Seamos rigurosos. No sabemos si la mayoría de los que acampan en la tierra de nadie, son los ‘asustados’ por Kast o son parte del flujo regular que esta vez ha llamado la atención por tener cámaras y micrófonos para contar sus dramas. El martes, el ministro chileno del Interior, Álvaro Elizalde, dio una conferencia de prensa para calmar las aguas. Lo hizo con sumo cuidado para no entrar en polémica con Kast, que es candidato de la derecha opositora a Boric. “De acuerdo a las estadísticas oficiales (…) no ha habido un aumento en los flujos migratorios en los últimos días”, dijo. Sobre el refuerzo militar en el Perú, dijo que es lo mismo “que Chile optó hace varios años atrás y dio un muy buen resultado”.
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Volvamos al viernes 28, cuando subió la tensión. José Jerí tuvo un almuerzo en la cancillería. No fue motivado por la crisis fronteriza, ya estaba planificado con antelación; pero fue una feliz coincidencia porque el canciller Hugo de Zela pudo darle un ‘briefing’ sobre el asunto y comentarle la posición de cancillería. Horas más tarde, un consejo de ministros afinó la declaratoria de emergencia en los distritos fronterizos con Chile; y De Zela salió al patio de Palacio a decir que “nuestras capacidades ya están colmadas, tenemos cientos de miles de migrantes y no estamos en condiciones de estar recibiendo más”. Es decir, que no pasará ni uno de los irregulares desde Chile. Jerí se dio una vuelta por Tacna para mostrar que la resolución va en serio.
Es cierto que las continuas declaratorias de emergencia están desgastando el impacto de esa figura en el Perú; pero la señal sí llegó con claridad a Chile cuando el decreto fue publicado el sábado 29 en El Peruano. Sin embargo, el lunes pasado hubo un revés inquietante: alrededor de 40 migrantes, con niños, maletas y mochilas, rompió el cerco y corrió hacia el Perú. La imagen era inquietante cual pequeño agujero que puede romper un dique; pero fuimos informados de que las fuerzas del orden y las autoridades migratorias lograron retornar a ese contingente a Chile. Sin embargo, no vimos las imágenes del retorno, de modo que persiste la inquietud.

El discurso de la cancillería, firme en lo esencial, ha dejado, sin embargo, otro agujero en el dique: No ha frenado una narrativa persistente en boca de los migrantes y que también la difunden las autoridades de Tacna y Arica que quieren retomar su paz y sus negocios binacionales. ¿Cuál es? ‘Hagamos un corredor humanitario’. No es un relato nuevo, pues surgió durante el incidente de mayo del 2023, muy similar al actual. Esa vez la tensión se disipó por completo cuando el gobierno de Gabriel Boric coordinó con el gobierno de Nicolás Maduro un vuelo humanitario que llevó a Caracas a los 115 migrantes que presionaban en la frontera. No hubo ‘corredor’, sino un solo vuelo directo, pero quedó la narrativa y se ha disparado de nuevo. Preguntado por ella, nuestro canciller Hugo de Zela, dijo: “Por el momento no hemos conversado de esa posibilidad y para ser franco lo veo bastante difícil, porque esto implicaría hablar también con Ecuador”.
Para ser franco, el canciller podría simplemente haber descartado ese cuento. Lo han hecho varios expertos. Llamé a Fernando Rojas, ex vice canciller y ex embajador en Chile, actualmente en retiro, y él la descarta. “No es posible ahora” me dice. “Ecuador, durante los años del mayor flujo migrante se convirtió en un corredor informal por el tamaño de su territorio y porque la gran mayoría de migrantes querían llegar al Perú e incluso a Chile. Ellos daban facilidades para que los venezolanos lleguen directamente desde su frontera con Colombia a su frontera con Perú, pero eso no era nada oficial y ahora el Perú tiene otra posición”.
La explicación de porqué no funcionaría un corredor oficial es simple: no solo tendría que entrar a tallar el Ecuador, sino Colombia y Venezuela. Los dos primeros no se apocarán y endurecerán sus posturas igual que Chile y Perú. De Maduro ni hablemos porque está absorto afrontando la amenaza de Donald Trump contra su supervivencia política y contra su integridad. Y Boric, obligado a la neutralidad electoral, no tiene ningún incentivo para arreglar un problema disparado por Kast timbrándole le teléfono al cuco venezolano. Es más, el jueves 5, el gobierno chileno descartó que Boric viajara a la frontera emulando a Jerí. No solo Kast, también su exministra y candidata Jeannette Jara, pidió que el gobierno se haga cargo del problema. Pero Boric no quiere pisar palitos electorales.
¿Qué ha dicho Kast luego de generar la tensión? Por un lado, ha hecho notar que recibió la señal peruana y precisó, en conferencia del martes, que está hablando de colocar a los venezolanos irregulares en vuelos a Caracas, no de empujarlos irresponsablemente hacia sus tres fronteras (Argentina, Bolivia y Perú). Pero, cuando un periodista le preguntó qué hará ante la presión de Trump que ha provocado el cierre del espacio aéreo sobre Venezuela, dijo: “Aseguro que si ganamos, antes del 11 de marzo la situación de los vuelos va a estar solucionada y los aviones van a aterrizar. Y va a haber cielos abiertos sobre Venezuela de nuevo. Y si no se diera, las caravanas de buses, los barcos, también son alternativas”.
La pura fé de Kast en que Trump acabe muy pronto con Maduro (para mayor afinidad, el de Kast también se llama Partido Republicano) y cunda la democracia en Venezuela, no nos compete juzgarla; pero lo de las ‘caravanas de buses’ son su manera de sumarse a la narrativa del ‘corredor humanitario’ que sí es impertinente. Ni siquiera tuvo la consideración de enfatizar que esa vía requeriría de una coordinación regional que excede a Chile. Le pedí a Rojas que proyectara el escenario de que Kast triunfe y busque cumplir su palabra. “Se va a morigerar. Y tendrá un canciller, quizá político pero con conocimiento de las relaciones internacionales, que lo va a asesorar y le va a decir que algunas cosas no son fáciles”. Fernando apela a nuestra historia común y añade: “Sería una lástima, porque se reavivarían fantasmas que ya están disipados desde varios años”. Que sepamos, no hay ninguna razón o antecedente personal, más allá de su radicalidad, que predisponga a Kast contra el Perú.

También conversé con María Inés García Calderón, experta en derecho migratorio y docente en la Universidad de Lima. En primer lugar me advirtió que el término ‘corredor humanitario’ está siendo mal utilizado pues designa, en especial, a rutas para la evacuación de personas en zonas de conflicto bélico. Le pregunté si veía como un escenario probable que estas tensiones escalen a tal punto que se generen campamentos de refugiados en las zonas de frontera, como los hay en el Medio Oriente, África y Europa: “En América Latina hay políticas de integración, apostamos hasta ahora a asimilar la migración. ACNUR [la agencia de refugiados de la ONU] asesora la creación de campamentos y a veces los gestiona, pero lo hace cuando no queda más remedio y como alternativas temporales. No se promueve nunca su existencia. Yo no veo ese escenario probable por ahora, pero podría suceder que con el tiempo se junte más gente que acampe voluntaria e informalmente en las zonas de frontera y se le preste alguna asistencia”.
María Inés insiste en que, para proyectar mejor las soluciones, hace falta un diagnóstico de los migrantes que persisten del lado chileno, para saber a ciencia cierta cuántos son venezolanos y qué magnitud podrían tener los flujos de otras nacionalidades (sobre todo ecuatorianos, colombianos y haitianos). El Comité Binacional instalado virtualmente por los cancilleres De Zela y Alberto Von Klaveren acordó, como primer punto, hacer ese diagnóstico. Se volverán a reunir el viernes 19.
A la corriente migratoria de larga data desde Sudamérica hacia EE.UU, que atraviesa varias fronteras hasta estrellarse contra el muro que separa a México de su destino soñado; se ha sumado la más caótica diáspora venezolana. Para desgracia de esta última corriente, la redoblada rigidez de la política migratoria de Trump coincide con promesas similares de candidatos chilenos y también peruanos. En nuestro caso, Rafael López Aliaga y Carlos Álvarez, para solo citar a dos que figuran en las encuestas, han prometido expulsar a los ‘ilegales’ apenas gobiernen.
En el lenguaje políticamente correcto de los organismos multilaterales se prefiere el término de ‘irregulares’ porque se le reconoce al migrante el legítimo derecho a la ilusión de ser acogido por su destino escogido. Pero sucede que, en el Perú como en Chile, Ecuador y Colombia, muchos políticos asocian genéricamente al migrante venezolano con el boom del crimen organizado exportado por Venezuela a la región junto con su crisis humanitaria. Kast lo ha hecho durante toda su campaña y la criminalización de la comunidad venezolana la proyecta, aunque no lo diga explícitamente, a los países ‘que los dejamos pasar hasta que llegaron a Chile’.
Si Kast apela a la narrativa pro migrante del ‘corredor humanitario’ es porque allí está enmascarada una narrativa puramente chilena: ‘vinieron del Perú, que se vayan a través del Perú’. He ahí otro agujero en el dique que nuestra cancillería tiene que cerrar. Es cierto que muchos llegaron del Perú pero la responsabilidad absoluta de tal irregularidad no es peruana: la comparten el migrante con el país que lo recibió. Lo mismo nos ha pasado a nosotros respecto de Ecuador y Colombia, y a ninguno de nuestros candidatos vocingleros se le ha ocurrido decir que los pondrá en una ‘caravana de buses’ transnacional.










