Domingo, Marzo 2

En tiempos de inteligencias artificiales, automatizaciones y smartphones que hacen más que enviar mensajes, tomar fotos y contestar llamadas, “Compañera perfecta”, el primer largometraje del guionista y director Drew Hancock, irrumpe en la cartelera como un relato arriesgado e irregular, pero con una frescura que se ubica entre el cine de autor y el palomitero con el fin de entretener y enviar muchos mensajes a la vez: a veces lo logra, por ratos no.

La premisa es sencilla o al menos eso aparenta en el inicio: Josh, interpretado por Jack Quaid, es un joven simpático y buena onda que tiene una relación con Iris (Sophie Thatcher), una muchacha que emite un aura de paz y timidez ligeramente perturbadora. Ambos se disponen a pasar unos días en una cabaña con sus amigos: Kat (Megan Suri), su novio ruso Sergey (Rupert Friend) y la pareja formada por Eli (Harvey Guillén) y Patrick (Lukas Gage). Hasta ahí, el filme plantea una situación conocida por casi todos y apela a ciertos clichés que no fastidian sino que ubican al espectador. Conversaciones casuales y pasajeras, chistes e interacciones que calzan con el momento y una presentación de personajes en el que destaca la tensión entre algunos de ellos, son el caldo de cultivo para una develación que llega antes de lo pensado: Iris es una autómata bajo el control de Josh.

La película, en este punto, no sólo plantea un giro sino un cambio de tono que navega entre una comedia oscurísima y cruda, y una posmodernidad que no solo se plasma en ese futuro casi presente en el que transcurre, sino en la desidia emocional de unos personajes cuyo objetivo se va develando poco a poco y que, por ratos, decae. Aunque este desacierto no ayude al planteamiento de un guion consciente de lo que quiere contar, pero que trastabilla más por riesgo que por miedo, potencia las temáticas soterradas y el subtexto.

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Las preguntas sobre la ética, la empatía, la moral, el acoso, la humanidad e incluso el alma, aparecen con cierto desorden, pero continúan la tradición clásica de la ciencia ficción dura que se podría encontrar en un libro de Arthur C. Clarke (”2001: Una odisea espacial”) hasta en un filme de Ridley Scott (”Blade Runner”, “Alien”, etc).

Pero que no se malentienda, “Compañera” perfecta no calza en el tópico existencialista per sé, sino que opta por el camino que escogió recorrer hace ya algunos años Charlie Booker, creador y guionista de Black Mirror, en utilizar como excusa y como fábula, algo que se nos presenta como la solución a los problemas humanos más recientes y que, creen algunos, se puede resolver con tecnología o, en este caso, directrices perfectamente calibradas en una aplicación para que algo, que se quiere que sea alguien, haga lo que yo quiero o me consiga lo que quiero: dinero, amigos, una novia o un encargo de asesinato.

Hancock, además de intentar ir por el camino de la exhortación hacia el espectador, sin subestimarlo, no olvida elementos del cine serie B como la sangre excesiva, los gritos desaforados, los planos acompañados de convenientes screamers, las sobre explicaciones para antes o después de matar y el absurdismo de ciertos planes que a los personajes les suena lógicos pero, dichos en voz alta, no le llegan a los talones a los de Macaulay Culkin para defender su casa en “Mi pobre angelito”. Ahí, claro, radica cierta magia: no necesitas una gran justificación para cometer una gran estupidez. A veces, ni siquiera necesitas una.

“Compañera perfecta” es la apuesta de productoras como New Line Cinema, BoulderLight Pictures y Vertigo Entertainment, destacando esta última como la responsable de “Barbarian”, película que tiene la particularidad de hacer creer a quien la ve que está ante una cosa para luego entender que no sabía lo que estaba viendo y terminar satisfecho. Inteligente, fresca, un poco amorfa, divertida y retorcida, “Compañera perfecta” es un filme para ir a ver en una cita, con amigos o quizá en soledad si es que se desea escapar de los remakes y la nostalgia.

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