Después de un año y medio, Tula Rodríguez Quintana (El Agustino, 1977) vuelve a dar vida a Estela Vargas, una madre que transita entre aciertos y tropiezos en la segunda temporada de “Los otros Concha”. Al reencontrarse con los actores que interpretan a sus hijos, los saluda con un cariño que desborda la ficción: allí asoma también la Tula madre. Y no es casual. Mientras Estela enfrenta una nueva etapa, Tula vive algo similar fuera de cámaras: Valentina, su hija de 17 años, acaba de terminar el colegio y evalúa estudiar en el extranjero. Ese posible adiós, aunque todavía incierto, ya empieza a tocarle fibras sensibles.
“Valentina hizo que yo sea una mejor versión de mí”, asegura. “Nunca vas a escuchar de mi boca que he sido santa. Cometí mil errores y los asumo. Pero por ella intento ser cada día mejor, porque soy su ejemplo”, asegura.
Quizá por eso, volver a Estela en este momento de su vida tiene un significado especial para la actriz. “Soy bien Estela Vargas: histriónica, exagerada, queriendo que todos estén bien”, dice sonriente. Y aunque en esta temporada su personaje aparece millonaria y con la vida económica que siempre soñó, lo que realmente la moviliza no es el dinero, sino el deseo de que sus hijos aprendan a sostenerse solos.
“Quiero que mis hijos sepan valerse por sí mismos”, cuenta. Y recuerda que mientras pronunciaba ese texto, algo en ella se quebró. “Era yo la que hablaba, no Estela. Porque eso también lo quiero para mi hija”.
Desafío actoral
Entre los retos que enfrentará Estela en la ficción de Del Barrio Producciones será ser abuela. Su hija Jesusa (Raysa Ortiz) está embarazada. Este giro que dará su personaje y la oportunidad de interpretar a una mujer desde el lado de ser abuela, además de la historia, la animó a aceptar la propuesta de volver y de decidir entre otras dos propuestas para actuar que tenía.
“Yo que he hecho papeles de chica sexy, de virgen de la cumbia, de mamá… y ahora abuela. Cada cambio de Estela me toca a mí también, me encanta. No soy la única historia; soy una más en este rompecabezas”, detalla.
En el terreno amoroso, Estela también inicia un nuevo capítulo. Después de haber sido engañada por Emilio Concha (Paul Martín), el padre de sus hijos, ahora se encontrará en medio de un triángulo amoroso que incluye al personaje interpretado por Rodrigo Sánchez Patiño (Royal Romel). “Estoy entre un argentino (Amador – Fernando Niño) y un blanco (Rodrigo Sánchez Patiño – Royal Romel), pero a mí en la vida real me gustan más los latinos”, bromea.
¿Conducirá «América Hoy»?
Mientras Estela enfrenta nuevos dilemas en la ficción, Tula también evalúa sus propios caminos frente a cámaras. No descarta volver a la conducción. “Me llamaron de una producción y solo me preguntaron si estaba libre, nada más. No hubo una invitación formal”, aclara.
Ante los rumores de un posible ingreso a “América Hoy”, que para el 2026 se desliga de GV Producciones, asegura que no ha recibido propuesta alguna. Pero si llegara, no dudaría en aceptar.
“Yo encantada. Te soy honesta: soy súper chamba, me he vuelto workaholic. Los retos los acepto con los brazos abiertos. Si fuera el caso, por supuesto que sí aceptaría”, afirma.
El vuelo de Valentina
La hija de Tula Rodríguez, Valentina, sueña con estudiar audiología o terapia del habla, carreras relacionadas con su propia experiencia conviviendo con una discapacidad auditiva. Aunque ya ingresó a varias universidades en el Perú, también evalúa continuar sus estudios en el extranjero.
“Ella quiere ayudar a otros como ella”, dice Tula con orgullo. El plan aún está en construcción, pero la partida parece inevitable. Y aunque Tula ha sabido ser fuerte en los momentos más duros, reconoce que pensar en esta despedida la conmueve profundamente. “Mi hija está a punto de volar. Cuando lo haga, seguro tendré el síndrome del nido vacío”.
El amor en su vida
Esa idea de quedarse sola la conecta inevitablemente con su propia historia. Tras la muerte de su esposo, Javier Carmona, hace ocho años, Tula decidió mantenerse sola, concentrada en criar a Valentina y sostener su hogar. Ahora, con su hija a punto de iniciar su propio camino, empieza a preguntarse si también ha llegado el momento de trazar el suyo.
“Es que ya debería (rehacer su vida)”, admite. “El problema soy yo. Lo he trabajado, me he terapeado, pero creo que también lo he evitado. No permito que nadie ingrese. Mi hija Valentina está a nada de volar. Y mientras ella ha sido mi 100%, no me he visto mirando a otro lado. Seguramente cuando llegue el síndrome del nido vacío, tome acción con mi vida como mujer, el parque de diversiones se abrirá”, dice sonriente.
Humor y sororidad
Y mientras su vida personal se reordena, también lo hace su faceta digital. Tula encontró en las redes un espacio donde no necesita maquillarse para ser escuchada ni pulir cada gesto para encajar. Allí aparece tal cual es: mamá, trabajadora y mujer imperfecta, sin poses.
“He tenido mis momentos de antipática… seguramente en mi época de vedette, cuando me creía la más rica”, admite. “Y todo el mundo dice que cuando recién me casé estaba pesada. Tal vez, con mi hija pequeña y toda la prensa encima, tomé una postura que no era la adecuada. Pero mi esencia no cambió”. Por eso siente que su comunidad digital la comprende.
Así nació Pitukoneras, su proyecto con Pilar —“la mamá pituca del colegio”, como la describe entre risas—, una amistad que se volvió contenido casi por accidente. “Sin querer grabamos y fluyó”, cuenta. “Un día dijimos: ¿te parece? Y al siguiente ya estábamos armando ideas. No me preguntes cómo, pero ya tenemos un año haciendo contenido”.
Lo que empezó como un juego entre dos mujeres con mundos distintos terminó convirtiéndose en un espacio de humor y complicidad donde ambas hablan de lo que viven: los apuros del día a día, los cambios de la edad, la maternidad real, los tropiezos y la necesidad de reírse de uno mismo.
Quizá por eso el público la sigue: porque la sienten cercana, porque nunca ha fingido ser perfecta, porque conserva la resiliencia de El Agustino y la ternura de una madre que sigue aprendiendo. Con Estela en la ficción, con Valentina en la vida y con ella misma en este nuevo tramo del camino, Tula Rodríguez escribe —sin prisa y sin miedo— su propia segunda temporada.














