Domingo, Septiembre 29

LEE: Carlos Franco: “Lo que pasó con Alianza en el 2002 no fue culpa de Paolo. Farfán también pudo quedar libre a los 17 años por un error del club”

Era una final. O al menos eso lo tenía entendido la hinchada que colmó Matute como todas las fechas, pero con una pequeña diferencia: las tribunas se llenaron horas antes. Usualmente el hincha demora su ingreso por las previas llenas de aliancismo que se viven a los alrededores del estadio. Pero esta vez no fue así. Era una final y se tomó como tal. La banderola gigante desplegada en la tribuna sur, los fuegos artificiales, el humo y el aliento incesante fueron parte de los minutos previos al inicio del encuentro. Alguno creía estar viviendo un flashback de la segunda final de 2022.

Pero ahí terminó el aroma a final. Los jugadores elegidos por Mariano Soso nunca se enteraron de lo que estaba en juego. Desde Angelo Campos en el arco fallando increíblemente en el gol de Melgar (Archimbaug a los 31′), pasando por Juan Pablo Freytes y su apatía para marcar, Sebastián Rodríguez jugando al ritmo de un retirado y un Paolo Guerrero desaparecido entre la defensa arequipeña. Ni qué decir de Catriel Cabellos, Gonzalo Aguirre, Kevin Quevedo o Pablo Sabbag, cuatro jugadores que facilitaron el trabajo del equipo rival. Sabbag, por ejemplo, perdió el balón nueve veces en los 65 minutos que estuvo en el campo. Llegó en 2023 como refuerzo estelar y se perdió, según los datos de Transfermarkt, 38 partidos en una temporada y media.

Mientras Melgar dominaba a su antojo a un Alianza perdido, sin alma ni reacción; Mariano Soso imitaba a Jorge Sampaoli en su zona técnica caminando de lado a lado, sin parar, viviendo el partido a máxima intensidad. Si le hubieran puesto un chaleco GPS para medir los sus kilómetros recorridos, probablemente tenga mejores números que sus futbolistas. Pero el trabajo del técnico no es quemar grasa recorriendo el rectángulo que se le asigna al lado del campo, sino hacer que su equipo imponga su juego ante el rival. Y ahí el argentino volvió a fallar.

Soso siempre entendió que el hincha aliancista es exigente. Y se lo hicieron saber desde el primer minuto en el que alineó a Kevin Quevedo como carrilero por derecha. Naturalmente es extremo y es normal que se pierda en una posición que le exige ida y vuelta. El gol de Melgar llegó por su lado, cuando él estaba ausente. El murmullo del hincha se convirtió en ira casi incontrolable cada vez que un jugador aliancista perdía fácilmente el balón. O en cada choque que terminaba con uno del cuadro arequipeño pidiendo atención médica.

Un primer tiempo demasiado trabado que solo favoreció a la visita, que incluso se pudo haber ido mejor acomodado al vestuario si se concretaba el pedido de expulsión para Carlos Zambrano tras planchar a Archimbaug luego de un rechazo. El VAR llamó al árbitro Bruno Pérez, de pésimo partido, pero se determinó que no hubo nada. Lo mismo cuando Paolo Reyna le metió un codazo a Quevedo, ya en el segundo tiempo. Los árbitros y ese pésimo pensamiento de querer compensar, como si un error tapara a otro.

  • Las dos polémicas de la noche:

Un entretiempo eterno

Los 15 minutos que duró el entretiempo fueron eternos para el hincha aliancista que no paraba de renegar. Miraba al cielo, se agarraba la cabeza, no entendía qué pasaba con su equipo. O quizá no quería entender. A veces el corazón opaca la razón. Porque la estadística claramente señalaba que este año, Alianza no le ganó ni un solo partido a un rival directo. No pudo con la ‘U’, Cristal ni Melgar (en el Apertura). ¿Qué les hacía creer que esta vez podía ser distinto? Probablemente que se jugaba en casa.

Para el segundo tiempo, Soso metió dos cambios: D’ Arrigo y Neira por Cabellos y Garcés. Sustituciones necesarias para cambiar la cara del equipo. Y sucedió así. En velocidad, D’Arrigo se sacó defensores, hizo una especie de pared forzada con Paolo Guerrero y puso el empate a los 53 minutos para que explote el estadio y el hincha ni siquiera piense en aquella terrible estadística. Pero la ilusión duró poco. Casi al instante después del gol, Alianza volvió a ser ese equipo sin rebeldía ni ideas, que parece estar automatizado para lanzar balones aéreos esperando que los delanteros hagan el trabajo que los volantes no pueden.

Alianza Lima

ante los siete primeros de la tabla del Acumulado de Liga 1 2024.

vs. Universitario: dos derrotas

vs. Sporting Cristal: un empate y una derrota

vs. Melgar: un empate y una derrota

vs. Cusco FC: una derrota (queda aún el partido en Matute)

vs. Cienciano: una victoria y una derrota

vs. ADT: un empate y una derrota

Ni Paolo ni Sabbag pudieron en una hora de juego. Luego entraron Barcos y Succar por ellos. Y la historia siguió siendo la misma. Incluso fue peor. Barcos ni siquiera pudo igualar el pésimo rendimiento de Guerrero y, según lo que dijo al final del partido, no estaba al cien por ciento físicamente.

Hubo ambiente de final, los bancos también lo tomaron así y reclamaron todo, pero el equipo aliancista lo jugó como si fuera una fecha cualquiera, no la jornada 13 de un Clausura que se les escapa: con el empate igualaron en puntaje a Universitario que juega mañana en Cajabamba ante Comerciantes Unidos y puede ponerse a trs puntos a falta de cuatro partidos.

Alianza se va, entonces, al receso por las Eliminatorias con el sabor de que se acabó el año, aunque matemáticamente todo se puede. Y el hincha lo siente así porque en el campo vio a equipo que no tiene mérito alguno para ilusionarlo. Y Sampaoli se quedará seguramente con que vio al cuadro menos bielsista.

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