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Se espera que algunos de los países de América Latina crezcan a un ritmo de entre 2% y 3% el próximo año. ¿Considera que es un crecimiento poco significativo o mediocre, o un estancamiento económico?
Permítame comenzar agradeciéndole por esta entrevista con El Comercio. Estoy encantada de estar en Perú, como parte de nuestros compromisos en la Cumbre de APEC. Para responder a su pregunta, quisiera empezar con las buenas noticias. América Latina ha mostrado una resiliencia significativa a los múltiples choques de los últimos años, incluyendo la pandemia y sus secuelas, el aumento de la inflación, las repercusiones económicas de los conflictos en otras partes del mundo, choques relacionados con el clima, y más. El mérito es de las sólidas instituciones y marcos de política macroeconómica establecidos en muchas partes de la región. La mayoría de las economías operan ahora cerca de sus niveles potenciales, con mercados laborales fuertes y una tasa de desempleo que en algunos casos se sitúa en mínimos históricos. La noticia no tan buena es que, en los próximos años, se espera que la región vuelva a su tasa de crecimiento histórica de alrededor del 2,5% anual, considerablemente más baja que en otras regiones. Detrás de esto hay obstáculos al crecimiento que vienen de lejos, como las bajas tasas de inversión, el envejecimiento de la población y el escaso crecimiento de la productividad. Las reformas estructurales serán fundamentales para impulsar el crecimiento y elevar el nivel de vida en la región.
El pronóstico del FMI para el crecimiento mundial para 2025 es de 3,2% y para el mediano plazo, 3,1%, la cifra más baja en décadas. ¿Esto se explica por efecto de la pandemia o por el manejo macroeconómico postpandemia?
Gracias en gran medida a la respuesta rápida y coordinada de los hacedores de política logramos evitar una recesión económica mundial tras la pandemia y otros choques recientes. Hemos observado una notable capacidad de recuperación en las economías avanzadas y, especialmente, en las economías emergentes, gracias a la solidez de sus políticas. Pero las consecuencias de estos choques siguen con nosotros, y en un mundo más propenso a choques esta resiliencia se pondrá a prueba una y otra vez. Las divergencias aumentaron tanto dentro de cada grupo de países como entre ellos, ya que los países de bajos ingresos fueron los más afectados por la pandemia. Las interrupciones de la cadena de suministro han tenido efectos duraderos en la producción mundial. Para muchos países, la contención de la inflación ha sido un lastre para el crecimiento. Estos elementos han agravado retos preexistentes, como el envejecimiento poblacional, la debilidad de la inversión y un crecimiento de la productividad históricamente bajo. El resultado es un mundo de bajo crecimiento y alto endeudamiento. La clave para impulsar el crecimiento reside en las reformas: ampliar la cobertura sanitaria, mejorar el acceso a la educación, hacer que los mercados de trabajo funcionen para las personas, reducir las barreras a la competencia, apoyar los emprendimientos empresariales, reducir la burocracia y avanzar en la digitalización, por nombrar algunas. Juntas, este tipo de reformas pueden contribuir a generar el crecimiento que necesitamos.
Con la victoria de Donald Trump, si la guerra comercial entre China y Estados Unidos se intensifica, ¿cómo podrían países como Perú manejar el inevitable aumento de los costos del comercio internacional?
En primer lugar, esperamos trabajar con la nueva administración estadounidense. Mi experiencia con cualquier administración estadounidense siempre ha sido positiva porque Estados Unidos es pragmático. Como siempre, nuestro trabajo consistirá en evaluar cualquier política relacionada con el comercio a medida que se desarrolle. Será importante comprender los motivos que las impulsan y las posibles respuestas, y después evaluar los costes y beneficios para nuestros miembros.
En cuanto a la cuestión subyacente de cómo países como Perú pueden orientarse en un entorno comercial cambiante, un aspecto que a menudo se pasa por alto es cómo reforzar el comercio dentro de la propia América Latina. El comercio entre los países más grandes de la región representa menos del 7% de su comercio total. Esta proporción no ha cambiado en 25 años, y es menos de la mitad del nivel de comercio intrarregional en Europa del Este y en Asia Oriental, donde el comercio se ha profundizado significativamente.
Uno de los principales obstáculos al comercio regional es la falta de infraestructuras. Los análisis del FMI muestran que si América Latina pudiera reducir a la mitad la brecha de infraestructuras entre la región y las economías avanzadas, las exportaciones podrían aumentar un 30%, impulsando el PBI regional hasta un 7%. Se trata de oportunidades a su alcance, y bajo su control, para impulsar el comercio y el crecimiento económico aquí mismo, en la región.
El 14 de noviembre se inauguró en Perú el megapuerto de Chancay, el más importante del Pacífico. ¿Esto refleja la presencia china en América Latina?
El megapuerto de Chancay puede mejorar las perspectivas de crecimiento de Perú y aportar beneficios a la región en general. La construcción de infraestructura pública para mejorar las conexiones terrestres con Lima y los países vecinos puede ayudar a aprovechar todo el potencial del puerto. Gracias a su próspero sector privado, la fuerte protección de la inversión privada, la apertura comercial y la estabilidad macroeconómica, Perú ha experimentado un fuerte crecimiento del comercio y de la inversión extranjera directa. Aunque la participación de China en las exportaciones de la región ha ido en aumento, Estados Unidos y las economías europeas avanzadas siguen siendo las principales contrapartes de los flujos comerciales y de inversión extranjera directa para Perú y la región.
¿Debe preocuparnos el crecimiento chino? Países como el Perú cuentan con la demanda de cobre proveniente del gigante asiático.
Como segunda economía mundial, las perspectivas económicas de China tienen implicaciones para el resto del mundo, incluido Perú. Aunque prevemos que se desacelerará ligeramente en 2025, esperamos que el crecimiento en China siga siendo resistente. Acogemos con beneplácito las medidas políticas anunciadas recientemente para abordar los desafíos de su sector inmobiliario. Mediante nuevas reformas, China puede seguir trabajando para reequilibrar su economía hacia la demanda interna. A escala mundial, se espera que la transición verde aumente la demanda y mantenga elevados los precios del cobre. Perú, que es el segundo mayor productor de cobre del mundo y posee las terceras mayores reservas, puede maximizar los beneficios de la transición verde acelerando la inversión minera, incluyendo la reanudación de proyectos que se han retrasado.
¿Identifica algún riesgo económico para el Perú en el 2025? ¿Qué tanto pesa en ese análisis que sea el próximo un año pre-electoral?
Esperamos un repunte del crecimiento del 3% en 2024. Una mayor recuperación de la confianza podría impulsar la inversión privada y el megapuerto de Chancay podría mejorar aún más las perspectivas de crecimiento. También existen algunos riesgos a la baja: una desaceleración del crecimiento de los socios comerciales, la volatilidad de los precios de las materias primas y una elevada incertidumbre política. Pero, en general, consideramos que los riesgos se encuentran balanceados. La probada resiliencia macroeconómica de Perú se ve reforzada por muy fuertes amortiguadores incluyendo una relativamente baja deuda pública, abundantes reservas internacionales, acceso continuo a los mercados internacionales de capital en condiciones favorables, y un sector financiero robusto.
La agenda APEC 2024 ha incluido temas como la informalidad y las nuevas estrategias para atraer a jóvenes talentos. ¿Qué le ha parecido lo más relevante y qué tema debería continuarse desarrollando en este foro el próximo año, bajo la presidencia de Corea?
Bajo la presidencia de Perú este año, se estableció un trabajo crucial para avanzar hacia la visión de APEC de una Asia-Pacífico abierta, dinámica, resiliente y pacífica para 2040. La presidencia de Corea en 2025 continuará construyendo sobre ese progreso, explorando temas como la restauración del dinamismo económico, la política fiscal para el crecimiento sostenible y el impacto de las finanzas digitales en sus economías. Estas prioridades coinciden con la labor del FMI. La colaboración, incluso a través de plataformas como APEC, no solo es beneficiosa: es esencial. Trabajando juntos, podemos abordar más eficazmente la elevada deuda, salvaguardar los logros de la integración económica, acelerar la resiliencia climática y aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías -incluidas la inteligencia artificial y las innovaciones ecológicas. Todo ello nos ayudará a afrontar los retos económicos actuales y a allanar el camino hacia un futuro más inclusivo, resiliente y sostenible para la región Asia-Pacífico.