La semana pasada tuvo lugar en Lima CADE 2025, el principal encuentro de ejecutivos del sector privado que, en tres jornadas consecutivas, congregó a cientos de personalidades del ámbito corporativo. El lema de esta reunión, quizá a tono con la preocupación ciudadana, tuvo ribetes castrenses: “Firmes en la acción, ¡por la patria!”.
Es entendible. Según una encuesta de Ipsos, difundida con ocasión del evento, la inseguridad se ha convertido en la principal preocupación de los ejecutivos, alcanzando un incremento sostenido y significativo: 49% en el 2022, 58% en el 2023, 82% en el 2024 y 85% en el 2025.
Según el mismo sondeo, el combate contra la delincuencia es también el rubro en el que se ha experimentado mayores retrocesos. Teniendo como referente el 2021, nueve de cada diez encuestados (89%) percibe que “se ha retrocedido”. Para dimensionar el caso, debe decirse que en el segundo rubro con peor desempeño (lucha contra la corrupción) el porcentaje es significativamente menor (60%).
No obstante, dentro del programa propuesto solo una mesa abordó el tema. Otro espacio, sobre seguridad jurídica, también rozó el problema. Pero, quizá por el énfasis de la llamada “guerra cultural” de varias de sus charlas, se perdió la ocasión de revisar información relevante.
Es más, probablemente por la animadversión a los diagnósticos de parte de la organización, se privó a la concurrencia de revisar algunos trabajos recientes, como los de José Luis Pérez Guadalupe, Lucía Nuñovero y Guillermo Coronado (“El tren de Aragua y el crimen organizado en América Latina”, Universidad del Pacífico) y el de Julio Corcuera (“Extorsión. El negocio del miedo”, Cámara de Comercio de Lima-GPS-Crimen & Sociedad).
Son temas sobre los que se sabe poco y cuyos autores han tenido valiosa experiencia de gestión. Lamentablemente, CADE parecía no tenerlos en el radar. Es que, a veces, la proactividad hace perder de vista producción académica y de investigación muy importante, un desdén que resulta, a todas luces, improductivo.
Por lo demás, es destacable la concurrencia del presidente José Jerí y de la ministra de Economía, Denisse Miralles, lo que contrasta con la absoluta ausencia de voceros gubernamentales en la edición del año pasado. Una sombra, en cambio, fue el espacio dedicado a las candidaturas presidenciales del 2026: llamado al que solamente acudieron dos de los seis convocados.
En suma, CADE tuvo puntos altos y otros que merecieron una mejor oferta. Tocará esperar la edición del 2026 para ver si acoge algo de la edición que acaba de terminar o de los balances que se hicieron con posterioridad.
Eso sí, debería apuntarse a evitar convertirse en aquello que Carlos Cabanillas describe con pertinencia: un cenáculo “donde unos pocos elegidos evangelizan entre conversos” (Perú21, 9/11/2025). Ojalá no sea mucho pedir.














