Una muestra: Cometió un gazapo en un discurso al lado del gobernador de La Libertad, César Acuña y dijo “ya estoy como el gobernador”. Acuña lo salvó con una carcajada. Era mayo, llevaba 3 meses en el MEF y conservaba el buen humor y la bonhomía que sus amigos celebraban y con la que salía bien parado tras cada impromptu. Los chacoteros pasan piola… hasta que pierden la gracia.
“¿Cuál es el juego del ministro? Lo insinúa Alonso Segura: tapar la discusión de fondo sobre el déficit fiscal con un titular altisonante. En realidad, Arista no tiene juego y ello troca su simpatía en mal humor”
¿Qué pasó con Arista el bromista? Se le extravió la chispa en algún rincón de Palacio o del Congreso, en alguno de los tantos agujeros del déficit fiscal. Donde había cálida y cándida chacota, ahora hay sequedad y aspereza. El martes, en Cusco, quiso repeler, confianzudo, las preguntas que una periodista le hizo sobre Petroperú, y escogió un pésimo adjetivo: “¿Por qué es tan odiosa y hablando mentiras?” le respondió. La colega le había preguntado, “¿por qué se le sigue dando más dinero a Petroperú?”. La pregunta es equívoca pues en la actualidad no se está dando más recursos a ese barril sin fondo, pero eso mismo le permitía una buena respuesta aclaratoria, no una pachotada.
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Ha cometido una pachotada más seria. Hace 10 días respondió, en una entrevista de Semana Económica, a una pregunta sobre las críticas del Consejo Fiscal a su gestión. “Es [Alonso] Segura, con nombre y apellido. Me parece un exceso y no caeré en el juego de estar respondiéndole a un inepto”. La entrevista se publicó el domingo, pero el injuriante calificativo al presidente del Consejo Fiscal recién se hizo notorio el miércoles, cuando Segura le respondió en N: “No hay que caer en el juego del ministro”.
¿Cuál es el juego del ministro? Mi impresión es similar a la que insinúa Segura: tapar la discusión de fondo sobre el déficit fiscal con un titular altisonante. En realidad, Arista no tiene juego y ello troca su simpatía en mal humor. Cuando lo entrevisté a poco de su juramentación el 13 de febrero, me contó muy asertivo que se había reunido con la presidenta y le había puesto condiciones. Quedó sobrentendido que dos de ellas eran no ampliar irresponsablemente el déficit fiscal y la salida de Óscar Vera de Energía y Minas (Minem), pues, entre otras cosas, ese señor había sido el emblema del dispendio e ineficiencia estatista en Petroperú. Arista, es bueno saberlo, fue recomendado al gobierno por Luis Carranza, y contó con el aval de la mayoría congresal, al igual que Rómulo Mucho en el Minem.
Hoy Vera ha vuelto a la petrolera como gerente general y Mucho ha sido censurado. Díganme si esa no es una razón para extinguirle la chispa, además de las tantísimas ocasiones en las que ha tenido que aceptar políticas de Estado deficitarias que disminuyen la recaudación y aumentan el gasto: exoneraciones tributarias arbitrarias, planillas doradas, abuso del CAS, prebendas a congresistas, incremento del tope de endeudamiento para Rafael López Aliaga; y no sigo, porque el propósito de este perfil no es que corramos a abrazarlo y llorar con él; sino que ustedes tengan elementos para juzgar sus dilemas de riesgo país y de costo personal en torno a su vigencia en el gabinete. Hasta ahora, ha decidido quedarse, si es necesario, cuestionando las reglas fiscales para ampliar el maldito déficit.
A Arista lo han sometido muchas veces. Mientras Dina lo acogota, Gustavo Adrianzén le dobla el brazo, el Congreso hace bulla para que no sintamos sus gritos, y Morgan Quero o Julio Demartini o Juan Jose Santiváñez se acercan a su oído y le susurran: ‘Pepe, cuando te pregunten por Petroperú o por la rinoplastia de la presidenta, tú habla de la pena de muerte’. Con la muñeca agarrotada y los dedos exangües, su mano derecha pudo escribir el día 14 unos posts invocando a la Comisión Permanente (que puede seguir legislando mientras el pleno está en receso) a que no apruebe una prórroga a la exoneración de IGV que beneficia a restaurantes y hoteles, norma deficitaria por donde se le mire.
Arista, en diversas entrevistas, suele decir que fue un ‘superavitario’ mientras muchos que lo critican son ‘deficitarios’. Es su manera elegante de recordar que fue vice de Hacienda en los años de mayor crecimiento de la economía (gestión de Luis Carranza en el segundo gobierno de Alan García), mientras Alonso Segura, Carlos Oliva o Luis Miguel Castilla no habrían tenido esos márgenes a favor y por eso le tendrían pica. De ahí a decirle ‘inepto’ a Segura, que no lo critica por las puras sino como presidente del Consejo Fiscal, hay mucho trecho.