Trump confirmó públicamente el domingo que hubo una llamada telefónica con Maduro, algo que había sido informado en exclusivo por el diario “The New York Times”. La conversación habría sido el 21 de noviembre.
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Al ser preguntado por periodistas sobre el tema, el magnate dijo: “No quiero comentar sobre eso, la respuesta es sí”. “No diría que salió bien ni mal. Fue una llamada telefónica”. No hizo más comentarios.

Más tarde, el senador republicano Markwayne Mullin le dijo a la cadena CNN que Washington propuso a Maduro abandonar Venezuela.
“Le dimos a Maduro una oportunidad de irse. Le dijimos que podía irse a Rusia o que podía ir a otro país”, declaró Mullin.
El diario El Nuevo Herald dio más detalles de la conversación. Informó que sus fuentes le confirmaron que Trump le garantizó a Maduro un salvoconducto para él, su esposa Cilia Flores y su hijo si aceptaba renunciar de inmediato.
Una fuente le dijo a El Nuevo Herald que la llamada se estancó por tres motivos. “Primero, Maduro pidió una amnistía global por cualquier crimen cometido por él y su grupo, y eso fue rechazado. Segundo, pidieron mantener el control de las Fuerzas Armadas y a cambio, permitirían elecciones libres”.
El tercer punto de fricción fue el calendario: Washington insistió en que Maduro debía renunciar de inmediato, y Caracas se negó, dijo El Nuevo Herald. No hubo más contacto directo.
Según en Herald, tras el anuncio del sábado de Trump de cerrar el espacio aéreo venezolano, el régimen de Maduro intentó comunicarse nuevamente con Washington, pero no obtuvo respuesta.
De manera oficial, Estados Unidos ha sostenido que el despliegue militar en el Caribe es para labores de interdicción de drogas.
Desde el 1 de setiembre, Estados Unidos realizó ataques contra una veintena de lanchas sospechosas de narcotráfico en el Caribe y el Pacífico, con un saldo de al menos 83 muertos.
Además, Washington acusa a Maduro de liderar el Cártel de los Soles, una supuesta mafia venezolana incluida en su lista de organizaciones terroristas y a la que señala de inundar Estados Unidos de droga.
Además…
El masivo despliegue militar de Estados Unidos cerca de Venezuela
Desde agosto del 2025, Estados Unidos ha activado un despliegue naval masivo en el Caribe —el mayor en la región desde la Guerra del Golfo— como parte de su estrategia de presión sobre Venezuela. El grupo inicial incluyó buques anfibios como el USS Iwo Jima y otras embarcaciones de guerra, con unos 4.000 infantes de marina. Con el paso de las semanas, la flota se expandió a alrededor de 10 unidades de superficie y un submarino. En noviembre llegó el portaaviones de propulsión nuclear USS Gerald R. Ford acompañado de destructores y buques anfibios, elevando el total a unos 13 buques de guerra operando en la zona. Además, la presencia aérea y de inteligencia representa un pilar clave: aeronaves de patrulla marítima P-8, cazas F-35 desplazados a Puerto Rico, drones de vigilancia y helicópteros embarcados. Hoy se estima que hay un total de 16.000 militares desplegados.
Un punto de no retorno
El politólogo venezolano Luis Nunes manifiesta a El Comercio que la respuesta de Maduro al ultimátum de Trump se tradujo en una serie de exigencias: permanecer hasta 18 meses más en el poder, que no se remuevan las fichas del chavismo y garantizar la continuidad del control chavista de la Fuerza Armada. Peticiones que, en la lógica de una negociación, responden a la estrategia de “pedir más para ceder menos”.
Sin embargo, la respuesta desde Washington habría sido tajante. Por recomendación del secretario de Estado, Marco Rubio —quien también habría participado en el intercambio—, Trump rechazó cada una de las condiciones. Su mensaje fue inequívoco, señala Nunes: no habrá concesiones ni negociación gradual. La alternativa planteada fue simple y extrema: abandonar el país de inmediato o enfrentar consecuencias más duras.
Para el analista, el resultado fue una conversación “que terminó muy mal” y que podría marcar un punto de no retorno. A partir de ese momento, sostiene, la posibilidad de una salida negociada se reduce considerablemente y abre paso a un escenario de escalada, más que a un congelamiento del conflicto. “Ya lo que tenían que hablar, lo hablaron”, resume.
El dato de que la llamada habría sido solicitada por el propio Maduro —y no por Trump— también resulta clave. Para algunos sectores de la política estadounidense, este contacto generó críticas, al tratarse de un gobierno que Washington ha catalogado como vinculado al terrorismo. Aun así, Trump habría accedido en coherencia con su discurso de evitar nuevos conflictos y, en su narrativa, intentar resolver la crisis sin iniciar otra guerra, dice Nunes.
En el plano interno venezolano, el panorama parece cada vez más frágil para Maduro. Nunes asegura que su ausencia en un reciente acto oficial militar no habría sido casual, sino un reflejo de la creciente desconfianza dentro de las filas castrenses. Señala, además, movimientos de oficiales que habrían abandonado el país y una estructura de lealtades sostenida más por incentivos que por convicción.
Nunes remarca que el futuro de Maduro no depende solo de él. El analista dice que el líder chavista no tomará decisiones en solitario. Más bien, responde a una estructura de poder en la que Cuba jugaría un rol central, por encima incluso de actores como China o Rusia. “Él no decide por sí mismo; recibe instrucciones”, concluye.
En ese contexto, las opciones se estrechan: una salida negociada en condiciones impuestas, una caída forzada o un atrincheramiento final que eleve aún más la tensión. Y todo indica que el tiempo, como advirtió Trump en esa llamada, se está agotando, concluye Nunes.
Francesco Tucci, docente de Ciencias Políticas y de Relaciones Internacionales de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), dice a El Comercio que la filtración sobre la llamada sugiere un choque frontal entre dos lógicas de poder: Washington busca una “rendición con salida segura” y Maduro intenta negociar una transición que preserve el corazón del régimen, es decir, el control chavista sobre la Fuerza Armada y amplias garantías de impunidad.
“En ese margen estrecho es donde se abren los escenarios de corto plazo y donde se juega el cálculo de la cúpula militar y del chavismo duro”, manifiesta el analista.
Agrega que el ultimátum de Trump busca forzar una salida rápida tipo “dictador al exilio”, minimizando los costos de una operación militar prolongada y enviando una señal disuasiva a otros regímenes.
Tucci sostiene que la fórmula ofrecida por Maduro, un esquema de salida inspirado en el caso nicaragüense de 1990, pretende garantizar continuidad real del régimen por debajo de la fachada institucional, manteniendo la estructura militar–económica que sustenta al chavismo, y reducir el riesgo de persecución interna y externa por violaciones de derechos humanos, corrupción y narcotráfico.
En cuanto a lo que puede pasar ahora, Tucci vislumbra tres posibilidades: Persistencia de la vía negociada bajo alta presión, que puede venir acompañada de ventanas de negociación para ofrecer “salidas” a sectores del régimen. Una escalada del conflicto que puede traducirse en intensificación de operaciones contra redes de narcotráfico ligadas al régimen, bloqueos marítimos selectivos, ciberoperaciones y eventualmente golpes “quirúrgicos”, antes que una invasión convencional, que tendría costos políticos y regionales muy altos. Y un congelamiento prolongado y crisis “administrada”, donde el régimen resiste, endurece la represión y el control interno, mientras la comunidad internacional administra la crisis humanitaria y migratoria sin lograr alterar de fondo la correlación de fuerzas.
En paralelo, sostiene Tucci, el rol de la Fuerza Armada emerge como uno de los factores decisivos. El chavismo, dice, ha construido durante años un modelo cívico-militar en el que los altos mandos no solo respaldan al gobierno, sino que forman parte estructural del poder. Oficiales activos y retirados ocupan posiciones clave en ministerios, empresas estatales y sectores estratégicos, formando una red de lealtades cimentada en beneficios, ascensos y complicidades.
A decir de Tucci, el cálculo de esta cúpula respondería, principalmente, a dos variables. La primera es la supervivencia personal y colectiva: para muchos mandos, la permanencia del régimen es vista como su único escudo frente a posibles procesos judiciales o extradiciones. Cualquier transición sin garantías extremadamente sólidas representa, en su percepción, un riesgo existencial.
La segunda es la evaluación de la correlación de fuerzas. Mientras perciban a la oposición fragmentada, a la comunidad internacional sin voluntad de intervención directa y a los aliados externos del chavismo aún dispuestos a sostenerlo, la tendencia dominante será cerrar filas con Maduro. Solo una combinación de presión externa abrumadora y garantías creíbles podría abrir fisuras en ese bloque.
“Hasta ahora, los gestos públicos han sido de reafirmación de lealtad hacia Maduro, acompañados de purgas internas y detenciones de figuras sospechosas de disidencia. Esto apunta a una continuidad del apoyo en el corto plazo, más que a una ruptura inminente. Sin embargo, en regímenes de este tipo, las fracturas no suelen anunciarse: ocurren cuando un sector del poder concluye que sacrificar al líder es el precio necesario para salvar el sistema”, finaliza Tucci.




