Lunes, Octubre 14

Cuando la Unión Soviética surgió, entre sus medidas estuvo darle un impulso mayúsculo a las artes musicales. Esto se mantuvo tras la caída de la Cortina de Hierro, y uno de sus ejemplos más recientes es el pianista Alexander Malofeev, nacido en este siglo, en el 2001, pero que a sus cortos 22 años ya ha dejado huella en el mundo de la música clásica. A primera vista podría ser confundido con un adolescente, pero ya dejó esa edad; ha crecido, literalmente, sobre los escenarios, esto desde que ganó el Concurso Internacional Tchaikovsky en la categoría de músicos jóvenes.

“Mis padres me llevaron a una pequeña escuela de música junto a mi casa. Tal vez solo querían librarse de mí por un par de horas, o darme una educación más ‘grande’”, dijo el artista a El Comercio en entrevista por Zoom, desde su casa en Alemania. “Cuando tenía 11 años empecé a ganar algunas competiciones y a hacer bastantes interpretaciones frente a otros, era bastante obvio de que debería continuar en este camino”, dijo, sabiéndose afortunado de haber encontrado su vocación tan joven.

Desde entonces todo ha sido cuesta arriba para él. Si las redes sociales son un indicador de su fama, allí están las millones de reproducciones que tiene su interpretación del Concierto para Piano N° 2 de su compatriota Sergei Rachmaninoff, o el solo de piano “La campanella” del húngaro Franz Liszt. No es que esté concentrado al cien por ciento cuanto toca, nos dijo. “No puedo decir que estoy concentrado, puede ser cualquier cosa que pase por mi mente, mayormente imágenes abstractas, colores, alguna arquitectura. Estoy intentando sentir el instrumento”, contó. En la entrevista usa lentes, lo cual es un cambio total a la imagen que brinda en sus conciertos.

¿Puede un músico hacerse famoso por no tocar? Eso le pasó a Malofeev, que en 2022 se suponía que mostraría su repertorio en Montreal y Vancouver (Canadá), shows cancelados por los organizadores por motivos políticos: juzgaron que no sería correcto que toque un pianista ruso cuando dicho país recién le había declarado la guerra a Ucrania. “Ningún problema puede ser resuelto por la guerra, la gente no puede ser juzgada por su nacionalidad. ¿Pero por qué, en pocos días, el mundo entero ha retrocedido a un estado en el que cada persona tiene una elección entre el miedo y el odio?”, dijo entonces el artista, en clara oposición al conflicto bélico. Pero eso no evitó que sus shows sigan cancelados.

Las decisiones políticas no lo detuvieron; siguió tocando por el mundo. Este año, por ejemplo, debutó en el prestigioso Carnegie Hall de Nueva York, Estados Unidos, donde tocó el Concierto en A Menor de Johann Sebastian Bach, el Preludio y Nocturno para la mano izquierda Op. 9 de Alexander Scriabin entre otras piezas. Consultado sobre la experiencia, Malofeev se apresuró en decir que el lugar donde él toque, si bien es importante, está en segundo lugar en sus prioridades. “No hace mucha diferencia para mí el nombre del salón o el salón en sí mismo. Obviamente, es genial tocar con una acústica maravillosa o un buen piano, pero se trata más de la gente, porque es un arte para la gente”, dijo.

El salón siempre está entre el artista y la audiencia. De verdad intento evitar sentir el salón porque no deberías sentirlo; deberías ir directamente desde el piano a la mente de la gente. Es genial tocar en grandes halls, pero no es algo a lo que le presto mucha atención. Cuando recuerdo los conciertos, recuerdo a la audiencia, a las personas”, añadió.

¿Qué puede esperar el público peruano del concierto de Malofeev? “Por lo menos, pasar una bonita noche”, dice, humilde. “Espero que mis conciertos les ayuden a salir de su rutina por un par de horas, no necesito más. Un par de horas de bonita música, de un bonito sentimiento. De hacer nuestras vidas un poco más ligeras”.

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