lunes, diciembre 8

Después de muchos años, un ballet ruso vuelve a presentarse en el Perú durante la temporada navideña, y lo hace con una obra que trasciende generaciones: “El Cascanueces”. Los días 13 y 14 de diciembre, La Cúpula de las Artes recibirá una producción que promete excelencia y delicadeza, a cargo del Ballet Clásico de San Petersburgo y Prodartes. Pero hay un detalle que convierte esta visita en un acontecimiento artístico: por primera vez en el país, compartirán escenario dos figuras de élite del ballet ruso, Alexander Volchkov, primer bailarín del Teatro Bolshói, y Mariia Tamilova, primera bailarina del Ballet Yuri Grigorovich.

Para dimensionar la magnitud de este encuentro basta recordar que haber sido premier del Bolshói equivale a ocupar la cúspide del ballet académico mundial. El Bolshói —una institución que exige precisión absoluta y resistencia emocional— reserva ese rango para artistas capaces de ejecutar los roles más complejos del repertorio clásico con una mezcla rara de virtuosismo, disciplina y alma. A ese linaje pertenece Volchkov. Tamilova, por su parte, llega desde el legado de Grigorovich, escuela que resguarda con rigor la tradición rusa y aporta elegancia, estructura y claridad dramática a cada montaje.

Con «El Cascanueces», inspirado en el cuento de Hoffmann y acompañado por la partitura inmortal de Tchaikovsky, el público peruano podrá sumergirse en un universo donde la nieve danza, los juguetes cobran vida y la infancia recupera su voz.

A días de su llegada a Lima, conversamos con Alexander Volchkov sobre su carrera, su encuentro con el público latinoamericano y el desafío de encarnar un clásico eterno.

—Después de una gira extensa, ¿qué significa presentarse en Lima con “El Cascanueces” en Navidad?

Presentarme en Lima significa cerrar un recorrido muy especial. Después de tantas ciudades, llegar aquí con “El Cascanueces” me conecta con lo que el ballet representa para mí desde niño: una tradición que une a la gente y que trae calma. Es un privilegio simple y profundo: compartir algo que amo con un público nuevo.

—¿Cómo ha vivido estos meses bailando en Latinoamérica?

Ha sido una experiencia cálida. Lo que más me sorprende es la sinceridad con la que reciben el espectáculo. No es entusiasmo superficial; es una conexión genuina. Uno siente que vienen a disfrutar, pero también a sentir.

—Ha visitado ciudades muy distintas. ¿Qué sensaciones le deja este recorrido?

Me deja la sensación de que el ballet realmente cruza fronteras. Cambian los idiomas, las culturas, los ritmos… pero la emoción del escenario es la misma. Cada ciudad me recuerda por qué sigo bailando: porque el arte sigue vivo mientras haya alguien dispuesto a escucharlo.

—¿Qué hace tan especial a «El Cascanueces»?

Para mí es especial porque está ligado a mi crecimiento. Lo bailé muy joven y he debido revisitarlo desde distintas etapas. Se volvió un ritual porque despierta recuerdos familiares; la música y la atmósfera navideña conectan al público con su infancia.

—¿Qué distingue la versión que presentarán en Lima?

Es una versión que respeta el estilo clásico, pero busca claridad narrativa. No pretende impresionar, sino contar la historia de manera honesta. La diferencia está en el enfoque humano: se trata de transmitir la relación entre los personajes.

—¿Qué significa compartir escena con Mariia Tamilova?

Mariia es una artista muy entregada. Bailar con ella es sencillo porque escucha y respeta el espacio del otro. Su experiencia aporta estabilidad: cuando alguien trabaja con serenidad, el resto del elenco encuentra ese ritmo.

—El elenco reúne artistas de Rusia, Ucrania, Italia y Japón. ¿Cómo influye esa diversidad?

Es una colaboración que enriquece a todos. Venimos de tradiciones muy rígidas y es refrescante encontrarse con colegas de otras latitudes.

—Ser Primer Bailarín del Bolshói es llegar a la cima. ¿Qué significó para usted?

Responsabilidad. Ser premier no es una medalla, es un compromiso diario. Me enseñó a mantenerme simple, incluso bajo presión.

—¿Qué aprendizajes mantiene vivos hasta hoy?

Técnicamente, la precisión: en el Bolshói no hay margen para improvisar. Y emocionalmente, la disciplina: estar presente incluso en los días difíciles.

—¿Cómo recuerda la disciplina del Bolshói?

Estructurada, pero necesaria. Formó mi carácter. Hoy sigo trabajando con la misma constancia. El cuerpo cambia, pero la actitud no debería hacerlo.

—Ha interpretado roles icónicos. ¿Cuál lo marcó más?

Cada uno me marcó en un momento distinto. Quizá el Príncipe fue el más formativo: me acompañó por años y me obligó a profundizar en detalles que desde afuera no siempre se ven.

—¿Sueña con un papel nuevo?

Más que un rol nuevo, quiero revisitar personajes desde la madurez de hoy. Siempre descubro algo distinto al volver a ellos.

—¿Cómo mantiene viva la tradición rusa fuera de casa?

Siendo honesto con la esencia del estilo, sin imponerlo. Respeto mis raíces, pero también a las compañías con las que trabajo. Así el legado vive sin volverse rígido.

—¿Qué encontrará el público peruano en esta puesta?

Una interpretación sincera. Nada es para impresionar gratuitamente: todo busca contar la historia con claridad y corazón. Eso es lo que permanece en la memoria.

—¿Qué retos artísticos busca ahora?

Busco profundidad. Ya no se trata de saltar más alto, sino de decir más con menos.

—¿Qué sueños tiene para los próximos años?

Seguir conectado al ballet, en escena o desde otro rol. El ballet es mi vida. Mi sueño es seguir trabajando de manera honesta y compartir lo que he aprendido.

EL DATO

“El Cascanueces” – Ballet Clásico de San Petersburgo

Fechas: 13 y 14 de diciembre — Doble función: 4 p.m. y 7 p.m.

Lugar: La Cúpula de las Artes

Entradas: Teleticket

Precios: Desde S/ 52

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