Martes, Enero 7

Cada 6 de enero, Lima se llenaba de magia y emoción con la esperada celebración de la Bajada de Reyes. En los años 60, uno de los momentos más especiales era la entrañable “Caravana del Amor”, organizada por el Hogar de la Madre.

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En esta hermosa tradición, niños de familias humildes subían con ilusión a los autos de generosos voluntarios para recorrer los distritos de San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos.

El paseo terminaba en lugares mágicos para los niños como el anhelado “Tip Top” de la avenida Arenales, en Lince, donde los pequeños disfrutaban de refrescos y deliciosos bocados; eran escenas que quedarían grabadas en sus memorias como algo imborrable, y que solo podía ocurrir un 6 de enero.

Hasta ese 6 de enero de 1965, el Día de Reyes era un feriado lleno de maravillas y regalos en el Perú. Por eso, las celebraciones de Reyes se extendían con alegría, con largos paseos y ceremonias llenas de encanto.

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Las familias nombraban a los “padrinos”, quienes con generosidad donaban dinero para preparar el próximo Nacimiento o apoyar a los Reyes Magos del año siguiente. En aquellos días, las “Pascuas de Reyes” eran tan emocionantes y mágicas como la propia Navidad, iluminando el mes de enero con risas, dulces y sueños cumplidos.

En diciembre de 1965, durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry, se tomó una decisión que cambiaría la tradición: el mágico “6 de enerodejó de ser feriado. A partir de 1966, ese día pasó a ser laborable, pero la emoción de los Reyes Magos no desapareció.

El 6 de enero de ese año 1966, empresas como Phillips dieron un toque moderno a la tradición, cambiando el oro, el incienso y la mirra por regalos prácticos, como ropa y artefactos eléctricos. Uno de los destinos más especiales para los Reyes Magos fue la Maternidad de Lima, donde llevaron alegría y esperanza a las familias que allí celebraban la llegada de ese “nuevo comienzo”.

Hasta finales de la década de 1960, una dulce tradición llenaba de jolgorio los hogares: la mágica “Rosca de Reyes”. Este delicioso pan de anís no solo era un manjar para el paladar, sino también una fuente de emoción, pues en su interior se escondía una sorpresa especial.

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Cada bocado era un juego de descubrimiento, y quien encontraba la sorpresa tenía asegurada la buena fortuna y muchas sonrisas para el resto del año. Una costumbre tan deliciosa como inolvidable que unía a las familias en torno a la magia del Día de Reyes.

LA MÁGICA E INOLVIDABLE ‘BAJADA DE REYES’ DE 1969

El 6 de enero de 1969, un aviso en el diario El Comercio despertó claramente la ilusión de grandes y pequeños: “Visite las zonas Costa, Sierra y Selva del Parque de las Leyendas. Descubra animales vivos de nuestra Fauna, admire el Museo de aves disecadas, disfrute de juegos infantiles, de la escenificación de cuentos y no se pierda la mágica Bajada de Reyes. ¡Los Reyes Magos llegarán en camellos a la Adoración del Niño!”.

Ese fantástico día, el Parque de las Leyendas se transformó en una verdadera leyenda, en un mundo de fantasía, donde cada rincón contaba muchas historias y los visitantes vivían una aventura para recordar.

Así, bajo la original idea de Felipe Benavides Barrera, presidente del Patronato de Parques Nacionales y Zonales, se promovió la mágica Pascua de Reyes. El Parque de las Leyendas se transformó en un “cuadro vivo” del Nacimiento, con los Reyes Magos al lado del Niño Jesús, creando una escena de cuento.

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Para hacerlo aún más especial, cientos de niños del Puericultorio Pérez Araníbar fueron invitados a vivir la experiencia. Llegaron emocionados en varios buses, listos para ver de cerca la magia del Nacimiento, mientras el parque cobraba vida ante sus ojos. ¡Una aventura que quedó en sus corazones para siempre!

En aquella ocasión, los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltazar llegaron al Parque de las Leyendas montados en un camello muy especial, prestado por el Zoológico de Barranco. El Niño Jesús fue representado por un bebé de apenas días de nacido, cuyo llanto y risas llenaban de ternura el aire del parque.

Y, aunque los Reyes Magos parecían salidos de un cuento, en realidad eran tres amables artesanos que trabajaban cerca del Parque de las Leyendas. Ellos se presentaron vestidos con hermosos trajes típicos peruanos, llevando consigo la calidez de nuestras tradiciones. Fue un desfile muy especial y peruanísimo.

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Esa mañana, los pequeños del Puericultorio de Magdalena del Mar, con sus ojos llenos de asombro, se postraron en silencio y amor para adorar al Niño Jesús. En ese momento, todo se cubrió de mágica calma, mientras los niños, con su ternura, vivían una escena incomparable.

De esta forma, con una emotiva celebración, se cerraba una década de maravillas y sueños, la increíble década de 1960, que siempre quedaría en los recuerdos de todo como un cuento lleno de luz y esperanza.

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