Jueves, Mayo 16

Qué no se ha dicho de “Cien años de soledad”, novela que otorgó nueva vida al realismo mágico, donde ya habían destacado en años previos Elena Garro con “Recuerdos del porvenir” y Juan Rulfo con “Pedro Páramo”. A propósito de la serie, compartimos fragmentos de un texto que el escritor peruano José Miguel Oviedo publicó en El Comercio en 1967, el mismo año de la publicación de la novela.

Pocas novelas han sido esperadas con más interés, con más atención previa, que Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez. La revista “Mundo Nuevo’’ publicó dos capítulos de ella, el último apenas dos meses antes de la aparición del libro en mayo de este año; en esa misma revista, el novelista Carlos Fuentes tras la lectura de las primeras 75 páginas de la novela, decía que García Márquez había acabado magistralmente con el venerable tropicalismo americano: “Está instalado en los viejos reinos vegetales de Gallegos y Rivera, sólo para liberarlos de ese peso muerto y reintegrarlos a la imaginación con un humor, una belleza, una auténtica compasión que jamás pudieron tener Arturo Cova o el Sute Cúpira o Santos Luzardo”; en las páginas de “Amaru” apareció otro capítulo distinto- y en “Eco”, de Bogotá, un cuarto. Todo esto ocurría mientras la editorial “Sudamericana” preparaba la edición de 10,000 ejemplares. calculados para cubrir holgadamente el mercado continental Un mes después se agotó y hubo que lanzar otra, también de 10,000 volúmenes Simultáneamente, la critica cubría de elogios al autor y se declaraba pasmada ante las proporciones fabulosas de la novela. La historia de Cien años de soledad apenas comienza, pero ya es una dorada historia de éxito.

[…]

Las complicaciones genealógicas pueden sugerir que esta novela es impenetrable. En el fondo, importan poco: esas confusiones son quizá parte del encanto de la novela que, por su técnica, es bastante más sencilla y transparente que muchas novelas que se escriben hoy. El relato es virtualmente lineal; apenas hay una moderada retrospección en las primeras 100 páginas cuyo eje es el momento en que, años después, el coronel Aureliano enfrenta el pelotón de fusilamiento, escena que deliberadamente despista al lector porque el coronel no muere en esa ocasión. […] No hay desperdicio en la novela porque todo está puesto bajo una altísima presión atmosférica, todo es gigantesco y tremendo: los hombres son patriarcas colosales, afanados por consumar posesiones violentas y engendrar hasta la desmesura; las guerras son una costumbre que heredan las familia: los presagios y las adivinaciones se Ieen casi como periódicos; las palabras no sirven para comunicarse, sino para intercambiar sarcasmos y aniquilarse verbalmente, a falta de armas. […] “Cien años de soledad es una de las más pasmosas y memorables novelas o cifra que, desde América Latina, se hayan escrito sobre la eterna tragedia humana, esa lucha que el Angel libra con el Demonio.

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