Hay un hilo invisible que une a la Navidad con el fútbol, más allá de los obsequios que descansan bajo un árbol iluminado en diciembre. El balón también ha sabido detener el tiempo. El 25 de diciembre de 1914, en pleno fragor de la Primera Guerra Mundial, alemanes e ingleses dejaron las armas para disputar un partido improvisado. Algo parecido, sin trincheras ni fusiles, ocurrió décadas después en el Perú. Hace medio siglo, en 1974, Alianza Lima y Universitario de Deportes protagonizaron el único clásico del fútbol peruano jugado en Navidad. La escena fue tan improbable como entrañable: Tarapoto, cálida y luminosa, se convirtió en el escenario de aquel encuentro irrepetible.
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Juan José Oré, mucho antes de ser el formador de los “Jotitas” que rozaron el sueño de un Mundial Sub 17, fue uno de los actores centrales de esa historia. Desde el recuerdo, evoca una de las razones que empujaron aquel viaje: la necesidad de oxigenar las arcas de los clubes. “No eran tiempos difíciles, pero el fútbol tampoco vivía en abundancia económica como ahora”, rememora en una conversación telefónica, con la serenidad de quien mira el pasado sin rencor.
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Los años setenta habían comenzado con el país futbolero de pie. La selección peruana había deslumbrado en el Mundial de México y, a diferencia del presente, el fútbol nacional respiraba salud. En esa Copa del Mundo, Perú alcanzó los cuartos de final y cayó ante el Brasil de Pelé, que terminaría levantando el trofeo. En 1972, Universitario marcó un hito al convertirse en el primer club peruano en jugar una final de Copa Libertadores. Y tres años después, Chumpitaz, Sotil, Uribe, Cubillas, Oblitas y compañía devolvieron al país la alegría continental con la Copa América.
Eran tiempos felices. Y en medio de ese clima de celebración, se jugó el único clásico navideño. Fue en Tarapoto. Un amistoso envuelto en silencios, con un viaje casi fantasmal, que terminó siendo uno de los regalos más memorables para la selva peruana.

El clásico navideño
Hoy el fútbol peruano se ha habituado a empezar en enero y cerrar en noviembre; pensar en un clásico en Navidad parece una fantasía. Pero antes no lo era. “Era normal jugar en Navidad o Año Nuevo”. “Los futbolistas estábamos acostumbrados. Hoy sería impensado que ocurra”.
Ocurrió una sola vez, y bajo un halo de misterio. El desplazamiento fue súbito, sin demasiados anuncios. En Tarapoto, Alianza Lima se impuso 3-1 con goles de Juan Rivero, Juan Ávalos y Jesús Lavalle. Para Universitario descontó el propio Oré, que con apenas 20 años ya era una de las promesas cremas. “Era un nueve auténtico. En los setenta el fútbol peruano estaba lleno de grandes goleadores: Perico, JJ Oré, Enrique Casaretto, Segundo Guevara… todos destacaban por su capacidad para marcar”, recordó Mario Fernández en “Jugamos como nunca”, un podcast de DT El Comercio.
Jesús Lavalle, uno de los anotadores íntimos, resumió años después aquel viaje exprés con una frase que desnuda la esencia de esa época: “No fuimos millonarios, pero sí muy felices”. Pasaron la Nochebuena lejos de casa, extrañando a la familia, pero guiados por una devoción absoluta al balón.
Poco importó que el estadio pareciera un campo castigado por la guerra o que una lluvia intensa se desatara ese día. Para ellos, era como si Dios mismo celebrara, emocionado hasta las lágrimas, al ver a los dos equipos más populares del país llevando alegría al corazón de la selva.
“Acá, cuando hay clásicos, todo se transforma en una fiesta. La gente se pone la camiseta, se pinta el rostro, vive el partido como si estuviera en el estadio. Y lo más bonito es que, pase lo que pase, al final todos abrazan al que ganó”, cuenta Juan Manuel Vásquez, nacido en Juanjuí y empresario del sector educativo en la región.
Fue un clásico histórico, aunque en su momento pasó casi desapercibido. El Comercio, en su edición del 26 de diciembre de 1974, no llevó a portada el 3-1 de Alianza. Íntimos y cremas nunca volvieron a Tarapoto para un amistoso, y mucho menos para jugar en Navidad. Pero aquel día quedó grabado como un obsequio irrepetible: 90 minutos de felicidad para la selva peruana.




