
No existe una receta para la popularidad. Aparecer en los medios, tal vez. Esther Davila Cossio o simplemente Bartola, lo sabe. Con un talento a cuestas y con más de cinco décadas activa, la cantante criolla, que pronto cumplirá 70 años, conversó con El Comercio para contarnos parte de su vida: desde sus inicios, su visión de país, la ley del artista, sus logros, el álbum “Alma, Corazón y Salsa (Live at Gran Teatro Nacional)”, en el que participó y por el cual se hizo acreedora de un Grammy junto a Tony y Mimy Succar, su acercamiento a las redes sociales y cómo llegó a ser viral en Tik Tok.
Bartola, por supuesto, es toda una institución de la música criolla en el Perú. Su figura ha trascendido la industria y se ha instalado en el imaginario colectivo elevándola a una categoría a la que muchos artistas aspiran pero a la que pocos llegan: la de un ícono popular.
Hace dos meses el Perú vio cómo el álbum “Alma, Corazón y Salsa (Live at Gran Teatro Nacional)”, en el que usted participó, ganó el Grammy, ¿cuál fue su reacción ante tal noticia?
Este es un trabajo conjunto: la concepción del espectáculo fue propuesta por Patricia Dajes y Víctor Andonaire. Desde ahí se viene definiendo todo esto que luego resultó en este Grammy maravilloso. Todos se pusieron de acuerdo y salió ese espectáculo que ha sido un furor. Tony (Succar) es un gran profesional. Los arreglos son impecables e hizo posible que el concierto tuviera la calidad que tuvo. Parecía que hasta conocía nuestros tonos al momento de cantar y las canciones estuvieron muy bien escogidas, en mi caso el “Toro Mata” y, luego, mi intervención en “Bemba colorá”. Esos clips se han convertido en virales y han sido vistos por millones de personas. Por eso, el premio, es más que merecido.
Tras décadas de hacer música, hoy estamos en la era digital a la que se ha adaptado aparentemente muy bien. En Tik Tok e Instagram, los videos han llegado a millones de reproducciones convirtiéndose en tendencia, ¿esto se dio de manera orgánica?, ¿cómo ve la respuesta del público en este aspecto?
Yo, por una cuestión de edad, no manejo mucho las redes sociales, pero sí me he adaptado y veo el impacto que tienen sobre todo en la gente joven. No sabía el impacto que podía tener esos versos que hice con Mimi (Succar) y donde también aparece Nora Suzuki. Tony (Succar) pone estos fragmentos muy bien escogidos en sus redes y logró el impacto que tuvo. Sin falsas modestias, puedo decir que eso también impulsó el disco: en pocos días, la gente empezó a compartir esos videos donde aparecíamos y los comentarios fueron casi todos muy positivos y llenos de cariño. En Tik Tok hemos llegado a las 60 millones de vistas y me parece algo muy bonito. Así hay muchas personas que se han acercado a nuestra música.
Ha habido algo que se instaló en la gente incluso desde los versos que se terminaron popularizando
Hace unos días que salí a almorzar, desde una ambulancia me gritaron ‘Bartola, si me vas a meter un puñal…’ , y yo dije ‘¿Qué pasó?, ¿hay alguien en la ambulancia con un problema?’ (Risas). Esas son cosas que me pasan hoy, a estas alturas de mi vida, con 55 años de carrera artística, quizá ya en un momento en el que estoy más pensando en el retiro. Lo digo ahora que aún puedo cantar y el público me ve fuerte, entera. Es mejor así a cuando ven que ya no puedes dar lo mejor de ti en el escenario.
¿Está pensando en dejar los escenarios dentro de no mucho?
No aún, pero uno tiene que ser consciente de que tampoco es que esté tan lejos. Cosas como lo del Grammy o lo de los virales te incentivan, te motivan a seguir haciendo y dando lo mejor de ti. Yo soy muy creyente. Creo en Dios. Creo que a veces me dice todavía falta un poquito más. A veces uno cree que su carrera va bajando y de pronto ves que hay este nuevo aliento y nuevo impulso. La juventud también empieza a reconocerte debido a esto. Yo me pregunto, en el buen sentido, qué es lo que está pasando. Me gusta lo que viene ocurriendo. Pienso también que todo tiene su tiempo. En toda mi carrera siempre he sido muy paciente y he trabajado para que todo vaya de forma ascendente. Hay mucha gente que me ha ayudado y yo siempre me he sentido más una obrera: nunca me he creído una estrella. Siempre tuve los pies sobre la tierra. Creo que así lo he conseguido y estoy orgullosa por ello.
Este impulso del que habla viene, incluso, explorando géneros (como la salsa) en el que pocas veces se le vio. O por lo menos la generación actual
Ahora hay un nuevo impulso y con un género que me gusta, aunque no lo he desarrollado del todo, aunque en el 2003 empecé haciendo “Callejón” o “Isadora Duncan”, todos estos temas que los hice con cariño, pero nunca diciendo ‘Voy a ser salsera’ porque no lo soy, para eso está Mimy Succar, por ejemplo (Risas). Cuando a mí me mandan al escenario me dicen ‘Diviértase’ y eso es lo que hice, me divierto de principio a fin. Mi mamá siempre decía, lo que vayas a hacer, hazlo bien. Cantar es mi pasión y los géneros que desarrollo, no porque necesariamente me salgan muy lindos, creo que los hago bastante bien.

Ahora que menciona a su madre, ¿cuán importante fue ella para que hoy sea quien es?
Mi madre, las cosas que hizo, siempre las hizo de la mejor forma. Ella fue una lavandera de élite, si cabe el término. Ella lavaba para las personas más importantes de Lima. Llegaban a casa y la recogían en auto para que fuese a sus casas porque mi mamá era la mejor. Eso me enseñó y es lo que he tratado de hacer en más de cinco décadas de carrera
¿Recuerda su primera vez en un escenario?
Debutó a los 15 años con Martha Chávez en “La Peruanísima”. Ella me llamaba por mi nombre: Esther Davila. Después Augusto Polo Campos me rebautiza como Bartola, a secas, en homenaje a Bartola Sancho Dávila, una folclorista peruana.
Tengo entendido de que no le gustó mucho
No, qué me va a gustar, imagínate. (Risas). Imagínate si le pones a una chica, a una niña así, ni hablar. Pero me acostumbré y me gustó. Es un nombre fuerte y con presencia. Ha trascendido.
Esas primeras veces en el mundo criollo y de peña suelen ser cruciales para cantantes y artistas que hasta hoy siguen activos
Me he empapado en todo este proceso, en 55 años, de mi cultura y de lo que hago para poder hablar con conocimiento de causa y con la gente más joven y transmitirles a partir de mi experiencia. He aprendido mucho de la gente más grande: cuando me quedaba en las jaranas, en la bohemia, no lo hacía tanto por el ambiente fiestero o por el trago o la diversión, sino para aprender y escuchar de quienes tenían tiempo en la música. Hay una riqueza muy grande en el simple hecho de aprender a escuchar y tratar de entender cómo es nuestra música a partir de lo que vivió gente que ha vivido más que uno. A mis padres no les hacía mucha gracia que yo me dedicara a la música porque era una ambiente muy movido, díscolo, no para señoritas. Trabajar de noche era para señoritas que parecen buenas, pero hacen cosas malas, según lo que se decía. Igual me apoyaron porque me acompañaban siempre. Cuando cumplí 21 años y me dieron mi libreta electoral de tres cuerpos en ese tiempo (Risas) ya pude salir con mis hermanas y mis hermanos. Yo soy la quinta de nueve, y dicen que no hay quinto malo.
¿Fue consciente de que tenía una voz distinta y un talento para el canto?. ¿cómo perfeccionó, además, el manejo del espectáculo?
Nunca lo pensé, realmente. Mi mamá cantaba y nosotros, sus hijos e hijas, la seguíamos sin pensar que me salía bien. Cuando tenía ocho o nueve años, yo tenía un tío, el compadre de mi mamá, Emilio, quien decía “esta chica va a ser artista”. Él fue, por decirlo de alguna manera, el único que reconoció o avizoró que podía ir por ahí. La verdad lo que más me gustaba a mí era bailar. Justo después, cuando yo recién empezaba mi carrera en la Caravana Cultural -y todavía no la había ganado- él se puso mal. Enfermó. Me apena, ahora que veo para atrás, saber que él se fue sin saber que yo me hice artista.
Ha cantado en muchos lugares fuera del país: Argentina, Japón, Cuba, entre otros, ¿cómo es el público afuera con la música o los artistas peruanos?
Cuando estuve en Cuba me dijeron que era cubana, por el estilo quizá, pero con quien se quisieron quedar porque sí tenía un porte un estilo muy cubano era con mi papá (Risas). Gané el festival del bolero en Cuba representando al Perú. Había gente de muchos países, pero a mí siempre me identificaban como sí fuese su compatriota o sí tuviese ascendencia porque interpretaba y me llevaba bien con un ritmo que básicamente inventaron ellos y ahora es reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. A mi papá le revisaban el pasaporte para ver si de verdad era peruano.
¿Algún otro lugar?
Tengo recuerdos muy buenos de Japón. Había mucha gente, bastantes peruanos, pero no volvería y no porque no me haya gustado, sólo que estaba muy lejos y parecía que nunca iba a llegar o que no iba a volver. Tenía una sensación de que algo me iba a pasar. Sientes la lejanía. He ido a Europa también y me gusta, pero la verdad es que, a pesar de ser una cantante, no me gusta viajar mucho. A mí me gusta mi casa, estar con mi familia y vivir tranquila. Nunca viviría fuera de mi patria. Es impensado para mí eso. Sin embargo, también pienso en cuántas propuestas he dejado de lado por eso. Me dijeron para ir a Australia, pero dije no, muy lejos. No es por nada personal.
Usted nunca se ha guardado opiniones acerca del Perú, de lo que nos ocurre como sociedad, ¿cómo ve el país en la actualidad?
Me entristece. Me pone triste la violencia que vivimos, el caos y la inseguridad. Soy muy crítica con la gente que dice mucho y hace poco. Yo que tengo un programa en Radio Nacional, me doy las licencias para decir lo que pienso y siento. Siempre digo “Resiste, Perú, ya va a llegar tu momento”. Por supuesto, todo desde la más profunda honestidad y los buenos deseos. Esto tiene que pasar. Después de la oscuridad siempre sale el sol. Yo trabajo en una radio que es de y para todos los peruanos, pero tengo una voz propia como lo tienen que tener todos también. El país tiene tantas cosas buenas a nivel cultural, histórico, musical. Y está bien que veamos todo eso, pero no podemos dejar de señalar o ver las cosas que no se hacen bien. Somos un país diverso y con una tradición muy poderosa. Desde tener escritores como Vallejo, Gonzalez Prada, hasta cuestiones culinarias como el ají amarillo que debe ser el mejor del mundo. Amo a mi país con toda el alma y quisiera verla feliz y saludable. Desde mi lugar, siempre trato de hacer lo mejor. Yo puedo ser crítica, aunque a veces diga que me van a botar del trabajo (Risas), pero, por ejemplo, en el canal de todos los peruanos se necesita un programa criollo. Siempre lo digo y lo seguiré sosteniendo, es necesario seguir pasando esa tradición, y no conmigo, a muchos jóvenes con talento y que saben mucho de esto y que, tranquilamente, podrían conducir un programa.
¿Qué valores nuevos en la música criolla podría resaltar?
Siempre hay una camada nueva: antes fueron, por decir algunos nombres, Jesús Vásquez o Esther Granados; luego vinimos nosotras: Cecilia Bracamonte, Eva (Ayllón), Tania Libertad, Pepe Vásquez, Lucila Campos, Rafael Matallana o yo. Éramos quienes llenábamos la pantalla. En quince años, en “Una y mil voces”, siempre tratamos de darle cabida a las nuevas generaciones, siempre tratamos de sacar a todo aquel que tuviera el interés y el talento, sin embargo, tampoco es que haya habido tantos espacios.
Ahora cambió el tiempo y la manera de consumir o escuchar a esas nuevas generaciones. Ya no es tan lineal como decir que una camada le da la posta a la siguiente…
Uno puede subir discos, material y producción propia a Internet, y me parece fenomenal, pero de todas maneras se necesita un espacio focalizado -como un programa- en el que confluyan todas estas tendencias y estos nuevos valores. Eso, además de darte impulso, te da un reconocimiento como movimiento. A mí y a Eva (Ayllón) nos siguen llamando para eventos, para el Día de la canción criolla, por ejemplo; pero cuando uno le propone a los productores que llamen a gente joven, menos conocida, se la piensan dos veces o no tienen una convicción muy clara. Acá han venido muchos artistas o grupos extranjeros que luego han salido y han tenido mucho éxito. Se les hace artistas del Perú para el mundo. Lamentablemente ese apoyo no se da igual con los compatriotas. La gente no corre riesgos. No soy tan fan de decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero antes las empresas apostaban por los artistas: hoy ninguna empresa, salvo excepciones, arriesga mucho.
¿Cuáles son las razones?
No lo sé, quizá cambiaron la forma de devengar sus impuestos a la renta. La cultura también sirvió mucho tiempo como excusa para las empresas y para que digan “hemos hecho esto o aquello” y así ordenar sus números. No es lo ideal, pero al menos había algo o un enfoque distinto. Hoy ya no pasa. Encima ya no hablemos de políticas públicas. Y si hay algo, yo no sé.
Un debate instalado en la sociedad es si los artistas deberían o no tener un amparo del Estado, ¿qué opina usted acerca de que ellos, con su trabajo, han aportado a la sociedad y por eso merecen un mejor trato luego de su retiro?
Sobre la que duermen los justos. Dios mío, la ley del artista se dio, no se reglamentó o se reglamentó mal y no se actualizó. Desde los setentas existe esa ley pero a nadie nunca le importó: los artistas no tienen una casa donde pasar su vejez, un albergue o un lugar, un seguro que realmente funcione ni nada que los ampare. Mucha gente tiene el discurso de que son trabajadores regulares y no es así, esa persona puso al país, a la ciudad, a una tradición en los ojos del mundo, además que hay cosas intangibles como el arte que alimentan el espíritu y que algunos no logran ver. Y finalmente, también pagamos impuestos.
Muchos, quienes no están necesariamente cerca de la música, la conocen por la imitación de Carlos Álvarez, ‘Portola’, ¿cómo toma esto?
Me encantó la imitación porque fue muy respetuoso. A la gente con algo de relevancia, la imitan. De otra forma pasaría inadvertida. Hay gente a la que le molesta eso. Pero el humor también es una tradición muy nuestra. El humor peruano -aunque a veces es un poco chabacano- también es parte de nuestra cultura. Él (Carlos Álvarez) me preguntó sí podía hacerla, si no había problema, y yo le respondí: ¡No, mi amor! (Risas)
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