viernes, diciembre 19

La liberalización del transporte aéreo es uno de los motores más poderosos de integración y desarrollo que puede adoptar un país. En un momento en que diversas naciones avanzan hacia políticas más abiertas para fortalecer su conectividad, el Perú enfrenta una decisión clave: mantener un modelo restrictivo o dar el salto hacia cielos verdaderamente abiertos que impulsen su crecimiento. Esto no es una discusión técnica; es una decisión de país que determina su capacidad de competir, atraer inversión y conectar mejor a su gente.

La experiencia es clara. Regiones como la Unión Europea tienen resultados consistentes y profundos: mejores tarifas, más rutas, mayor competencia, crecimiento del turismo y del comercio. Chile, o más recientemente Argentina, muestran que abrir el mercado dinamiza la industria y amplía el acceso al transporte aéreo. Colombia y Panamá también han adoptado esquemas con libertades adicionales que les permiten multiplicar sus rutas y atraer operadores de distintos continentes.

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El Perú, sin embargo, continúa operando bajo un marco normativo que ya no responde a su realidad ni a su proyección. Las restricciones vigentes en rutas, frecuencias y acuerdos bilaterales no reflejan el potencial actual ni el rol estratégico que podría asumir el país. Una economía moderna y abierta al mundo no puede sostener reglas que frenan la competencia y restringen el acceso.

La liberalización impulsa cadenas completas de valor: más turistas activan comercio, hotelería y empleo; más rutas facilitan negocios, integración regional y descentralización; más competencia mejora directamente la experiencia y opciones de viaje para la gente. Además, los beneficios llegan a las regiones: aeropuertos secundarios atraen nuevas operaciones, surgen nuevos polos turísticos y se generan nuevas oportunidades para economías que dependen de la conectividad.

El Perú tiene hoy una oportunidad única. Su tráfico aéreo crece, los aeropuertos se expanden y existe un ecosistema aerocomercial más sólido que hace una década. La región avanza rápido, y el país no puede quedarse atrás mientras otros fortalecen su conectividad. Urge actualizar el marco regulatorio aerocomercial. Una apertura real permitirá la entrada de nuevos operadores, la expansión de rutas hoy restringidas y un entorno competitivo que beneficie a pasajeros y regiones por igual. Además, la modernización regulatoria dará previsibilidad a largo plazo, un elemento clave para atraer inversiones en flota, infraestructura y talento.

Perú tiene todo para convertirse en un hub regional si adopta una política de cielos abiertos moderna y orientada al desarrollo. Esto no se trata solo de aviones: es turismo, productividad, empleo, integración territorial y crecimiento económico. La geografía del país, su posición estratégica en Sudamérica y la diversidad de su territorio le otorgan una ventaja natural que solo puede aprovecharse plenamente con un marco regulatorio acorde a los desafíos globales. Y el momento de hacerlo es ahora.

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