Viernes, Diciembre 27

En las últimas décadas, la salud mental ha dejado de ser un tema relegado exclusivamente a los consultorios para ocupar un lugar cada vez más relevante en el debate público. Actualmente, vivimos en una sociedad que se enfrenta a desafíos constantes que ponen a prueba nuestro bienestar emocional. En el caso del Perú, factores, como la inestabilidad económica, la incertidumbre política, la creciente violencia urbana, así como las secuelas sociales y psicológicas causadas por la pandemia del COVID-19, están dejando una huella profunda en la población, desencadenando así una crisis de salud mental que está llevando a miles de peruanos a vivir en un estado permanente de ansiedad y estrés.

En definitiva, las noticias sobre la delincuencia en las calles, los conflictos sociales y la corrupción política en la cual está inmersa nuestro país, hacen que cada paso que damos fuera de nuestros hogares se convierta en un ejercicio de gestión emocional constante, con la incertidumbre y el miedo dominando nuestras vidas y atrapándonos en una atmósfera de tensión.

En este contexto, el estrés y la ansiedad son respuestas naturales del organismo ante las amenazas percibidas en el entorno. Sin embargo, cuando estas emociones se prolongan por mucho tiempo y se vuelven crónicas, las consecuencias para la salud pueden ser devastadoras. Según reportes del Ministerio de Salud (MINSA), la ansiedad ocupa el primer lugar entre los trastornos mentales atendidos en el país, con un total de 433, 816 casos diagnosticados en el año 2022. Mientras que, en el 2023, se registraron 42,302 casos por estrés agudo y postraumático en los diferentes establecimientos de salud a nivel nacional.

¿Cuál es el impacto de las crisis en la salud mental de una población?

Cualquier crisis, ya sea política, económica o social, crea un ambiente de inseguridad y falta de control que afecta directamente en la salud mental de la población. Según explicó el doctor Alberto Alegre Bravo, psicólogo y coordinador académico de la carrera de psicología de Continental University of Florida a Bienestar, los niveles de estrés y ansiedad se incrementan debido a factores, como la incertidumbre, la pérdida de empleo y recursos, la violencia o la represión. Sin duda, estas situaciones no solo afectan la cohesión social, sino que también agravan problemas preexistentes y dificultan el acceso a servicios de salud mental.

“Una crisis puede erosionar tanto en la percepción de seguridad personal como colectiva, generando miedo y desconfianza hacia el entorno. Esta sensación de vulnerabilidad que incrementa el estrés y la ansiedad, puede llevar a un comportamiento de aislamiento, que repercute en las relaciones sociales y el bienestar emocional. Además, esto hace que las personas se sienten más expuestas a peligros físicos, económicos y sociales, lo cual provoca un estado de hipervigilancia crónica que puede empeorar algunos problemas de salud mental, como el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de estrés postraumático”, expresó la psicóloga y docente, Tatiana Mogollón.

Asimismo, el impacto de una crisis a nivel mental puede manifestarse también en una serie de síntomas físicos. Por ejemplo, el estrés emocional puede generar dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, fatiga crónica y trastornos del sueño, al igual que puede debilitar el sistema inmunológico, aumentando así la susceptibilidad a ciertas enfermedades.

¿Cuáles son las emociones y reacciones psicológicas más comunes ante una crisis?

Durante una crisis, las emociones predominantes en una población como la peruana, suelen ser el miedo, producto del temor a la violencia, la inestabilidad o la pérdida de control, seguido de la tristeza, que refleja el duelo por las pérdidas y cambios en la vida cotidiana. Mientras que, la ira se manifiesta como frustración hacia las autoridades o situaciones percibidas como injustas.

“A medida que estas emociones evolucionan, es común que las personas se sientan abrumadas y desesperadas, lo que a menudo genera una sensación de impotencia ante la falta de soluciones claras. La confusión también aparece, dificultando el procesamiento de la información y la toma de decisiones. Ciertamente, esta combinación de emociones puede desencadenar un ciclo de pérdida de control, que a su vez alimenta la depresión y la ansiedad, afectando gravemente el bienestar emocional y mental”, sostuvo la psicóloga.

Asimismo, el estrés colectivo o el trauma compartido puede genera respuestas contrapuestas: por un lado, puede impulsar un sentido de solidaridad y empatía, fomentando el apoyo mutuo y la colaboración en la comunidad. Por otro, puede intensificar conductas violentas, desconfianza, miedo, irritabilidad y conflictos interpersonales.

¿Cuáles son los factores externos que influyen en la salud mental en tiempos de crisis?

Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en tiempos de crisis, pues como refirió la doctora Mogollón, estos pueden amplificar o disminuir los sentimientos de angustia, ansiedad e incertidumbre dependiendo la forma en cómo se enfoque la noticia. Una cobertura sensacionalistas o alarmistas tiende a generar un estado de hipervigilancia y refuerza los miedos de la población.

“La cobertura repetitiva de eventos negativos, imágenes impactantes y pronósticos alarmantes puede aumentar la percepción de riesgo y desestabilizar emocionalmente a las personas. Además, la falta de información contextual y soluciones puede dejar a los individuos sintiéndose desinformados y desamparados”, aseguró el experto de Continental University of Florida.

Por supuesto, la desconfianza a las diversas instituciones también intensifica la ansiedad y el estrés. Cuando las personas sienten que han sido abandonadas por el gobierno o las autoridades, incrementa la sensación de vulnerabilidad y desesperanza, lo que impide que busquen la ayuda que necesitan, exacerbando así ciertos problemas de salud mental y dificultando la recuperación colectiva.

¿Cómo afecta una crisis a los diversos grupos poblacionales?

De acuerdo a Tatiana Mogollón, cada grupo enfrenta las crisis de manera distinta. Por ejemplo, los niños y adolescentes, como población más vulnerable, pueden tener dificultades para comprender la situación y, por lo tanto, tienden a adoptar las posturas y comportamientos de sus referentes inmediatos. En el caso de los adultos mayores pueden sentir desarraigo o mayor vulnerabilidad debido a la fragilidad física y la falta de acceso a servicios básicos; mientras que las personas de bajos recursos, al encontrarse más expuestas a situaciones de estrés económico y social pueden experimentar una mayor sensación de desesperanza, lo que repercute directamente en su salud mental.

“Los niños pueden experimentar miedo y confusión, que se pueden ver reflejados en ciertos comportamientos, como morderse las uñas, presentar movimientos repetitivos en las manos y piernas, bajo rendimiento académico o preocupación excesiva por las tareas, temores nocturnos y trastornos estomacales. En cambio, los adolescentes durante una crisis pueden enfrentarse a problemas de identidad y pertenencia”, indicó Patricia Cortijo, neuropsicóloga de Clínica Internacional.

¿Cuáles son las consecuencias de una crisis en el comportamiento y las relaciones interpersonales?

Las crisis pueden desencadenar comportamientos agresivos al aumentar los niveles de frustración, desesperanza y estrés. Según el psicólogo, las condiciones adversas, como la falta de recursos y la inseguridad, pueden llevar a algunas personas a canalizar su malestar a través de la violencia. Además, la desconfianza en las instituciones y la percepción de injusticia pueden intensificar estas respuestas, haciendo que la violencia se convierta en una forma de liberar la tensión acumulada y de buscar control en un entorno caótico.

Asimismo, estos eventos pueden generar aislamiento social y rupturas en las relaciones interpersonales, pues el miedo, la desconfianza y el estrés, llevan a muchas personas a evitar el contacto social. Las limitaciones en la interacción, ya sea de tipo físico o emocional, pueden producir una sensación de soledad y desconexión. Este aislamiento, a su vez, incrementa el riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental, debilitando las redes de apoyo social necesarias para enfrentar las adversidades.

Por otro lado, el estrés económico tiene un impacto profundo en la autoestima y el bienestar emocional. La inseguridad financiera puede generar sentimientos de vergüenza y ansiedad, afectando así las relaciones interpersonales y fomentando el aislamiento social.

¿Qué estrategias son más efectivas para ayudar a las personas a sobrellevar los efectos de una crisis?

Afrontar los efectos psicológicos de una crisis implica el uso de diversas estrategias. Mogollón señaló que, mientras algunas personas recurren a la evasión por medio de adicciones o distracciones, otras buscan apoyo social o implementan estrategias de autorregulación emocional. Por esta razón, el doctor Alegre sugirió algunas medidas clave para poder sobrellevar estas crisis:

  • Fortalecimiento de redes de apoyo: Fomentar las conexiones sociales y familiares es esencial para proporcionar un respaldo emocional. Las redes de apoyo permiten compartir experiencias, aliviar el aislamiento y crear espacios seguros para expresar sentimientos. Mantener estos vínculos puede marcar la diferencia en la capacidad de enfrentar situaciones adversas.
  • Acceso a recursos psicológicos: Facilitar el acceso a servicios de salud mental es una medida crítica. Brindar opciones, como terapia, asesoramiento y grupos de apoyo permite a las personas recibir la ayuda profesional que necesitan para gestionar el estrés, la ansiedad y los síntomas de otras condiciones. En tiempos de crisis, garantizar que estos recursos sean accesibles y asequibles es vital para el bienestar colectivo.
  • Educación sobre manejo del estrés: Enseñar técnicas de afrontamiento, como la meditación, la respiración consciente y la relajación progresiva, puede ser una herramienta poderosa para reducir la tensión acumulada. Estas prácticas ayudan a las personas a mantenerse centradas, mejorando su capacidad para enfrentar situaciones abrumadoras.
  • Promoción de la comunicación abierta: Fomentar un diálogo sincero sobre emociones y experiencias permite que las personas se sientan comprendidas y apoyadas. La comunicación abierta, tanto en entornos familiares como comunitarios, ayuda a reducir el estigma en torno a los problemas de salud mental, creando un ambiente propicio para buscar ayuda sin temor al juicio.
  • Establecimiento de rutinas saludables: Crear estructuras diarias que ofrezcan estabilidad y previsibilidad puede ser un salvavidas en medio del caos. Establecer horarios para las actividades cotidianas, como el ejercicio, las comidas y el descanso, brinda una sensación de control, lo que es fundamental para reducir el estrés y la ansiedad.
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