Cuando Ernesto Pimentel, vestido de ‘La Chola Chabuca’, está a punto de entrar al aire para conducir su primer programa de televisión, se desmaya. Es la escena más importante de la película del director Jorge Carmona. Ese momento se retoma en “Chabuca” una y otra vez, y ocurre en paralelo con los momentos más dolorosos de la niñez, adolescencia y adultez de Pimentel. Son viajes en el tiempo conmovedores que hacen de la cinta un triunfo.
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En este sentido, el guion de Mariana Silva, Christopher Vásquez e Ítalo Cordano, quienes conversaron mucho con Ernesto Pimentel, es un texto que se goza en los momentos turbios. La historia trata sobre un niño (Izan Alcázar joven y Sergio Armasgo adulto) que pierde a su madre y queda en manos de su abuela (Haydée Cáceres); pronto, debe encontrar la forma de conseguir estabilidad económica. Los guionistas aprovechan el dolor del personaje, como cuando descubre que su pareja André (Miguel Dávalos) tiene Sida, para conectar eso con su infancia de travesuras, su primer encuentro homosexual y el amor que tenía por su madre (Norka Ramírez).
Es posible recordar “Asu mare” y “El viaje de Javier Heraud” como ‘biopics’ peruanas recientes, pero pocas películas del género retoman el pasado con esa angustia que la cámara de Carmona produce. Es un montaje donde se siente el desconsuelo de Pimentel en las relaciones de cariño y apoyo con su madre, sus amigas trans, sus parejas y sus amigos del colegio. A esto, se suman muchos puntos a favor para los actores secundarios: Brando Gallesi y Alejandro Villagomez como parte del grupo de mejors amigos, e incluso para Erick Elera como el alivio cómico de la película quien interpreta al tío mediocre del protagonista.
Sin embargo, en “Chabuca”, Miguel Dávalos (André) es la contención dramática de Sergio Armasgo (Pimentel), la pared contra la que se golpea con muchas emociones de por medio. Punto aparte, son actores que vienen de las tablas, por lo que sus interpretaciones son teatrales. Tienen esa particular interacción de sus cuerpos cuando están juntos y esa mímica rítmica durante sus conversaciones más románticas y tensas. Entre ellos, surge un amor pausado, bien ubicado en el contexto del encuentro sexual del protagonista con su orientación gay y de las ‘chabuconas’ de la comunidad de mujeres trans más voluminosas caminando por la calle. El amor entre los dos hombres es un paño de lágrimas, que se acrecienta cuando el personaje que, en la vida real, evoca a Brocca descubre que es VIH positivo. Este conflicto generó debate en las redes sociales para saber quién se contagió primero; muchos buscaron el libro perdido del fallecido artista, “Canto de dolor”, para hacer comparaciones.
A inicios de los 2000, el libro de Brocca, su bajo costo, la figura del autor destruido económica y emocionalmente por el desamor y el desprecio de la sociedad, consumieron al bailarín peruano en el olvido y luego en la muerte por Sida. En esa época, rondaba la desinformación sobre el contagio; muchos se asustaban de tocar a una persona enferma o de darle un beso, pero la transmisión es por contacto sexual. Con el paso de los años, “la enfermedad de los maricones”, como dice una doctora ficticia en la película “Chabuca”, dejó de serlo y los adelantos científicos permitieron que la vida de los enfermos se alargara con medicamentos. Por eso, Pimentel sigue de pie y cumple sueños, como tener una familia.
Ni el director ni los guionistas de “Chabuca” se expresan con la verdad absoluta en la historia de Ernesto Pimentel, pero son realistas al contar su versión. Por eso, muchas personas han conseguido el libro de Brocca, buscando marcar las diferencias entre la ficción y la realidad, y encontrar culpables detrás de cámaras. Es la moda cuando se estrena una película o serie biográfica.
En medio del alboroto en redes que ya dio su salto a los programas de TV, “Chabuca” superó los 15 mil espectadores en la primera semana de estreno. Algunos asistentes a las salas de cine salieron con caras abrumadas por la historia y otros inspirados por la superación profesional de Pimentel. Un bailarín y actor que pasó por la pérdida de su madre en la niñez, una violación sexual, el contagio del Sida, vivir en un convento para terminar los estudios y, más tarde, volverse la gran figura de la televisión no es un camino minúsculo sin duda.
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Los viajes al pasado, los actores nutridos de tablas, la escenografía y el vestuario conmueven como solo el cine de verdad lo hace. Eso es mérito del director Jorge Carmona y Tondero. Sin embargo, algunos todavía gritarán su indignación por el relato personal de Ernesto Pimentel, reclamando la verdad de una ficción que se confunde como un documental. ¿Acaso “Chabuca” no lo es todo? El reflejo de la discriminación de la comunidad LGBTQ+, el ascenso de una estrella popular y una vela prendida por la memoria de Alex Brocca. Algo interesante es que las ‘chabuconas’ sirven de inspiración en la película y brindan momentos de humor, pero también regalan un pasaje a la reflexión de una vida compleja. Y no todos pueden resistir esas emociones, incluso el mismo Ernesto Pimentel quien, hasta hoy, no ha terminado de ver la cinta.
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