Viernes, Junio 28

Nos hemos dejado mapear, con cierto deleite, en la ruta marítima de la seda, una variante de la expansión china con ‘soft power’ (seducción diplomática con buenas maneras y cortesías de sus empresas estatales), referencias milenarias (en nuestro caso, aún falta marketear la idea de ser ambos cunas de civilizaciones) e interés en una cartera muy diversa de productos. Los puertos son más que escalas en esta ruta, son enclaves económicos y geopolíticos fundamentales. No por casualidad, en San Francisco, Jinping confirmó su interés en asistir a la inauguración simbólica del puerto de Chancay durante la cumbre de APEC. Cosco Shipping, la estatal china que lo manejará, tiene más de 100 puertos en el mundo, tres de ellos en Estados Unidos. Este dato, por cierto, es una irónica respuesta a la paranoia estadounidense, expuesta en “The Finantial Times” (“US raises concerns with Peru over chinese control of infraestructure” de octubre del 2023). Si la potencia que predica la libertad de comercio tolera la inversión china en sus puertos, ¿porqué sugerir hipótesis bélicas –como hacen expertos militares en dicho artículo- sobre barcos de guerra chinos repostando en Chanchay? Para que un barco extranjero ingrese a aguas peruanas se necesita hasta un permiso expreso votado por el pleno del Congreso. Es usual que ello pase cuando tropas o naves de EE.UU ingresan al Perú por razones protocolares y el permiso siempre se obtiene, aunque con votos en contra de la izquierda que recela la penetración militar del monstruo capitalista. Esta misma izquierda no se araña por la seda imperialista de la China roja.

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La paranoia que despierta China, en un mundo que estaba acostumbrado a la unipolaridad estadounidense, es mucho más intensa en otros lares. La estación de investigación espacial china en Neuquén, Argentina, ha despertado muchísimas más teorías conspirativas que Chancay, para no hablar de Tik Tok, la popularísima red de origen chino. Entrevisté al canciller Javier González-Olaechea en RPP y le pregunté si la próxima visita de Boluarte a China (los días 26, 27 y 28 de junio), nos obliga a dar señales de cautela a Washington. “A los que digan ‘nos entregamos demasiado a China’, les decimos que tenemos buenas relaciones con todos y hemos recibido interés de invertir de India, Japón, España, viene en unos días el vice canciller suizo”, me respondió. Hagamos notar que ni el canciller ni la presidenta ni el gabinete son sinófilos (fans de China) como lo fue, declaradamente, Alan García en su segundo gobierno, cuando promovió el sueño de la invasión de inversionistas y turistas chinos. Hasta escribió un libro, “Confucio y la globalización. Comprender China y crecer con ella” (Planeta, 2013). Ese mismo año, con Humala, se formalizó la Asociación Estratégica con China, pero con Alan, en el 2008, ya se había firmado el TLC con Pekín.

El canciller también me contó que a fines de abril hizo una visita oficial a China y se sorprendió cuando, una semana antes, le anunciaron que además de su homólogo chino lo recibiría el vicepresidente Han Zheng. Este le reiteró que el interés comercial y de cooperación chino está abierto a todos los sectores y le hizo la invitación oficial a Boluarte. “Una visita de estado no es endosable, no puede ser sustituida la presidenta por el canciller, o se acepta o no se acepta”, me dijo González-Olaechea para reforzar el viaje.

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Sin mochila

El 29 de mayo, antes de que se aprobara el permiso, el canciller envió a Alejandro Soto, presidente del Congreso, una carta invitando a 6 congresistas para que acompañen a Dina hasta la China. No se mentaba quiénes ni de qué bancadas, pero se sugería que fueran miembros de la Junta de Portavoces. Había un detalle en la misiva que no gustó a Soto ni a la mesa directiva: “Ante las medidas de austeridad dispuestas por el gobierno, la delegación oficial encabezada por la señora Presidenta de la República se desplazaría en líneas aéreas comerciales, por lo que de confirmarse la participación de representantes del Congreso, los gastos que ello irrogue correrían por cuenta del Congreso”.

En ocasiones anteriores, varios congresistas se subían al avión presidencial, pero esta vez la sola suma del gasto de los vuelos a China sería tema de escándalo. Una fuente congresal me contó que la molestia se agravó cuando Palacio sugirió, informalmente, una lista de 8 congresistas con la salvedad de que el Congreso podía agregar un par. Se podía presumir que algunos de ellos habían tejido sus propios contactos, mientras otros, en especial de la izquierda, despotricaban del viaje. Soto prefirió evitarse un escándalo de egos y viáticos inflamados al final de su gestión y envió una carta al canciller informando que no iba nadie. Dina viajará sin mochila congresal.

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El programa de tres días va de lo protocolar a lo político, pasando por lo comercial. El primer día, con el grupo de empresarios que viajan con la suya, Dina estará en Shenzhen, emporio industrial y tecnológico. Ahí verá a ejecutivos de Huawei que ofrecen un programa de 20 mil becas para peruanos, y de la fábrica de autos BYD. Al día siguiente, en Shangai, hará una exposición sobre las oportunidades de inversión en Perú. El día más importante será el tercero y último, el 28 de junio, cuando se reunirá con Zhao Leiji, presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y estará en un evento en la plaza de Tiananmen. Luego de eso, se reunirá con Xi Jinping.

Dina volverá envuelta en seda china a enfrentar su judicializada vida. Chancay y la próxima cumbre de APEC en noviembre serán constantes invocaciones para capear los varios episodios críticos que se anuncian en el futuro inmediato. Las teorías conspirativas y las advertencias serias sobre empresarios chinos de la construcción ligados a investigaciones criminales tomando la posta de equivalentes brasileros o la presencia de grandes empresas (todas estatales) en el sector minero y energético; han arqueado cejas del empresariado nacional y provocaron hasta una objeción formal de Indecopi cuando la inversión china en las empresas locales de servicios eléctricos se acercó al monopolio. Sin embargo, el sueño del abrazo benefactor del gigante asiático se impone a cualquier mal augurio.

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