismo señala, no todas las instituciones tienen que adoptar la misma forma para ser efectivas. Esto es crucial para países como Perú, donde las circunstancias históricas, culturales y sociales pueden requerir estructuras distintas a las de otros países desarrollados. Las instituciones deben cumplir ciertas funciones esenciales, por supuesto: proteger los derechos de propiedad, garantizar el cumplimiento de contratos, establecer reglas de juego claras e incentivos apropiados en el mercado, pero la manera en que estas funciones se implementan puede variar considerablemente.

Un ejemplo claro de esta diversidad es el contraste entre las estrategias de crecimiento de países asiáticos como Corea del Sur y Singapur y las economías nórdicas. Corea del Sur combinó un enfoque estatal dirigido con una apertura gradual al mercado global, mientras que Singapur creó un entorno extremadamente propicio para los negocios mediante instituciones que fusionaron elementos estatales y privados. En contraste, las economías nórdicas se centraron desde el principio en fortalecer la transparencia, la igualdad ante la ley y un Estado de bienestar sólido, permitiendo que las reglas del mercado operaran sobre una base de confianza social. China, Estados Unidos y los grandes de la Unión Europea, tienen también empaques institucionales muy diferentes, pero lograron, a su manera, el “envoltorio” que ha ido trayendo los incentivos para que sus mercados funcionen: estabilidad, confianza y predictibilidad.

Iniciar un periodo de crecimiento sostenido puede parecer menos complejo que mantenerlo en el tiempo. En palabras de Robert Solow, el crecimiento inicial puede lograrse con la acumulación de capital y la incorporación de tecnología básica. Sin embargo, para sostenerlo, se requiere una transformación estructural más profunda. Esto incluye la construcción de instituciones sólidas capaces de adaptarse a cambios internos y externos.

El rol del gobierno en el crecimiento económico es un tema central. Como señala también Rodrik, los principios económicos son universales, pero el contexto en el que se aplican varía significativamente. Esto nos lleva a reflexionar sobre el papel del gobierno peruano en el diseño de una estrategia adaptada a sus particularidades. La asignación eficiente de recursos, la promoción de la innovación y la priorización de reformas estructurales son elementos esenciales. El gobierno debe enfocarse no solo en construir instituciones de calidad, sino también en adaptarlas a las necesidades específicas del país. Por ejemplo, el diseño de una política para incentivar la inversión privada no será igual en un país con alta informalidad laboral que en una economía con mercados laborales desarrollados.

El crecimiento económico sostenido no solo requiere políticas inteligentes y bien diseñadas, sino también voluntad política y social para implementarlas. Perú tiene la oportunidad de aprender de sus errores pasados y de las lecciones internacionales, adaptándolas a su realidad. El reto es significativo, pero también lo son las posibilidades. Como muestra Barro, las economías que logran las instituciones que combinen estabilidad macroeconómica con inversiones sostenidas en capital humano y físico son las que prosperan a largo plazo. En este sentido, el arte de crecer y prosperar reside en equilibrar las necesidades públicas inmediatas con las transformaciones estructurales necesarias para el futuro, lo cual requiere un empaque institucional duradero, que mejore y estire el potencial de crecimiento. El arte de crecer es, en última instancia, un ejercicio de voluntad colectiva, innovación y adaptación. El futuro del país depende de su capacidad para dominar este arte. ¿Contamos con el artista que pinte esa obra?

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