Lunes, Abril 21

Falta un año y cuatro días para la decisión colectiva más importante que tomamos los peruanos: las elecciones generales del 2026. Y con ellas llegará la oportunidad de elegir bien y alcanzar una meta que, aunque modesta, no deja de ser vital para el futuro de nuestro país, sobre todo si tomamos en cuenta la turbulencia política de los últimos 10 años: la estabilidad.

Luego de una década con seis presidentes y tres configuraciones parlamentarias –cuando debimos tener dos de cada uno–, apostar por una combinación de poderes del Estado que pueda inyectar predictibilidad al país, continuidad a las políticas públicas y una medida de rigor técnico, será sumamente importante. Como también lo será designar autoridades capaces y comprometidas con fortalecer nuestra institucionalidad.

No hay sueño del Perú que queremos para todos que pueda empezar a construirse sin confianza en el futuro, y esto es complicado de lograr sin estabilidad. De hecho, es un ingrediente esencial para siquiera empezar a abordar lo básico.

Está, por ejemplo, el caso de la seguridad ciudadana, el campo donde el Estado mantiene en disputa nada menos que su razón de ser (por lo menos si seguimos los términos de Weber): el monopolio de la violencia. Desde el 2016 hemos tenido 24 ministros del Interior y, además, serios problemas en el sistema de administración de justicia y sobrepoblación en los penales. Las consecuencias las vemos todos los días, con las extorsiones, los robos y en general la reciente espiral de violencia. Una mayor estabilidad, expresada en menor rotación de titulares del sector, un equipo competente, y mejor colaboración entre instituciones, haría una gran diferencia.

Lo mismo pasa en el caso de la educación. Con 16 ministros desde el 2016 y con retrocesos respecto a la primacía de la meritocracia en la carrera pública magisterial, las debilidades son palpables. Basta con ver los pobres resultados obtenidos en las pruebas PISA (solo el 34% de los estudiantes alcanzó el nivel mínimo en matemáticas, y apenas el 47% en ciencias, por ejemplo) y la gigantesca brecha de infraestructura (S/ 174 mil millones). Tener continuidad sobre las políticas públicas requeridas para corregir los problemas que afectan a nuestros estudiantes es fundamental.

Pero quizá en el campo donde más incidencia tendría la estabilidad es el económico. Con predictibilidad y reglas de juego claras, la inversión privada tendría oportunidad de crecer a tasas relevantes. Una situación que reanudaría el círculo virtuoso donde se genera empleo, se reduce la pobreza y se ensancha la base tributaria para la implementación de políticas públicas. No es casualidad que los años políticamente más convulsos hayan coincidido con una fuerte desaceleración económica (entre el 2008 y el 2015 crecimos en promedio 5,3% vs. 2,2% entre el 2016 y el 2023) y una menor inversión privada.

Así las cosas, elegir autoridades competentes y que puedan dar estabilidad y predictibilidad al país será muy importante Un fin que debería entenderse como el paso a otros más grandes, como la consolidación de un país más seguro, con mejores oportunidades, con servicios básicos funcionales y, en general, con mayor bienestar para las personas. Por eso, los invito a pensar en el país en el que quisieran vivir y votar a conciencia, informados y con ganas de no repetir los errores del pasado.

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