Lunes, Diciembre 30

Perú formaba el Grupo 3 de las eliminatorias al Mundial Argentina 78, junto a Chile y Ecuador. Era el partido de vuelta, pues el de ida, jugado el 20 de febrero, Perú y Ecuador habían empatado 1 a 1 en la ciudad de Quito. Los ecuatorianos venían con muchas ganas de una revancha.

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Con el arbitraje del boliviano Luis Barrancos Álvarez, la bicolor, con dos puntos (por sus empates en Quito y Santiago de Chile), salió decidida a ganar y llegar así a la punta del grupo, que en ese momento la tenía el país sureño con tres puntos (Ecuador tenía 1). El rival de esa noche había llegado a Lima en la madrugada del viernes 11 de marzo, e hizo ese día una práctica nocturna en el gramado del coloso de José Díaz. Estaban bien físicamente y de buen ánimo para el choque.

Al tiempo que los ecuatorianos realizaban sus ensayos tácticos en el Nacional, Marcos Calderón, el DT del combinado patrio, les hacía ver a sus muchachos un “videotape” con el partido en Quito, para subsanar errores y corregir descoordinaciones. La máquina peruana estaba en la previa y de su concentración y prolijidad en el campo dependía el buen resultado del partido. (EC, 12/03/1977)

Calderón ya tenía a dos piezas claves en buenas condiciones: Percy, el “Trucha” Rojas, que jugó como volante adelantado, y Hugo, el “Cholo” Sotil, como centro delantero. Pero el rival tenía una baja seria para ellos, la del argentino nacionalizado ecuatoriano, Ángel Liciardi, quien se quedó en Quito lesionado.

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El equipo de Ecuador de esos años no solo tenía un nacionalizado en sus filas. A Liciardi se sumaban Juan Carlos Gómez, un uruguayo de nacimiento, quien no jugó el partido debido a que había llegado a Lima algo golpeado; y el otro era el portero García, otro nacido en Uruguay.

Hubo un partido previo, a las 6 de la tarde, entre la selección peruana juvenil y el Deportivo Municipal. Un poco antes de ese cotejo, se confirmaron las alineaciones. Por Perú jugaban: Quiroga; Soria, Meléndez, Chumpitaz, Díaz; Quesada, Percy Rojas, Velásquez; Muñante, Sotil y Oblitas. Por Ecuador: García; Méndez, Carrera, Villena, Klinger; Granda, Villafuerte, Figueroa; Paz y Miño, Vinicio Ron y Nieves. (EC, 12/03/1977)

Cuando El Comercio entrevistó a algunos destacados deportistas peruanos que habían representado al país, entre los que se encontraban el nadador Daniel Carpio, la basquetbolista Rosa Quelopana y el ex arquero del ‘Muni’ Luis Suárez, todos coincidieron en que la selección nacional de fútbol necesitaba “recibir un aliento permanente”. Ellos sabían muy bien el “mágico aporte” que muchas veces “agiganta a un equipo y lo lleva hacia la conquista del triunfo”. (EC, 12/03/1977)

Marcos Calderón, hombre de pocas palabras, llegó a decir con claridad que el partido de esa noche era difícil, pero que esperaban ganarlo. Y sentenció: “Tengan confianza en nuestra selección”. Una frase que quedó en el aire y que aterrizó en la hinchada que acompañó a la blanquirroja aquella noche sabatina del 12 de marzo de 1977.

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La selección peruana no solo ganó bien, sino que goleó y lo hizo con una gran convicción. Fueron 4 goles a favor y ninguno en contra. Los peruanos se sabían superiores y lo demostraron en la cancha, en un Estadio Nacional completamente lleno. Las 45 mil personas no pararon de alentar a la bicolor. El marco era imponente.

El ingreso, es decir, el primer pie en el gramado, era significativo. Lo que los jugadores sintieran en ese momento era lo que los marcaría durante la competencia. Así lo sentían entonces. En esos primeros minutos, el ambiente se recubrió de música y patriotismo con la incursión de un trío criollo de polendas: el compositor Augusto Polo Campos, el guitarrista Óscar Avilés, y el cantante y cajonero Arturo ‘Zambo’ Cavero, quienes le pusieron el ritmo que la blanquirroja requería esa noche. (EC, 13/03/1977)

En tanto, desde el palco presidencial, el Jefe de Estado, el general Francisco Morales Bermúdez, su esposa y varios ministros observaban todo. El país vivía momentos complicados con huelgas generales, paros, marchas y represión policial, pero el fútbol era un paréntesis ante esa lamentable realidad. Las autoridades aplaudieron y también avivaron a la selección y sus goles, pero no pudieron evitar las rechiflas de una buena parte del público.

Los que dieron con sus goles esa alegría enorme al pueblo peruano fueron, en el primer tiempo, José Velásquez, con su gol a los 19 min.; y en el segundo tiempo, Juan Carlos Oblitas, en dos ocasiones (3 y 6 min.) y el chimbotano Alejandro Luces (18 min.), quien había recién ingresado por Percy Rojas.

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Perú hizo un primer tiempo notable, pero fue superior lo que hicieron en los primeros 20 minutos del segundo tiempo (los otros tres goles), en que desconcertó a su rival con un toque rápido y veloces desplazamientos, lo que obligó a su rival ecuatoriano a apelar constantemente al juego brusco, sin que el árbitro boliviano Luis Barrancos les pusiera límite. (EC, 13/03/1977)

El Comercio denunció la deslealtad del juego ecuatoriano, abusando no solo de la fuerza y el choque físico (entendible en un deporte como el fútbol) sino que actuaron, especialmente su defensa, de forma temeraria y excesivamente violenta, como queriendo lastimar al contrincante a como diera lugar. Sin embargo, la ofensiva peruana no se amilanó. Todo lo contrario.

La bicolor fue individualmente un mejor equipo. Al talento de sus jugadores se sumó una indeclinable voluntad y espíritu de lucha. Y también, una gran concentración y disciplina para no caer en las provocaciones ecuatorianas. Luego del cuarto gol, el de Alejandro Luces, entonces goleador del Unión Huaral, el equipo nacional bajó la intensidad de su ataque.

Con un Sotil agotado, el cambio que debía realizar Marcos Calderón era por Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez, indicaba la prensa deportiva de esos días. Con él seguramente hubiera habido más opciones de gol y el resultado hubiera sido más apabullante. Pero el cambio de Sotil fue por Augusto Palacios, en ese momento jugador del club Alianza Lima.

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Estuvieron brillantes en el combinado rojiblanco -además de los que anotaron los goles-, el mediocampista Alfredo Quesada y el delantero Juan José Muñante, quienes impusieron un gran respeto por la calidad y practicidad de su juego.

La afición peruana no olvidaría en un buen tiempo esa segunda parte del partido, con los tres goles que cerraron el cotejo; y sobre todo por el vistoso juego peruano y por la buena disposición táctica, corregida en el descanso por el DT nacional. (EC, 13/03/1977)

Tras el pitazo final del árbitro boliviano, la selección peruana festejó como nunca. Era una victoria clave. Pero la verdadera jarana se armó dentro del camarín peruano, con las hurras al Perú y la música de Avilés y Cavero. La música, tan cercana a los futbolistas peruanos, les hizo un efecto catártico.

Hubo tanta alegría, que nadie se sorprendió de la llegada del ministro de Educación al camarín bicolor. El general de Brigada, Otto Eléspuru Revoredo, dijo hablar a nombre del presidente Morales-Bermúdez.

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La unión de todos los peruanos ha hecho posible esta gran victoria que nos ha hecho vivir momentos tan felices”, dijo. Y añadió: “El señor Presidente les envía su saludo y ha sentido una enorme satisfacción por el cariño que han demostrado jugadores y público por la divisa nacional”. (EC, 13/03/1977)

Pero la voz más importante en ese momento no era la del ministro de Educación sino la de Marcos Calderón. El DT dijo que pudieron meter más goles y afinar la ofensiva, pero el juego brusco del rival le hizo pensar en, una vez asegurada la victoria, cuidar piernas para las próximas batallas. “Es una victoria dedicada a todo el pueblo peruano que se ha convertido en nuestro jugador número doce”, afirmó.

En tanto, el ‘Trucha Rojas dijo: “Les jugamos a cien por hora y no podían resistirnos mucho tiempo, creo que ha sido un buen triunfo”. Y el ‘Ciego’ Oblitas: “Los goles así sean feos me dan una emoción incontenible, yo soy frío en mis actos, pero cuando hago un gol, lo festejo con todas mis fuerzas”. (EC, 13/03/1977)

El Comercio, metido en el camarín peruano, rescató estas palabras para la historia. JJ. Muñante declaró: “Creo que he cumplido con mi patria y demostrado que el juego fuerte no me asusta, me tengo mucha confianza y la divisa peruana me ‘aleona’”. Y el ‘Cholo’ Sotil remató: “Recién me estoy reencontrando con mi juego, el equipo dará mucho más en el futuro, seguiremos trabajando con humildad porque esto es recién el comienzo”. (EC, 13/03/1977)

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Pero la fiesta de esa noche larga llegó a las calles de Lima. Hubo caravanas de vehículos con banderas peruanas en el Centro de Lima, en Lince, en Miraflores, por la avenida Arequipa y por otras calles. El diario decano describió así el escenario: “Hombres, mujeres y niños, aficionados o no, celebraron la victoria por 4 a 0 del equipo peruano. Todo Lima se convirtió en un gigantesco escenario de fiesta donde los grupos gritaban: ¡Perú! ¡Perú!”. (EC, 13/03/1977)

Los cafés, bares y chinganas estaban repletos de gente celebrando esa noche de sábado. Y en las propias casas y quintas los festejos familiares y vecinales fueron notorios y madrugadores. Brindis, salud, y más brindis… Y las bocinas de los autos no paraban de sonar… “¡Perú!, ¡Perú!”, se gritaba, y el eco era conmovedor en las inmediaciones del Estadio Nacional de Lima.

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Cuenta la leyenda de ese día, que un humilde vendedor de maní, habitual en la calle José Díaz, regaló, sin pensarlo dos veces, toda su mercadería a los hinchas que salían del estadio, tal fue la euforia con que se vivía el momento (quizás después se arrepintió de su locura).

Así se disfrutó de esa victoria ante un aguerrido Ecuador. Ese 12 de marzo de 1977 se ganó, como se ganaría otras veces en los años siguientes de esa década y de la siguiente, tal y como lo había vaticinado el buen Hugo Sotil.

En este episodio de Cuenta la Historia, se narran detalles de la construcción de uno de los íconos arquitectónicos de Lima, el edificio del Diario El Comercio.

Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.

En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.

Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.

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