La llegada del movimiento avant-garde a la música electrónica nunca fue una novedad, pues mejorar lo que ya es bueno y expandir los límites es propio de un género donde los ritmos reemplazan a la letra para transmitir un mensaje. Desde el 2016, en aquella plaza de Barcelona donde comenzó Afterlife, ya era evidente que los bailes estarían rendidos al compás de los celulares. Ocho años después de aquel primer concierto, cuyos videos se cuentan en miles de pequeños extractos de mediana, baja y pésima calidad perdidos en YouTube, Afterlife llegó por primera vez a Perú la noche del sábado 10 de febrero, dejando más registro de su existencia en las redes sociales.
Levantar el celular antes de las 8:30 p.m. era impensable. La gran pantalla, que no podía ser contenida por el Costa 21, aún reservaba las primeras muestras de una experiencia que se encontraba en su segunda fecha de su gira latinoamericana para MRAK – parte del dúo Tale Of Us y uno de los fundador de Afterlife – que presentó su proyecto “We Don’t Follow”, consiguiendo acertadamente que nadie siguiera su ritmo.
Las imágenes que se proyectaban en una pantalla de más de seis metros de altura eran una historia aparte. Figuras aparecían y desaparecían, “derritiendo” la pantalla, creando vitrales y castillos imposibles que desafiaron la imaginación. Por el lado técnico ―apartado necesario cuando se habla de eventos donde prima la tecnología― la calidad de la pantalla era inferior a la de otras presentaciones, los parlantes no consiguieron un sonido envolvente y las luces no se coordinaron con los movimientos de las criaturas en pantalla (efecto inmersivo por el cual destaca este evento), la primera impresión del público que aún no encontraba su ritmo fue de asombro, que rápidamente se tradujo en reels de Instagram y estados en WhatsApp.
A diferencia de otros conciertos de electrónica, donde la música no se detiene para mantener esa energía que empieza con beats que incrementan su velocidad para luego disminuirla y aumentar nuevamente, Afterlife apostó por el silencio para dar un respiro a un público que no se encontraba cansado, lo que generó una marea de murmullos que durante la pausa parecía competir con el sonido del mar.
Lo que parecía una noche que rápidamente pudo llegar a su fin encontró un segundo aire, coincidentemente, con el segundo fundador de Tale Of Us, Anyma, quien presentó su proyecto “Genesys”. No fue necesario decir palabras ni emitir un comentario. En su lugar, una robot gigante (llamada Eva Zero) aparece en pantalla, mirando al público sin ninguna emoción en el rostro, se aproxima cada vez más y golpea la pantalla, intentando salir para alcanzar a disfrutar de la euforia que atrapó el cuerpo de los asistentes, o convertir a todos en ciborgs al igual que ella, según cuenta la ‘historia’ que narra el espectáculo.
Algo de la experiencia de Afterlife en Colombia —donde un hombre de 28 años falleció durante la segunda fecha en Medellín— debió servir de advertencia para lo que ocurrió en Perú durante la presentación de Anyma. En medio del espectáculo de luces y humo, un joven cayó al piso, inconsciente, sin mover ni un solo músculo. Los gritos de alegría se convierten en pedidos de ayuda, a los que se sumaron más voces intentando superar a los sonidos creados por computadora. Algunos lo sujetaron como podían y, como si fuera parte de una historia bíblica, el mar de gente se abre en dos. La noche terminó para el evacuado, pero continuaba para los demás.
Luego de que entes robóticos se movieran en la pantalla, la historia contada a través de cada canción/video avanza, mostrando caras y cuerpos que se (de)formaban al son de los movimientos del dj en la consola, un sol gigante que aparece en un horizonte digital, para luego dar paso a una ninfa cuyos movimientos frenéticos parecen robar la energía a quienes están bailando, y quizás también la batería de los que graban cada momento del concierto.
Algunas personas son retiradas, otras salen voluntariamente al puesto de primeros auxilios, para quedarse ahí hasta el final o para volver a unirse al evento, pues para adentrarse en el mundo de la música electrónica no es necesario tener más de 9 gramos de alegría y la gran aspiración de encontrar nuevas canciones con tintes futuristas. Especialmente si es un concierto que ofrece una dosis de experiencia basada en la idea de un futuro donde la naturaleza y la ciencia encuentran la armonía a través de los beats electrónicos.
Para estas alturas, la emoción previa al gran debut de Afterlife en Lima parece haber pisado tierra; mejor dicho, parece haberse sentado en el pasto junto a varios grupos de personas en los laterales, quienes guardan energía para el último show de la noche: el dúo Tale Of Us, presentando lo mejor de su repertorio con imágenes de ensueño que levantan a todos y los hace bailar, o grabar, por última vez.
La gran pantalla muestra las últimas figuras, creaciones del artista digital italiano Alessio de Vecchi, mientras los bailes se tornan más frenéticos, reconociendo ritmos más que los nombres de los temas, hasta llegar al gran cierre con “We Are the People”, tema colaborativo con la banda Empire of the Sun. Entre palmas y silbidos, Lima prueba por primera vez este proyecto musical que, sin quererlo, se convirtió en una experiencia más visual que bailable.