Los meses con menores días de actividades reportadas fueron marzo, abril, julio y agosto, donde se observó al menos 10 días sin apariciones de Dina Boluarte.
La menor proporción de eventos durante el año se dio los fines de semana. En 75 de los 103 sábados y domingos disponibles ambos sistemas del despacho presidencial no reportaron actividades oficiales, mientras que en días de semana (de lunes a viernes) esta cifra alcanzó 31 de 258 días disponibles [ver gráfico]. Dicha tendencia es similar a la observada durante el 2023, cuando la Presidencia no reportó actividades oficiales en 69 de los 103 sábados y domingos de ese año, así como en otros 27 de los 262 días semanales disponibles.
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De puertas para adentro
De acuerdo con la Directiva N.º 001-2022-PCM/SIP, que establece los lineamientos para asegurar la integridad y transparencia en las gestiones de intereses y otras actividades, el registro de las agendas oficiales debe incluir las reuniones de gestión de intereses y las actividades oficiales. Estas últimas se definen como los “eventos celebrados dentro o fuera del local de la entidad pública y en los que participa el titular de una entidad o un funcionario de la Alta Dirección en representación de su institución”.
Este Diario se comunicó con la oficina de comunicaciones del despacho presidencial, la que indicó que la Presidencia trabaja todos los días del año en otras funciones, incluyendo reuniones de despacho, aun cuando no se agenden actos oficiales. “Las actividades o viajes son parte de las labores presidenciales, no son el todo, como regla diaria”, señaló.
Según el exsecretario general de la Presidencia, José Elice, el hecho de que casi un tercio del año no registre actividades oficiales nos habla de un estilo de gobierno que, en comparación con mandatos anteriores, no prioriza dentro sus labores la presencia de la presidenta con la población y con otras autoridades.
“La gente tiene que ver a la presidenta y saber qué está haciendo. Igual con las visitas a autoridades: cuando un presidente da una orden, esta no se cumple inmediatamente. Pero si la presidenta va y habla directamente con los funcionarios encargados de cumplirla, se hace más rápido. Siempre ha sido así, aquí y en todo el mundo. La relación con autoridades debe ser lo más directa posible”, sostiene.
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En la misma línea, el politólogo Gonzalo Banda considera que, aunque la presidenta haya cumplido otras tareas desde su despacho, la falta de actividades oficiales no es un dato menor. Comenta que, finalmente, estas sirven para generar sensación de presencia y trabajo de los jefes de Estado, además de buscar acercamientos con la población.
“Al perder esas oportunidades deliberadamente, lo que la presidenta consigue es reforzar la percepción de un gobierno selectivo, centralizado en Lima, que abandona a la población según su agenda de intereses. Estamos ante un gobierno que no busca hacer un esfuerzo por recuperarse políticamente, aún en un escenario como este, en donde nos acercamos a un año preelectoral y en el que no sé si estemos preparados para entender las dimensiones del voto castigador del 2026″, señala.
Regiones postergadas
De los 255 días en que se registraron eventos oficiales, la presidenta de la República participó en 555 actividades como ceremonias oficiales, reuniones con autoridades extranjeras o del interior, inauguraciones de obras, lanzamientos de políticas públicas, eventos institucionales, campañas sociales, entre otros. Sin embargo, el 85% de éstas se realizaron solo en Lima Metropolitana y el Callao.
De acuerdo con la agenda presidencial analizada, la mandataria Dina Boluarte no ha registrado visitas a las regiones de Cajamarca, Huancavelica, Moquegua, Pasco y Puno durante todo el tiempo que ha ocupado el gobierno. Estas localidades conforman las regiones centro y sur del país, en las que la presidenta tiene solo 1% y 2% de aprobación, según la última encuesta de Datum Internacional.
En comparación con presidentes anteriores, la jefa del Estado es la que más atraso tiene en completar visitas oficiales a todo el país. Por ejemplo, su predecesor Pedro Castillo llegó a las 25 regiones peruanas en menos de un año de ocupar el cargo. Martín Vizcarra hizo lo propio en 273 días de iniciado su mandato. Pedro Pablo Kuczynski, por su parte, tardó un poco menos de año y medio.
Para Banda, la falta de actividades oficiales de Boluarte en cinco regiones que componen la sierra central y sur guarda sentido con la ruptura que el gobierno ha tenido desde el inicio con estas zonas del Perú. Explica que el régimen no ha buscado reconciliarse con estas regiones, en donde la desaprobación ciudadana se ha mantenido alta tras la afrenta pública de Boluarte -”Puno no es el Perú”- hacia la población que protestó contra su gestión entre diciembre del 2022 y comienzos del 2023.
“Esto es consecuencia directa de lo que sucedió en los primeros meses del gobierno. La presidenta decidió pelearse abiertamente con regiones altoandinas del Perú, en donde hubo una fuerte represión contra las manifestaciones. En lugar de reconciliarse con ese electorado que, indirectamente, la llevó al poder al elegir a Pedro Castillo, ella no ha buscado ganar legitimidad, sino confrontarse abiertamente en discursos beligerantes. Es clara su decisión de no ir personalmente y de manera oficial a las regiones altoandinas donde ha perdido tanto crédito político”, precisa Banda.